Nuevo libro: Cómo entender a los humanos

Las bases biológicas de la cultura, el lenguaje, la moral y el estatus

Este libro propone al lector un viaje a través del tiempo y de diferentes disciplinas para tratar de explicar la mente y la conducta humana desde una perspectiva global. Cuestiones tales como por qué somos violentos o sumamente cooperativos en ocasiones, cómo los genes y el ambiente influyen sobre nuestra personalidad y nuestros actos; por qué somos agentes morales y nos preocupa lo que está bien y lo que está mal; cómo la cultura y el lenguaje cambiaron para siempre las reglas del juego de la Evolución Biológica. Por qué nos preocupa tanto la cuestión del propio estatus en la sociedad y cómo esa preocupación afecta a nuestros hábitos de consumo y a nuestras ideas políticas. Todas estas preguntas no son nuevas en absoluto, todo lo contrario; los filósofos llevan milenios pensando sobre ellas; sin embargo, el avance reciente en campos tales como la genética del comportamiento, la paleontología, la biología evolutiva y la lingüística nos permite hacer un esquema de la conducta humana mucho más profundo e interesante. El libro está dirigido a un público no experto en biología y escrito de forma directa y accesible.

Infanticidas condicionales y el «efecto Bruce»

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Seguramente usted ha contemplado miles de asesinatos en la pantalla (basta ver un ratito la tele), sin embargo, es improbable que en esa misma pantalla haya visto muchas escenas explícitas de infanticidio. Quiero decir, en plan bestia, recreándose en los detalles. Naturalmente. la imagen de un adulto cargándose a un niño pequeño da muy mal rollo y sería considerado «hard core». El infanticidio es tabú.Y sin embargo ha estado presente en todas las sociedades pasadas y presentes. Pero no es mi inteción hablar hoy de este fenómeno en nuestra especie sino en otros mamíferos.

Resulta que en muchas especies de mamíferos, el infanticidio es muy, muy frecuente, tal como demostró un largo y meticuloso estudio publicado en Science (el trabajo aquí). Un caso bien estudiado es el de los monos langures (Semnopithecus), un género que habita en la India y muchas áreas de la cordillera del Himalaya. Naturalmente, la matanza de crías no es el resultado de una conducta caprichosa, sino que es una estrategia deliberada. Los perpetradores son siempre machos y las víctimas nunca son los hijos biológicos de éstos. Cuando un grupo de machos se apodera de un grupo de hembras, desplazando a los anteriores machos dominantes, comienza la matanza sistemática de las crías. Por supuesto, las madres se resisten todo lo que pueden. Nada es más contrario a los intereses reproductivos de una madre que la destrucción de su crianza. El problema es que el tiempo juega en contra de la cría; tarde o temprano el macho asesino encontrará una oportunidad.

Por mucho que esta conducta ofenda nuestras convicciones morales, constituye una buena estrategia reproductiva para los machos. Evidentemente, los perpetradores no pueden ser los padres biológicos; la muerte de las crías acelerará el siguiente celo de las hembras y los nuevos dominadores tendrán la opción de aparearse y engendrar ellos nuevas crías. Crimen perfecto. El problema es que (en la medida en que esta conducta está controlada por genes, y debe estarlo) la reacción de las hembras perpetúa el instinto infanticida en los machos. En buena lógica ellas no deberían aparearse con los asesinos de sus hijos. Y sin embargo eso es precisamente lo que hacen , porque las hembras tienen que atender a sus intereses reproductivos aquí y ahora, y no pueden permitirse el lujo de hacer una huelga sexual como las mujeres de Lisístrata. Es una pena que las crías hayan sido asesinadas pero eso ya no tiene remedio y hay que mirar hacia adelante. Un comentario. Esto no tienen nada que ver con el bien de la especie. Tiene que ver con que los intereses reproductivos de ambos sexos son en este caso muy diferentes hasta el punto de chocar de manera dramática. La lista de infanticidas es larga. Ocurre, por ejemplo, entre los leones y los gorilas. En estos últimos se han dado cifras de hasta un 14% de mortalidad en las crías a manos de machos externos al grupo y entre los langures tan altas como el 33%.

Las hembras de langur no pueden, la mayoría de las veces, salvar a sus crías. Sin embargo, si aparece un grupo de machos deambulando, se ha visto que las hembras tienden a solicitar sus atenciones y a aparearse con ellos, incluso hembras que ya están preñadas, lo que a primera vista no tiene mucho sentido. Es posible que la conducta de estas hembras sea «preventiva». Si la banda de machos deambulantes llega a desplazar a los residentes, éstos no podrán estar seguros de que las crías no son suyas si se han apareado previamente. Si las hembras no pueden evitar el infanticidio, al menos pueden manipular la información que tienen los machos acerca de la paternidad de las crías. Y esto es clave. Conductas similares han sido descritas en chimpancés. Por ejemplo, cuando los científicos del famoso bosque de Gombe pudieron estudiar la paternidad de las crías mediante análisis del DNA, descubrieron que una alta proporción de padres eran individuos externos al grupo y completamente desconocidos incluso para los científicos, que seguían a los chimpancés 24/7. Y mira por dónde, que un buen número de hembras se las ha  arreglado para despistar a los machos residentes, y a los científicos, con objeto de realizar actividades extracurriculares con machos desconocidos ¿Se trata de una estrategia de prevención de infanticidios o es mera atracción por lo desconocido?

Debora Cantoni y Richard Brown (el trabajo aquí) estudiaron a una especie de ratón californiano que nos proporciona una historia mucho más constructiva. En esta especie los dos sexos trabajan hombro con hombro para sacar adelante a las crías. Los machos son fieles (por lo que sabemos) y pueden estar razonablemente seguros de su paternidad, ya que no dejan a la hembra ni a sol ni a sombra y practican el sexo cientos de veces al día. Y claro, en esas condiciones uno puede estar seguro. Ni que decir tiene que aquí el infanticidio es impensable. Y la virtud es recompensada: el porcentaje de supervivencia de las crías es cuatro veces mayor que en especies que practican la crianza monoparental. No todos los roedores son así ni mucho menos. Y lo que resulta fascinante son las variaciones entre especies en la conducta de los machos a este respecto. Más aun, en algunos casos empezamos a conocer los fundamentos genéticos y moleculares del este comportamiento y tiene que ver con la distribución de los receptores de la hormona vasopresina en el cerebro de los machos. Sí señores, sí. La distribución de estas proteínas cerebrales es lo que separa a un padre amantísimo de un incurable Don Juan. Pero  eso es tema para otro post.

En las especies con machos desaprensivos, el problema no se limita a la falta de colaboración de éstos, sino -una vez más- a sus intentos pertinaces de controlar la reproducción de las hembras por la vía del infanticidio. De nuevo, la pregunta clave para el ratón infanticida es: ¿es mío o no? Para resolver este conudro algunas especies han desarrollado una estrategia curiosa. Por defecto, un macho devora a cualquier cría que se encuentre, pero si se aparéa con alguna hembra, se pone en marcha un reloj biológico que inhibe esta conducta durante 21 días. Pasado este plazo, retornará a sus hábitos caníbales. La cosa es que al cabo de 21 días las crías que haya podido engendrar estarán criadas, destetadas y emancipadas y si se encuentra con alguna ¡seguro que no es mía! ¡me la como! Evidentemente, el ratón macho no necesita tener una idea explícita de su estrategia reproductiva. Lo único que necesita es una inquina sin límites contra todas las crías a menos que se haya apareado dentro del plazo de seguridad. La Naturaleza es sabia.

De nuevo, las ratonas necesitan estrategias para contrarestar esto, o al menos para limitar los daños. Necesitan saber qué machos tienen altas probabilidades de devorar a su prole y cuáles están dentro del periodo de gracia. En otras especies, no todos los machos son infanticidas (sólo los machos alfa) y el resto es más o menos de fiar. Tener esta información es de capital importancia. En este sentido, la hembra puede verse en la necesidad de decidir si merece la pena o no seguir invirtiendo recursos en la crianza. Si la probabilidad de que ésta acabe en el estómago de algún macho es muy alta, a lo mejor merece la pena abandonar y esperar a que las circunstancias mejoren para reproducirse. Y aquí es donde entra el efecto Bruce, así nombrado por su descubridora, la zoóloga británica Hilda Margaret Bruce. Lo que observó esta científica es que las hembras inducían una reabsorción de los embriones si eran expuestas de forma persistente al olor de ratones macho distintos del padre biológico. Puede pensarse que el efecto Bruce es una estrategia defensiva frente al más que probable infanticidio de la camada no-nacida. Resulta irónico que en esta especie las hembras provoquen el aborto de toda la camada en aras de maximizar su eficacia reproductiva a largo plazo. Así que en esta especie, «pro-choice» es «pro-vida». Las cosas son complicadas.

 

 

 

 

 

 

Ciento nueve premios Nobel contra Greenpeace

Ciento nueve premios Nobel se reunieron el otro día y escribieron un manifiesto durísimo contra la organización ecologista Greenpeace (cualquiera puede sumarse aquí). Estamos de acuerdo con muchas de vuestras reivindicaciones -vienen a decir los laureados- en particular con la importancia de atajar el cambio climático, pero en el tema de los transgénicos os habéis pasado  unos cuantos pueblos. Y el problema no es sólo que os paséis la evidencia científica por ahí abajo, sino que la irracional campaña anti-transgénicos se ha convertido en un obstáculo para la lucha contra la malnutrición: si dejarais que se cultivara arroz dorado (rico en pro-vitamina A) habría muchos menos niños ciegos… ergo sois culpables de crímenes contra la Humanidad. Greenpeace ya ha respondido de forma bastante virulenta, por boca de su portavoz Wilhelmina Pelegrina. La mantenemos y no la enmendamos. Los ecologistas tenemos razón y los laureados no sabéis de qué están hablando. Los transgénicos son malos. Fin de la cita.

Vayamos al grano. Los científicos tienen razón. Las plantas transgénicas son tan seguras como las convencionales; posiblemente más, porque han pasado unos controles super-estrictos y super-costosos. Después de 25 años y millones de hectáreas cultivadas nadie ha podido demostrar que los transgénicos causen el menor daño a las personas o al medio ambiente. La tecnología del DNA recombinante nunca ha perjudicado a nadie. Bueno, a Bill Clinton sí, pero eso es otra historia. El tema ha sido estudiado hasta la saciedad y empieza a aburrir. Los transgénicos son seguros. Fin de la cita.

Hace unas semanas contactó conmigo un periodista que estaba escribiendo un artículo sobre este tema (el artículo aquí). Pregunta: si los transgénicos son seguros por qué tienen tanto rechazo. Respuesta: no tengo ni idea. Eso se lo tienes que preguntar a los científicos sociales y la pregunta es “si los transgénicos son demostrablemente seguros, por qué lo anti-transgénicos han ganado la batalla mediática”. La gente cree en cosas muy raras. Algunos, incluso creen en Dios. O sea, que el proceso de formar opiniones no parece ser estrictamente racional. La emotividad cuenta. Si nos presentan una buena historia con un Malo de película (Monsanto) que conspira para hacerse con el control de la Humanidad a través de la Agricultura y que es muy, muy poderoso. Esa historia es irresistible. Yo no estoy diciendo que el comportamiento de Monsanto sea modélico. Las compañías grandes tienden a hacer de las suyas si les dejan, ya sea Monsanto o Google o Microsoft. Pero eso no tiene nada que ver con los transgénicos. No vamos a estar en contra de los ordenadores porque Microsoft abuse de su posición.

Y, sí, el mundo es injusto. Hay muchas personas que nacen en una situación de pobreza y están jodidas. Y habría que ayudarlas, pero de verdad, no en plan retórico. Seguramente Monsanto tiene una posición de cuasi-monopolio que habría que revisar. Pero de esto no se sigue que la Biotecnología sea mala. Todo lo contrario, la Biotecnología es buena, y segura y la necesitamos, además de otras muchas cosas. Para luchar contra la pobreza necesitamos que no haya guerras, que los gobiernos no sean corruptos y administren sabiamente el dinero, que las instituciones del ramo (FMI, Banco Mundial, FAO, ONU, etc…) hagan bien su trabajo, que las compañías mineras no interfieran con los gobiernos en países en desarrollo (diamantes, coltán…), que los aranceles agrícolas no machaquen a los países pobres, que las armas no se vendan descontroladamente, que las grandes potencias no apoyen a gobiernos infames por intereses estratégicos… y también que los científicos desarrollen nuevas variedades de plantas más productivas, más resistentes a enfermedades y con mejores características nutritivas. La Biotecnología podría contribuir a esto último (si la dejan), aunque por supuesto no es LA SOLUCION. Pero es que cuando un problema es complejo no hay nada que sea LA SOLUCION. Como mucho, hay cosas que pueden contribuir a LA SOLUCION. Y la Biotecnología es una de ellas. Si la dejan.

Como el arroz dorado. Un arroz transgénico que contiene cantidades muy considerables de beta-caroteno, por eso tiene un color dorado. Su consumo podría mejorar la situación de muchas personas, porque la deficiencia en esta sustancia es frecuente y produce ceguera. Greenpeace se ha opuesto con uñas y dientes porque no es LA SOLUCION, dicen, la SOLUCION es que todo el mundo tenga una dieta rica y variada y no que tengan que consumir un cultivo transgénico. Pero mientras esta solución ideal no llega, lo siento, tendréis que quedaros ciegos o ver cómo vuestros hijos se quedan ciegos.  Greenpeace va un paso más allá y dice que no se ha demostrado que el beta-caroteno del arroz dorado se convierta en vitamina A en el organismo del consumidor. Lo que pasa es que el beta-caroteno de cualquier fuente (p.e. las zanahorias) se convierte en vitamina en el organismo de cualquier humano que lo consuma. Es como si obligaran a demostrar que el Viagra funciona en Bhutan. La Madre que los parió.

Lo que tendrían que hacer los de Greenpeace está clarísimo. Reconocer que se han equivocado, que la evidencia sobre la seguridad de los transgénicos es apabullante y que la Biotecnología debería aplicarse cuanto antes a conseguir nuevas variedades que CONTRIBUYAN a mejorar la vida de las personas ¿Es tan difícil rectificar? Y dicho esto, seguir presionando para que se afronten los verdaderos problemas medioambientales, que son muchos y muy serios. Y seguramente los 109 laureados (y la inmensa mayoría de la comunidad científica) estarán codo con codo en esa lucha.

Pero lo que ocurre de momento es todo lo contrario. Los activistas se han convertido en políticos profesionales. Mal asunto.

 

 

Las superbacterias te matarán (probablemente)

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Hace ya tiempo contaba en este mismo blog la triste historia de Albert Alexander, un policía inglés que murió a consecuencia de un accidente de jardinería: se pinchó con una rosa. Suena un poco raro ¿no? En general, no pensamos que la jardinería sea una actividad de alto riesgo. Bueno, esto ocurrió  en el año 1941, justo antes de la Era de los Antibióticos. La trágica muerte de Albert contribuyó precisamente al desarrollo de la penicilina, ya que Florey y Chain (los verdaderos descubridores de la misma) utilizaron todas sus existencias para tratar la septicemia de Albert, el cual mejoró notablemente al principio, y luego empeoró rápidamente al cesar el tratamiento. Un resultado perfecto para la Ciencia aunque trágico para Albert, ya que hizo que se redoblasen los esfuerzos en el proceso de obtención del antibiótico.

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El problema es que en el mismo momento que empezaron a utilizarse los antibióticos se inició un proceso de selección natural que favore a las bacterias resistentes. El propio Fleming advirtió de este proceso, que por otra parte es «inescapable». La Evolución actuando delante de nuestras narices. Parte del problema está en que la llegada de superbacterias resistentes a los antibióticos es un proceso insidioso, que está entrando de forma callada, sin provocar muchas muertes de golpe (de hecho está provocando muchas muertes pero de una en una y en muchas partes del mundo). No es una pandemia que se presenta de repente, como la gripe aviar o el zika. En un goteo. Así es difícil estar en los titulares y en las agendas de los políticos. Pero el problema es muy grave y es altamente probable que acabe afectando a todo el mundo. A usted, también.

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Algunos datos. El número de muertes por sepsis bacteriana en USA ha aumentado un 35% en los últimos 8 años. La lista de villanos es amplia: Staphiloccocus aureus, Klebsiella pneumoniae, Acinetobacter baumanni y Pseudomonas aeruginosa ya campan por sus respetos por los hospitales de todo el mundo. Clostridium difficile y diversas enterobacterias acechan en los productos alimenticios.La gonorrea, una enfermedad de transmisión sexual considerada hasta hace poco como relativamente leve, resulta cada vez más difícil de controlar. La tuberculosis ha vuelto a ser un problema de salud pública de primera magnitud (incluso en países ricos) y cada vez es más resistente a los fármacos que solían ser eficaces. La lista es larga. Ya están aquí.

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¿Quiénes serán los más afectados? Aquellos cuyo sistema inmunológico no funcione al 100%, niños, ancianos y enfermos con inmunodepresión. Está claro que las superbacterias se cebarán en las residencias de tercera edad y también -trágicamente- en las guarderías infantiles. La muerte de un ser querido siempre es un asunto serio; pero es evidente que morir a los 80 es menos trágico que hacerlo a los 8. Para los padres modernos, acostumbrados a que sus hijos sobrevivan prácticamente en el 100% de los casos, la vuelta a una mortalidad infantil elevada será sencillamente inimaginable. Por otra parte, muchos de los procedimientos hoy considerados rutinarios en medicina pasarían a ser de alto o riesgo o simplemente tendrán que descartarse. Estoy pensando en una implantación de una prótesis de cadera o en un simple transplante de riñón ¿Se imagina un mundo sin cirugía?

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¿Qué podemos hacer? No podemos evitar la evolución de las bacterias, pero sí podemos retrasar el proceso. Para empezar, usando los antibióticos en pacientes humanos de forma responsable, es decir, no utilizándolos si no es estrictamente necesario y, una vez iniciado un tratamiento, siguiéndolo meticulosamente hasta el final. España ha sido uno de los países líderes en irresponsabilidad; los antibióticos se conseguían sin receta médica hasta hace poco y el control de la dosis sigue siendo muy pobre. En otros países, sólo es posible conseguir la dosis exacta que haya prescrito un médico preparada por el farmaceútico de forma personalizada. Otro problema relacionado es que, al parecer, existe una curiosa des-información sobre cómo funciona la resistencia a antibióticos. Según un estudio reciente, mucha gente piensa que la resistencia se genera en las personas no en las bacterias. Es decir, si yo abuso de los antibióticos éstos dejarán de hacer efecto en mi organismo. Evidentemente esta idea es totalmente errónea, pero incita a las personas a abandonar el tratamiento en cuanto se ha producido una mejora, en la creencia errónea de que así no dejarán de funcionar.

Otro importante campo de batalla en la lucha contra la resistencia a antibióticos está en costumbre del sector ganadero de emplearlos de forma masiva para estimular el crecimiento y evitar la proliferación de bacterias en las condiciones de hacinamiento típicas de la producción animal. Estas prácticas han sido denunciadas repetidas veces por la comunidad científica (unánime en este asunto). Es evidente que la producción de carne debe adaptarse a la no-utilización de antibióticos, admitiendo que esto puede incrementar los costes. En la Unión Europea se han hecho importantes avances en la legislación en este sentido, pero el problema es global.

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Algunos problemas son de índole económico. Es posible que las compañías farmaceúticas tengan pocos incentivos para desarrollar nuevos antibióticos. Deben ser los Estados, por tanto, los que intervengan. Sería particularmente importante que las intstituciones públicas desarrollasen nuevos antibióticos y no los pusieran inmediatamente en uso, reservándolos como «última línea» de defensa; y es evidente que no puede esperarse que las compañías privadas lleven a cabo una acción como esta.

Y por supuesto, hace falta mucha más investigación en este campo. Los avances en genómica podrían permitit a los médicos saber rápidamente las características del agente infeccioso al que se enfrenta, permitiendo una toma de decisiones mucho más inteligente sobre qué tipo de antibiótico se debe recetar (si es que se debe recetar). Aunque cada vez resulta más difícil encontrar nuevas sustancias antibióticas, esto no es descartable. Ni es descartable que se encuentren nuevas estrategias para combatir las infecciones. Políticos: hace falta dinero para esto.

Mi última reflexión es que a pesar de los posibles avances de la Biología, es probable que la Época de los Antibióticos esté a punto de acabarse y en un futuro próximo nuestra relación con las enfermedades bacterianas será mucho más problemática ¿Se acabó la fiesta?

 

 

 

 

 

 

 

Mentiras y Camelos

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Por lo que yo sé, fue Harry Frankfurt el primero en introducir en el debate filosófico la distinción entre ´mentira´y ´camelo´, en su famosa obra «On Bullshit». He traducido «bullshit» como «camelo» a falta de un término mejor (si algún amable lector me sugiere otra palabra lo agradecería). Para el resto del post emplearé el término bullshit que ya es un referente universal. Para Frankfurt la diferencia esencial radica en que el mentiroso sabe que lo que está diciendo es mentira (luego conoce la verdad). Al camelista en cambio, le trae sin cuidado si lo que afirma es cierto o falso. Incluso podría ser cierto, lo que no va a hacer es molestarse en comprobarlo si la afirmación en sí está en línea con su argumento.

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Veamos algún ejemplo. Cuando el Presidente del Gobierno en funciones nos dice que va a bajar los impuestos y cumplir con el defícit, nos está mintiendo lisa y llanamente. Cuando el naturópata nos recomienda una «terapia ortomolecular» entramos en el terreno del bullshit ¿Qué es la terapia ortomolecular? les dejo con un texto sacado de internet, cuya fuente no citaré:

Es la parte de la medicina dedicada a la rehabilitación celular. Su objetivo es el restablecimiento del equilibrio químico del organismo. Este objetivo se consigue a través del uso de substancias y elementos naturales,como vitaminas, minerales, oligoelementos, aminoacidos, probioticos, coenzimas, los cuales van a permitir un reequilibrio bioquimico,neutralizando efectos tóxicos y mejorando la calidad de vida.
La medicina ortomolecular puede aportar a la célula los nutrientes necesarios, y podríamos hablar de nutrición celular. La medicina ortomolecular, como medicina solo debe ser practicada por un médico que previo análisis de nutrientes le indicará la terapia más adecuada a su status o a su enfermedad.

Si examinan atentamente el texto verán que no contiene ninguna mentira flagarante, sin embargo, la terapia ortomolecular es un caso claro de bullshit. En la práctica recomienda el consumo de vitaminas y otras sustancias en cantidades muy superiores a las consideradas óptimas. Sólo en el caso de que la persona en cuestión tenga alguna deficiencia nutricional específica se puede esperar algún beneficio, y el abuso de algunas vitaminas y minerales tiene efectos negativos bien reportados. Los adeptos a este tipo de cosas me recordarán que fue inventada por Linus Pauling que fue sin duda uno de los grandes científicos del siglo XX. En cualquier caso, la idea de que el consumo masivo de vitamina C tuviera efectos beneficiosos para la salud ha sido refutada de forma clara. Los genios también pueden cagarla.

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Pero mi intención no  es hablar de la terapia ortomolecular en concreto, sino del concepto de bullshit ¿Cómo podemos distinguirlo de la mentira y por qué esta distinción en importante? En primer lugar, el camelista siempre trata de convencernos de algo, ya sea por ideología política, interés comercial o mera paranoia; para ello sustituye la evidencia por palabrería vacua, lugares comunes, el empleo emocional de las palabras y (generalmente) una astuta mezcla de verdades, medias verdades y mentiras. En definitiva, el bullshit no puede encajarse en una categoría clara (verdad/mentira) de las que tanto le gustaban a Aristóteles, sino que tenemos que vérnoslas con algo mucho más difuso y difícil de identificar y analizar.

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¿Por qué es tan peligroso ? En mi opinión por dos razones. La primera es que  ¡está en todas partes! Vivimos literalmente sepultados por toneladas de defecación bovina. En parte es una consecuencia inevitable de la vida moderna. Si todos los humanos tenemos que tener una opinión sobre asuntos de los que no sabemos casi nada, es difícil que no asome un poco de bullshit por algún sitio. Pero el verdadero problema es que ¡resulta muy útil como herramienta de persuasión! Por la sencilla razón de que es muy difícil comprobarlo todo. Y aquí el enunciado de  de la Primera Ley Fundamental del Camelo: La energía necesaria para refutarlo es (al menos) de un orden de magnitud mayor que la necesaria para crearlo.

La segunda razón por la que el bullshit es tan peligroso es que no hemos desarrollado una maquinaria moral para contrarrestarlo. Mentir está mal. El mentiroso se arriesga a sufrir un estigma (al menos en los países de origen protestante). Pero el camelista siempre se va de rositas. Algunas profesiones están orientadas específicamente a la generación masiva de bullshit ¡Y te felicitan por ello!

¿Qué podemos hacer? Inevitablemente, la Primera Ley nos dice que tendremos que dedicar bastante tiempo a la refutación y no hay recetas mágicas. Consultar la bibliografía científica puede ayudar en algunos casos cuando ésta está disponible, pero esto no ocurre siempre ni la bibliografía científica es la Verdad Absoluta. No obstante, para el camelo relacionado con temas de salud, una pequeña excursión por Entrez-Pubmed puede hacer maravillas.

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Pero no se trata solamente de un problema de información (o falta de ella), la resistencia al bullshit requiere también de una cierta actitud moral, más en concreto, de honradez intelectual y esto me remite directamente a la Apuesta de Pascal. Me preguntarán, ¿qué tiene que ver Pascal con el bullshit? Permítanme que explique el argumento.

Después de una etapa personalmente difícil, Blaise Pascal, insigne matemático, físico y filósofo, entró en una fase mística y abandonó sus estudios para dedicarse exclusivamente a la Teología. Durante esos años desarrolló su famosa «apuesta» que puede formularse más o menos así:

No podemos estar seguros de la existencia de Dios; a juzgar por lo que vemos ésta es incluso improbable. Sin embargo, los beneficios de la Fe son potencialmente infinitamente buenos (el Paraíso para los que mueren en Gracia de Dios) y los perjuicios del ateísmo infinitamente malos (condenación sin remedio). Así  pues, la solución racional al problema consiste en creer, porque el coste/beneficio siempre es positivo para el creyente, incluso en el caso de que la probabilidad de la existencia de Dios fuese muy baja.

El argumento tiene cierta gracia (no voy  entrar a ahora a discutirlo en profundidad, aunque su refutación es fácil), pero sí quiero señalar la flagrante falta de ‘honradez intelectual’ del mismo. O sea, que creer en que una cosa sea cierta o no, no depende de un análisis detallado de la evidencia disponible a favor o en contra, ¡sino de lo que me convenga o no!

La honradez intelectual es un prerequisito para adquirir conocimiento. Si alguien no está dispuesto a mancharse los dedos examinando la evidencia y si no está dispuesto (en principio) a cambiar de opinión en función de lo que encuentre, entonces Todo es bullshit. O peor aun, no hay diferencia entre la verdad y el bullshit (algo que quizá suscribirían algunos filósofos posmodernos). Por desgracia, veo a mi alrededor muchas personas que no tienen ningún interés en cotejar los hechos y que piensan que cosas como la Terapia Ortomolecular, el Calentamiento Global o la teoría de la Evolución son simplemente «opinables» y que ambos lados de la cuestión son neutrales y equiparables.

Aunque la Verdad Absoluta no exista, podemos acercarnos a la Verdad Relativa (es decir a la mejor hipótesis en este momento) si lo hacemos con Humildad, Honradez intelectual y Esfuerzo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La paradoja del dolor

He aquí la paradoja: el dolor intenso y continuado es seguramente una de las experiencias más horribles por las que se puede pasar y, al mismo tiempo, el dolor es tu amigo porque te avisa de que hay algún proceso en marcha sumamente negativo para tu integridad corporal y para tu supervivencia. Por ejemplo, la señorita C (un personaje frecuente en los libros de texto de Psicología) no podía percibir dolor alguno ¿qué suerte, no? Pues no. La señorita C podía estar charlando tranquilamente en la cocina mientras su mano se freía inadvertidamente en una sartén; la señorita C casi se arranca la lengua de un mordisco sin darse cuenta, y así un largo etcétera. La señorita C murió a los 29 años después de múltiples traumas en la piel y los huesos. Por otro lado, millones de personas sufren jaquecas recurrentes e incapacitantes, que constituyen un problema médico en sí, y no por ser el síntoma de algún otro mal subyacente. En estos casos el síntoma es la enfermedad y el dolor el mal a combatir.
El utilitarismo, que en mi opinión es la filosofía moral más avanzada que tenemos, nos induce a maximizar la felicidad y a minimizar el dolor, afirmando implícitamente que el dolor es malo o por lo menos, aquello que produce dolor debe ser evitado. Algunos filósofos utilitaristas, Peter Singer a la cabeza, afirman que la consideración de minimizar el dolor no debe limitarse a los humanos sino a todos los seres “sentientes”. No es la capacidad de hablar, ni la de razonar lo que hace a un ser vivo digno de consideración moral, sino su capacidad de sufrir. El dolor no es menos desagradable y traumático por el hecho de que quien lo sufra tenga una limitada capacidad cognitiva. Independientemente de que estemos de acuerdo o no con esta perspectiva “animalista”, esta cuestión nos lleva a una pregunta interesante: cómo podemos estar seguros de si otro ser vivo puede sentir dolor, sobre todo si se trata de un miembro de otra especie y no puede decírnoslo alto y claro. En este punto el filósofo moral tiene que pedir ayuda al biólogo.
El biólogo nos dice que el primer requisito consiste en tener un sistema nervioso. Los humanos tenemos varios tipos de sensores en la piel y en los órganos internos (corpúsculos de Pacini, discos de Merkel, terminaciones de Ruffini…) que pueden detectar presiones, temperaturas y otras circunstancias potencialmente peligrosas. No tiene sentido hablar de dolor en bacterias, hongos, plantas y otros eucariotas considerados “inferiores”. Las plantas no sufren dolor a pesar de que algunas personas afirman todo tipo de cosas raras al respecto; eso sí, las plantas perciben muchas cosas (luz, temperatura, gravedad, presencia de patógenos e insectos, agua y nutrientes en el suelo, días más cortos o más largos…) pero eso es otro cantar. Por otro lado, existen pocas dudas de que mamíferos y aves son perfectamente capaces de sentir dolor de forma similar a la nuestra (por supuesto es imposible comprender plenamente la experiencia subjetiva de otro ser vivo, sea éste un murciélago o un filósofo ). Algunos partidarios de las corridas de toros han argumentado que estos animales no sufren dolor durante la lidia. El argumento es sumamente endeble y ha sido refutado para el caso específico de los toros durante la corrida. Si los mamíferos pueden sufrir y las plantas no ¿en qué grupo taxonómico comienza esta capacidad? La pregunta es relevante no sólo desde el punto de vista de la zoología sino que además, obviamente, tiene consecuencias éticas.
Un grupo de animales donde tiene sentido que nos hagamos esta pregunta es el de los peces; seres con los que solemos empatizar muy poco y que nos causan escasos remordimientos cuando nos los comemos o los pescamos. En general, los pescadores son considerados (y se consideran ellos mismos) en una categoría muy distinta de las cazadores. Estos últimos matan a seres (relativamente) inteligentes y (a veces) adorables como por ejemplo los ciervos o los zorros. Así que la caza es una actividad mucho más cuestionada que la pesca desde un punto de vista ético. Es imposible que la muerte violenta de un besugo nos afecte de la misma manera que la de una cría de foca. Pero para que nuestra coherencia fuera total tendríamos que estar seguros de que el besugo es un ser menos “sentiente” que la cría de foca. Reconozco que la matanza de besugos no va a generar muchos titulares, al menos de momento, pero ¿qué nos dice el biólogo del potencial sufrimiento del besugo?
Los peces obviamente tienen un sistema nervioso bien desarrollado. También se sabe que poseen abundantes terminaciones nerviosas en la boca, así que es seguro que pueden percibir el anzuelo que se clava. Sin embargo, esto no es suficiente. La percepción del daño no implica necesariamente que haya una experiencia dolorosa. Para esto necesitaríamos algo más: que se produjera una “representación mental” del dolor, lo que corresponde aproximadamente con el sentido habitual del término “sufrimiento”. Esto es particularmente relevante para la práctica de la pesca sin muerte. Los pescadores de esta modalidad dicen que esta actividad es “impecable” desde el punto de vista ético y medioambiental. Cómo no, algunos animalistas aducen que se produce un daño innecesario a los peces. Nos vemos obligados a reformular la pregunta: ¿sufren las truchas al ser pescadas y devueltas al río?
Victoria Braithewaite, una profesora de la Universidad de Pennsylvania afirma que así es (http://www.psu.edu/dept/braithwaite/victoria.html) después de largos años investigando este asunto. Durante años los científicos creían que los peces no pueden sufrir porque carecen de amígdala, la estructura cerebral que en mamíferos almacena información relevante sobre experiencias notablemente malas o buenas y que es indispensable para aportar un contenido emocional a la percepción de estímulos. Pero hace unos años los zoólogos descubrieron una estructura equivalente en los peces, lo cual cambia por completo la cuestión. El equipo de Braithewaite comenzó inyectando una pequeña cantidad de ácido en el labio de los peces y puso en evidencia una conducta típica de animales que sufren: se frotaban el labio insistentemente y no mostraban interés por la comida (frente a individuos de control que no mostraban esta conducta). Seguidamente los investigadores diseñaron un test que permitiera poner en evidencia si los peces tratados por ácido estaban o no en un “estado mental perturbado” que pudiéramos catalogar como “doliente”. Para ello entrenaban a los peces en una especie de laberinto construido en la pecera; en uno de los puntos clave, donde el pez tenía que decidir entre dos posibles caminos, colocaban un estímulo nuevo. La reacción normal en un pez sano consistía en detenerse ante el nuevo objeto y nadar rápidamente hacia el lado correcto, sin perder contacto visual con el objeto. Sin embargo, los individuos que estaban bajo la influencia del dolor ignoraban el peligro potencial de forma significativa. Esta diferencia en lo que puede considerarse una conducta normal sugiere que los peces objetos del experimento experimentan una representación mental del dolor que interfiere con sus capacidades. En definitiva, los peces pueden sufrir.
Aunque estos datos son sugestivos, seguramente no son suficientes para zanjar completamente la cuestión. Para empezar, no es seguro que la inyección con ácido sea equivalente al efecto del anzuelo, aunque es posible que así sea. En otro orden de cosas, es posible aceptar la validez científica de estos resultados y no aceptar la conclusión de que es éticamente incorrecto pescar con caña. Se puede argumentar que el dolor que sufren los peces está justificado por el placer que la pesca reporta a los humanos que la practican. En cualquier caso, es importante que seamos capaces de separar los hechos (que los peces son capaces de sufrir) con los valores (si es no moralmente correcto hacer sufrir a los peces).

Golondrinas alicortas y polillas cambiantes

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Volverán las oscuras golondrinas

en tu balcón sus nidos a colgar,

y, otra vez, con el ala a sus cristales

      jugando llamarán;

pero aquéllas que el vuelo refrenaban

tu hermosura y mi dicha al contemplar,

aquéllas que aprendieron nuestros nombres…

      ésas… ¡no volverán!

Muy Bonito. Gustavo Aldolfo Béquer basa su imagen poética en la idea de que las golondrinas que vuelven cada año son esencialmente iguales que las del año anterior, excepto en el hecho crucial de que no nos han visto a tí y a mí juntos. Sin embargo, de acuerdo con un trabajo reciente en Current Biology, es muy posible que las golondrinas estén evolucionando muy rápidamente y que los “culpables” de este fenómeno sean (curiosamente) los automovilistas.

Se trata de una especie particular de golondrina americana (Petrochelidon pyrrhonota), que construye sus característicos nidos de barro debajo de los puentes de las carreteras. No es extraño pues,  que a las golondrinas les guste posarse en el asfalto situado directamente encima del nido y ahí está el problema. A pesar de que esta ave maniobra maravillosamente bien en vuelo, debido a la escasa longitud de sus patas, les cuesta levantarlo, de aquí la frecuente mortandad por atropellos que sufre.  Los autores del artículo se han pasado cerca de 30 años recogiendo datos sobre esta especie y han podido establecer con claridad dos hechos: primero, que la frecuencia de atropellos ha disminuido significativamente a lo largo de los años y, segundo, que las alas de las golondrinas se han acortado también de manera significativa.  A partir de estos hechos, los autores proponen que ambas cosas pueden estar relacionadas. Una golondrina de alas largas vuela más rápido, pero unas alas más cortas facilitarían a las aves levantar el vuelo con más rapidez. Ergo, las golondrinas estarían adaptándose a la peligrosa presencia de automóviles modificando su morfología de forma apropiada. Evolución a ojos vistas.

Sigue leyendo en el nuevo Blog: La Vida, el Universo y todo lo demas

Primates y filosofos

Decepcion. Esta es la palabra que me viene a la mente cuando pienso en el libro de Frans de Waal “Primates y Filosofos”. Me apena decirlo porque Fran de Waals es uno de autores favoritos de divulgación científica. Sin embargo, en este caso el libro tiene en mi opinión muy poca miga y se basa fundamentalmente en el prestigio de de Waal. Como esos restaurantes que tienen éxito nada mas empezar y que cuando vuelves otra vez descubres que la calidad ha empeorado notablemente.

Lo primero que huele mal es la minima longitud del “cuerpo principal” del libro, exactamente 55 paginas impresas con una letra muuuy grande. El resto son ‘apendices’ donde se incluyen algunos comentarios de otros autores y posteriormente la respuesta de de Waals a dichos comentarios. Este “cuerpo principal” es un ensayo bastante académico y simplista sobre el origen biológico de la moral, en el que el autor utiliza básicamente material reciclado de sus propios trabajos, sin aportar ninguna idea nueva (ni prácticamente ningún dato) nuevo. Parece un trabajo propio de un universitario. No quiero decir con ello que el libro este mal escrito o que diga cosas disparatadas. Por el contrario, posiblemente resultaría interesante a un lector completamente nuevo en el tema, asi que mi critica debería moderarse en este sentido.

La pregunta fundamental que plantea de Waals es: cual es el origen de los códigos morales de las sociedades humanas? El autor argumenta que la “empatía”, un sentimiento que constituye el germen de todos los sistemas éticos, es una ‘adaptacion’; esto es, la empatía ha surgido a lo largo de la evolución de nuestra especie (y no solo de nuestra especie) debido a los beneficios en términos de supervivencia y reproducción para quienes la practican. En definitiva, que los individuos capaces de cooperar con otros tienen muchas mas probabilidades de sobrevivir y reproducirse que los menos cooperativos. Al menos en algunas especies sociales donde los individuos aislados tienen pocas opciones.

La hipótesis es bastante razonable y el autor la fundamenta bien con datos y ejemplos. La alternativa, naturalmente es la “tabula rasa”; en este caso, que los códigos morales surgieran de repente al tiempo que las sociedades complejas. Dado que todas las sociedades conocidas, incluidos los cazadores-recolectores de los que tenemos información, tienen códigos éticos a menudo tan complejos y sofisticados como los de las sociedades tecnológicamente avanzadas, el presumir un origen biológico a la moral es una apuesta bastante segura. Como ya hemos visto tantas veces, la refutación de la tabula rasa es cosa fácil, sin embargo de ahí no surge directamente una explicacion completa y satisfactoria del origen de la moral, aunque posiblemente nos ponga en el buen camino para ello.

Sin duda lo mejor del libro son las historias que cuenta de Waals sobre su propia experiencia con chimpancés o los experimentos sobre el sentido de la justicia en monos capuchinos.

Los apéndices se refieren solo tangencialmente al cuerpo principal del libro y a mi no me resultaron particularmente interesantes.

El libro fue publicado en español por la editorial Paidos en 2007.

PS. Pido disculpas por la horrorosa ortografía de este post, que he tenido que escribir en un teclado en ingles en el que no se pueden poner acentos a menos que el propio Word se ocupe de ello.

Nuestros antepasados

The Journey of Man: a genetic Odissey.

Spencer Wells, 2003, Random House

Deep Ancestry: Inside the Genographic Project.

Spencer Wells, 2007, National Geographic.

Cro-magnon: How the Ice Age gave birth to the first modern humans

Brian Fagan, 2011, Bloomsbury Press

 

Nuestra especie, Homo sapiens, apareció hace relativamente poco tiempo (desde la perspectiva de la Evolución), entre 200.000 y 150.000 años, en algún lugar del Este de Africa. Al principio, nuestro modo de vida no debió ser muy diferente del de las otras especies del género Homo: H. heidelbergensis (nuestro probable antecesor directo) y H. erectus (mucho más antigua). Paradójicamente, en esa primera etapa nuestro aspecto físico debió ser muy semejante al de los humanos actuales pero los utensilios que fabricábamos eran casi indistinguibles de las especies anteriores.

Hace algo más de 70.000 años ocurrió algo que nos puso al borde de la extinción: la erupción del volcán Mount Toba, en Indonesia. Esta erupción, de una magnitud 1000 veces superior a la del Krakatoa, lanzó ingentes cantidades de gases y ceniza a la atmósfera. En consecuencia, un “invierno volcánico” se abatió sobre el planeta provocando un cambio climático a gran escala. A los H. sapiens no les pudo afectar la erupción directamente, pero las sequías y las bajas temperaturas hicieron que el número total de individuos descendiera peligrosamente. Se estima que tan sólo quedaron entre 1000 y 4000 hembras reproductoras; esto provocó un «cuello de botella genético» y es una de las razones por las que somos una especie con poca variabilidad genética.

Pero no nos extinguimos. Durante los siguientes 20.000 años nos fuimos recuperando lentamente y ocupando prácticamente la totalidad de continente africano. Debió llegar un momento en que la presión demográfica se hizo muy fuerte. Hace unos 55.000 años (la fecha es incierta) los humanos modernos salimos de Africa y comenzamos un viaje que nos llevaría a colonizar incluso los ambientes más duros del planeta. No era la primera vez que un grupo de homínidos abandonaba Africa, su patria ancestral. Homo erectus colonizó Eurasia hace 1,8 millones y Homo heidelbergensis hizo lo propio más tarde, dando lugar a los neandertales europeos. Pero a la postre, ninguna de estas especies ha sobrevivido.

Hace 40.000 años ya habíamos alcanzado Australia, Asia y Europa. Y 20.000 o 25.000 años después llegamos a América a través del estrecho de Behring. Muy probablemente, este viaje se realizó en buena parte siguiendo la línea de costa,  que entonces era  muy diferente de la actual. Las pruebas arqueológicas de esta migración deben de estar hoy día sumergidas bajo el agua, pero el estudio del DNA humano en combinación con los datos arqueológicos, paleoclimáticos y lingüísticos nos ha permitido reconstruir la imagen, aunque borrosa, de nuestro primer y definitivo viaje.

Aunque muy simplificado y con alguna licencia poética, este podría ser el relato que hace la Paleontología actual sobre el origen de los humanos modernos, una especie de Génesis con base científica, aunque seguramente no definitivo. El relato ha cambiado bastante en las últimas décadas y es muy probable que nuestro conocimiento sobre el tema siga aumentando. Esta historia fascinante sobre nuestros orígenes constituye el tema principal de los tres libro que he querido reseñar en esta entrada.

Spencer Wells, autor de los dos primeros, es uno de los científicos destacados en el estudio del DNA humano y líder del proyecto Genographics, cuyo objetivo es justamente obtener un mapa detallado de las migraciones humanas basado en la diversidad genética. Es, asímismo, un prolífico escritor de divulgación científica. Como suele ocurrir, ninguno de los libros está realmente disponible en español, a pesar de que ambos han sido traducido. «El viaje del Hombre» está descatalogado y «Nuestro Antecesores» agotado. Una muestra más de lo raquítico del mercado de libros de divulgación científica en nuestro idioma.

En «El viaje del Hombre», Wells empieza por contarnos la historia de su particular campo de investigación. Tradicionalmente, la Paleontología se basaba sobre todo en el estudio de restos fósiles y artefactos de piedra. Sin embargo, en los últimos 25 años disciplinas muy dispares están haciendo contribuciones importantísimas; fundamentalmente la Genética Molecula, la Paleoclimatología y la Lingüística. Seguramente el gran pionero de gran fusión multidisciplinaria fue Luigi Cavalli-Sforza, el cual estaba convencido que el estudio combinado de la diversidad genética humana y la lingüística podía resolver muchos misterios históricos. Su trabajo, realizado en los años 60 y 70 empleó los marcadores genéticos que estaban disponibles en aquel momento, así que no es extraño que los métodos iniciales y algunas de sus conclusiones hayan sido superadas. No obstante, se le puede considerar como el fundador del campo.

Como casi siempre que se pronuncian juntas las palabras «genética» y «humana», surge la polémica. Cavalli-Sforza y otros científicos (incluído Wells) son anti-racistas declarados. Aun así, el mero hecho de estudiar las diferencias genéticas humanas ha sido (y sigue siendo) un tema tabú. Todavía hay personas que piensan que hablar de diversidad genética en humanos es políticamente incorrecto. Paradójicamente, los estudios indican muy claramente que los humanos somos una especie con muy poca variabilidad genética comparada con otras especies, seguramente debido a lo reciente de nuestra evolución y al cuello de botella antes mencionado. Esto no significa que no pueda evaluarse el grado de parentesco genético entre individuos. Las nuevas tecnologías del DNA permiten distinguir muestras a nivel de individuo /pariente cercano, como las que se emplean en investigación forense. Técnicas similares permiten descifrar la genealogía de los indivuos de la población general. Esto es particularmente interesante si se trata de «nativos» (nativos son personas cuyos antecesores han vivido muchas generaciones en el mismo lugar); estos datos contribuirán en un futuro próximo (ya lo hacen) a  reconstruir nuestra historia.

Los dos libros de Wells tienen algunos puntos débiles ( particularmente el segundo). En primer lugar son algo desordenados. En ellos se  mezclan anécdotas personales varias con cuestiones de genética de poblaciones bastante especializadas (aunque no demasiado claramente expuestas) y, en cambio se trata otros asuntos de una forma muy elemental. En definitiva, no está claro a quién está dirigido el libro: el lector generalista puede quedarse in albis mientras que al lector especializado le puede llegar a aburrir. Otro aspecto negativo es el momento de la publicación. El Proyecto Genographics se encontraba a mitad de camino en el momento de escribir «Deep Ancestry» y el propio Wells no deja de recordarnos el carácter preliminar de los resultados ¿no hubiera sido mejor publicar el libro un poco más adelante? Con todo, ambos tienen un considerable valor para el lector interesado por este tema, siendo bastante  más compacto el primero que el segundo. De este último encuentro particularmente interesante los apéndices y figuras, que constituyen un resumen excelente y actualizado.

Cro-Magnon, de Brian Fagan es un libro mucho más logrado desde el punto de vista de la divulgación científica. Se centra un tema más concreto: los origenes de los europeos modernos ( o sea, lo Cro-Magnon), aunque de paso trata con bastante profundidad a los neandertales. Integra muy bien las diferentes fuentes de datos en las que se basa la paleonotología moderna, con particular énfasis en la paleo-climatología. También cuenta los avances en marcadores de DNA, de forma más sucinta y más eficaz que en los libros de Wells. Brian Fagan es, por otra parte un conocidísimo escritor en este campo que ha publicado varias obras de enorme éxito.

Cro-Magnon es un libro de divulgación que mantiene en todo momento el interés pero que muestra una vocación de libro de texto. El inconveniente es que el «tempo» resulta algo premioso, en su afán de ser didáctico. El autor no duda en repetir, resumir y volver a aclarar las cosas. Sin embargo, al final, el lector se queda con una clara imagen de Prehistoria europea, lo cual es más complicado de lo que parece ya que para ello tiene que manejar una cantidad notable de datos de fuentes diversas. En este sentido, las  figuras y esquemas ayudan mucho a retener y organizar la información. Sin duda, Cro-Magnon merece estar en la lista de best sellers del Los Angeles Times. La pregunta es: ¿cómo no se ha traducido todavía al español?

Si tuviera que elegir entre los tres me quedaría con este último, aunque (por supuesto) no son mutuamente incompatibles.

Sonríe o Muere

Smile or Die (How Positive Thinking Fooled America & The World)

Barbara Ehrenreich. 2009. Granta Publication. London

Publicado en español. «Sonríe o Muere». 2011. Turner.

Me topé con este libro en la magnífica librería Blackwells de Oxford, hace aproximadamente un año, y lo leí inmediatamente con muchísimo gusto y avidez. Unos meses más tarde, y recién vuelto de una larga temporada en USA (y por tanto, después de una cieta exposición a los efluvios del «Pensamiento Positivo») encuentro que el libro se ha revalorizado notablemente a mis ojos. Diría que es un libro inteligente -brillante a veces- cómico y trágico a la vez, desmitificador y vivificante. La mayor pega es que su discurso no resulta (todavía) demasiado aplicable al ambiente cultural de la Península Ibérica; por lo que es posible que un lector que no haya vivido en Estados Unidos no sepa muy bien de qué le están hablando (en tal caso, el lector puede considerarse afortunado). Pero los tiempos cambian y la «letanía» del Pensamiento Positivo (en adelante, PP) ya está siendo exportada a todo el mundo, sobre todo dentro del mundo de «Business Management».

Vayamos al grano. El PP se define en primer término como una «actitud positiva ante la vida», con la implicación de manifiestar constantes signos externos de felicidad personal y autoconfianza. Hasta aquí la cosa no va demasiado mal; es innegable que un cierto grado de optimismo puede ayudarnos a conseguir nuestros fines. Pero el PP, según la autora, va mucho más lejos, constituyendo una verdadera ideología, a menudo opresiva, y una especie de pensamiento mágico del siglo XXI. Se espera que las personas mantengan, en general, este tipo de actitud positiva y no es imposible que alguien pierda su empleo si incumple esta norma no escrita. Aunque a los españoles nos pueda parecer raro, quejarse estámuy  mal visto en USA.

Barbara Ehrenreich, conocida escritora y activista social, comienza su exploración del universo PP a través de su propia experiencia como enferma de un cáncer de mama. Desde el momento del diagnóstico, nos cuenta que se vio presionada por todo el entorno social a mantener una actitud positiva, a llevar en todo un momento un lazo rosa ya  manifestar su determinación a luchar contra la enfermedad. En realidad, lo que le pedía el cuerpo era manifestar su cabreo, dado que muy probablemente su enfermedad había sido de origen iatrogénico,  una consecuencia del tratamiento hormonal para combatir los efectos de la menopausia ¿No sería más saludable mostrar nuestros verdaderos sentimientos en lugar de sonreir todo el rato? Un problema añadadido es que (en contra de la creencia común) la supervivencia al cáncer tiene poco que ver con la «actitud» del paciente y mucho con el tratamiento y el momento en que se detecte. El símil de la «batalla» contra el cáncer es un mal símil, porque nos hace pensar que el éxito depende de la «voluntad de luchar». Según la autora, la evidencia experimental muestra claramente que tal cosa no es cierta. Y además tiene un lado oscuro: si pierdes la batalla es porque tu actitud no es lo suficientemente positiva. Nos cuenta la autora que algunas enfermas terminales eran expulsadas del grupo de apoyo (obviamente cuando más lo necesitaban)  porque su mera presencia «desmoralizaba» a las demás, al hacer patente que el PP no estaba funcionando.

El relato del PP continúa en el mundo de los negocios, particularmente en las escuelas de  MBA (Master in Business and Administration), donde la letanía del pensamiento positivo ha sido ascendida a Dogma. Recuerdo que hace ya algunos años, un compañero que cursaba uno de estos famosos MBA me comentó (con admiración) una especie de lema que le habían dado en clase: Lo importante no es tomar una decisión buena o mala; lo importante es tomar una decisión y hacer que sea un éxito. Creo que fu mi primera exposición al PP (corrían los años ochenta del siglo pasado) y la frase se antojó como una completa estupidez. Si no recuerdo mal, lo que hacen las personas que administran negocios es tomar decisiones; si estas decisiones no son importantes, ¿qué es lo que hace que el negocio vaya bien o mal? ¿Cómo hacemos que una mala decisión sea un éxito? Al parecer, la respuesta es simple: basta mantener una actitid en línea con el PP.

En la cuestión económica, el lado oscuro del PP es particularmente sangrante: si usted es pobre la culpa es suya por no tener una actitud sufcientemente positiva. En definitiva, coincido con Barbara Ehrenreich en que la Ciencia que se practica en las Escuelas de Negocios tiene poco que ver con la Ciencia de verdad y se trata más bien de una colección de anécdotas barnizadas con términos pomposos (p.e. método del caso). Sin embargo, creo que la autora llega demasiado lejos cuando culpa al PP de la actual crisis económica global.

La autora sigue explorando la influencia del Pensamiento Positivo en otros rincones de la sociedad norteamericana: las Iglesias, que según ella constituyen su origen, las Universidades, la Psicología, etc… En Resumen, «Sonríe o Muere» me ha parecido un libro brillante, ilustrativo y radicalmente no-convencional. La editorial Turner ha tenido la buena idea de traducirlo al español en 2011, aunque en este caso le costará casi 20 eurazos, frente a las 3.3 libras + gastos de envío del original en Amazon.uk.

Por qué cometemos errores

Why We Make Mistakes. Joseph T. Hallinan. Broadway Books, New York.

Un estudio post-mortem realizado sobre pacientes de cáncer de pulmón mostró que un porcentaje elevadísimo de los tumores ya eran claramente visibles en radiografías que habían sido tomadas meses antes y que los especialistas habían pasado por alto. En otro estudio sobre la eficacia de los anestesistas, hecho en Estados Unidos en los años 70, se vio que los errores en la mesa de operaciones eran frecuentes, a veces con consecuencias letales para el paciente. Las  cifras mejoraron muchísimo cuando se tomaron medidas tan elementales como utilizar válvulas «a prueba de errores» o adoptar la costumbre de emplear un «check-list” antes de iniciar el proceso.

Es evidente que los humanos cometemos errores con frecuencia, ya sean leves o catastróficos, en todos los ámbitos de nuestra existencia. Errar es humano. Sin embargo, reconocer este hecho es un pobre consuelo cuando sufrimos las consecuencias de los errores propios o ajenos  ¿Por qué cometemos errores? ¿Y hay alguna forma de evitarlos (o al menos minimizarlos)? Estas son las dos preguntas que aborda el periodista, ganador de un Pulitzer, Joseph T. Hallinan y con las que nos introduce al fascinante mundo de la “errorología” científica. Para ello no duda en utilizar fuentes tan diversas como la Psicología, la Neurobiología, la Economía e incluso la Aviación Civil.

Según Hallinan, existen diversos factores que tienen una gran influencia a la hora de hacernos meter la pata. El primero de ellos es lo que los psicólogos denominan “sesgo perceptual”: la manera parcial y sesgada con la que observamos el mundo que nos rodea y que deriva sencillamente de la forma en que está organizado nuestro sistema nervioso. Aunque nos parezca que la vista es una especie de cámara de fotos, en realidad se parece más a un gigantesco software de reconocimiento de imágenes, no superado hasta el momento por los verdaderos ordenadores. Pese a su enorme potencia, nuestro sistema visual es susceptible de ser engañado, como demuestran las ilusiones ópticas. Miramos pero no vemos y vemos menos de lo que creemos ver. En un experimento ya clásico, realizado en la Universidad de Cornell, un investigador preguntaba a un (involuntario) sujeto de la investigación cómo llegar a cierto sitio; mientras éste se explayaba, unos falsos operarios que transportaban una enorme mampara se interponían entre ambos. En esos segundos, el experimentador que había preguntado era sustituido por otro individuo, sin que hubiese un parecido especial entre ambos. En la mayoría de los casos, la persona a la que se preguntaba siguió dando explicaciones al nuevo, sin percatarse de que se trataba de una persona diferente.

Otra fuente de errores se debe a nuestra tendencia (difícil de superar) a aferrarnos a nuestras primeras impresiones y a dejarnos llevar por nuestra intuición. Además, las circunstancias que nos rodean y el estado fisiológico en el que nos encontremos parecen tener una importancia mucho mayor de los que solemos pensar. Por ejemplo, en un divertido estudio sobre hábitos de consumo se vio que la música de fondo que sonaba en el supermercado tenía una notable influencia sobre el tipo de vino que los clientes tendían a comprar: p. e. si sonaba música francesa compraban vino francés con mucha mayor frecuencia, a pesar de que los sujetos negaron vehemente esta conexión cuando fueron preguntados. Otra investigación (nada tranquilizadora) realizada en Israel mostró que la severidad de la condena que imponían los jueces de un tribunal estaba relacionada con el tiempo que quedaba para la hora de comer (jueces hambrientos solían ser más severos que cuando sus señorías estaban bien desayunados).

La imagen que tenemos de nosotros mismos tampoco ayuda. Numerosos estudios muestran que la mayoría de nosotros nos consideramos por encima de la media (algo estadísticamente imposible) y que  tendemos a sobrevalorar nuestras capacidades y probabilidades de éxito. Curiosamente, algunas investigaciones apuntan a que las personas diagnosticadas con depresión  tienen parámetros de realidad mejor calibrados que personas sin esta condición. Al parecer, esta tendencia a minimizar los riesgos está más acentuada en hombres que en mujeres y, sin duda, el exceso de confianza es la fuente principal de error en nuestras vidas.

¿Qué podemos hacer? Hallinan no duda en “mojarse” y dar algunos consejos, bien apoyados por la literatura científica. Podemos hacer algunas cosas, aunque nunca eliminaremos por completo la posibilidad de cometer errores. Tratar de ser consciente de nuestros sesgos y limitaciones; comer y dormir bien antes de tomar una decisión importante; intentar que alguien compruebe lo que hacemos; incluso adoptar protocolos de actuación, como hacen los pilotos de avión antes del despegue.

En definitiva, se trata de un libro ameno y riguroso a la vez, que trata de ayudarnos a manejar nuestras vidas con la ayuda de las últimas investigaciones en este campo. En este sentido, “Why we make mistakes” se encuentra en la misma línea que el famosísimo “Freakconomics”. Irónicamente, el libro no está libre de error. Un lector de Chicago señaló una falta de gramática, ¡en el mismo título!, debería llamarse “Why we do make mistakes”. Ni el autor ni los editores se dieron cuenta.

Recuerdos desde Cornell

Pido disculpas por haber dejado de postear con regularidad. La razón es que estoy pasando unos meses en la Universidad de Cornell, en el estado de Nueva York, y necesito todavía algún tiempo para asimilar los cambios. Sin duda, volveré a la carga en unos días.

Saludos

Cómo ser feliz cuando estás muerto

Imagine que se encuentra totalmente paralizado, pero sus facultades mentales siguen intactas. Es lo más parecido a estar muerto sin estarlo ¿no? Siga imaginando. Podría decirse que su «calidad de vida» no es muy alta ¿verdad? Su vida social sería, lógicamente, muy reducida. Nada de gimnasio ni spa. Sexo sólo con la imaginación. Nada de restaurantes ni de vacaciones en el Caribe. En esas condiciones, es lógico pensar que usted sería tremenda infeliz ¿correcto?

Pues no. O al menos esa es la conclusión a la que llega un estudio reciente sobre pacientes que sufren el denominado «síndrome de enclaustramiento» (locked-in syndrome). Estos pacientes han perdido el control de los músculos voluntarios debido a una lesión en el tálamo cerebral, y sólo puede comunicarse utilizando los músculos oculares, es decir, guiñando un ojo o señalando con la mirada en una determinada dirección.  Podríamos pensar que este colectivo debería sentirse bastante desgraciado, y sin embargo,en  la encuesta realizada sobre 168 de ellos, casi el 80% se declaró razonablemente feliz.

Sólo un 7% de los pacientes declararon desear la eutanasia y, en general, éstos llevaban relativamente poco tiempo sufriendo esta condición. Los autores concluyen que el paciente debería tener tiempo para establizarse psicológicamente antes de considerar esta opción (en los países donde la eutanasia el legal).

Lógicamente, algunos pacientes expresaron su deseo de tener una mejor vida social y mejores opciones de entretenimiento. En este punto, la tecnología puede cambiar radicalmente la vida de los lis ante el desarrollo de tecnologías de acceso a internet para pesrsonas con discapacidad. La posibilidad de leer un libro o navegar por intenet debe suponer una gran diferencia en estos casos.

El resultado de esta encuesta me parece una muestra sorprendente de la capacidad de adaptación de la mente humana a circunctancias desfavorables. Sin embargo, los resultados requieren cierta cautela. No todos los encuestados respondieron a la encuesta y puede pensarse que esto introduce un sesgo: seguramente los que se tomaron el (considerable) trabajo de responder tenían una actitud más positiva. Más aun, un porcentaje elevado de los que sufre lis muere en los primeros meses de la enfermedad. de nuevo, puede pensarse que los supervivientes están hechos de «una pasta diferente» a la de la población normal. Otro fuente posible de sesgo.

Me pregunto si este grupo de optimistas impenitentes tendrá algo en sus genes que les facilite adaptarse a su destino.

El artículo aquí

¿Las chicas difíciles son más deseadas?

¿Resultan más desables las mujeres difíciles de conseguir? ¿O por el contrario, las chicas fáciles tienen más éxito?

Por un lado, muchos autores se han inclinado por la primera  idea; en palabras de Ovidio: «nadie quiere las cosas fáciles, pero lo prohibido siempre es tentador«. Naturalmente, este era el consejo estándar que nuestras abuelas daban a nuestras madres y (supongo) esto sigue ocurriendo en algunos casos.

Sin embargo, esta idea de la preferencia masculina por mujeres que se muestran inaccesibles tampoco tiene una aceptación universal.Por ejemplo, la escritora Sor Juan Inés de la Cruz pensaba que los hombres viven en una constante contradicción al respecto:

Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:

Si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por Qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia
y luego, con gravedad
decís que fue liviedad
lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.

Podríamos recorrer la Literatura con citas y opiniones al respecto, pero como este es un blog centrado en la ciencia experimental, la cuestión es: ¿alguien se ha puesto ha investigar esto? La respuesta (un tanto sorprendente) es: sí. Elaine Walster, de la Universidad de Wisconsin, USA  y colaboradores publicaron en 1973 sus resultados sobre esta cuestión.

Y como suele ocurrir en esto casos, el método experimental resulta un tanto heterodoxo. Estos investigadores convencieron a una prostituta que ejercía en un burdel de Nebraska para que jugase dos posibles roles y lo hiciera de forma aleatoria con cada cliente. En el rol nº 1, la chica sometía previamente al cliente a una «manipulación experimental» consistente en un discurso de aproximadamente un minuto acerca de ella misma del tipo «no creas que te va a resultar fácil volver a verme/ voy a  estar muy ocupada los próximos meses/ yo no le doy número de teléfono a cualquiera» y cosas por el estilo. En el rol nº 2, la chica omitía el discurso y entraba directamente en faena.

Los investigadores estimaron el interés de los clientes por la chica de varias formas: número de intentos posteriores de contacto, si dió o no dinero adicional y el grado de satisfacción expresado; la idea era ver si existían diferencias entre el  rol 1 y el 2, lo que (supuestamente) contestaría la pregunta de si las chicas difíciles eran más deseadas.

Y hubo diferencias. La hipótesis de  las chicas difíciles eran más deseadas resultó ser totalmente errónea. Aparentemente, a los clientes no les hacía demasiada gracia que la prostituta jugara el papel de inaccesible. Lo cual tiene bastante sentido y era, en realidad, fácilmente predecible.

Sin embargo, experimentos posteriores realizados con agencias de citas sugirieron que esta idea no sólo aplicaba a la relación cliente-prostituta sino también a relaciones de tipo romántico. Walster y colaboradores llegaron a la conclusión de que lo que les gusta a los hombres  son mujeres selectivamente inaccesibles, es decir, frías y distantes con otros tipos, pero fáciles y accesibles para ellos.

Pensándolo bien, esto también tiene bastante sentido.

Por desgracia, no sé de ninguna investigación que se haya centrado en las preferencias de las mujeres sobre la accesibilidad de los hombres.

Walster et al., 1973

Test de salud mental

Definición de «salud mental» basada en el protocolo de diagnóstico psicológico  SWAP-200

(Shedler&Western (2007) Journal of Personality Assesment 89:41-55)

Una persona goza de salud mental si:

1) Es capaz de emplear sus talentos, capacidades y energía de forma efectiva y productiva.

2) Le gusta asumir retos; le complace alcanzar sus metas.

3) Es capaz de mantener una relación amorosa basada en el cariño y la complicidad.

4) Se siente realizad@ por el hecho de pertencer y contribuir a la comunidad (p.e. ONGs, asociaciones vecinales, parroquias, etc).

5) Le gusta ayudar, aconsejar y proteger a otras personas.

6) Tiene empatia; percibe y responde a los sentimientos y necesidades de los demás.

7) Es capaz de mantener una actitud asertiva de forma efectiva y apropiada cuando las circunstancias lo requieren.

8)Aprecia y responde al sentido del humor.

9) Es capaz de escuchar palabras con alto contenido emocional (por ejemplo, que sean contrarias a creencias o percepciones importantes,  o que atenten a la imagen de uno mismo) sin perder la calma, y de sacar provecho de las mismas.

10) Ha superado las experiencias desagradables del pasado; las ha asumido y ha reforzado su personalidad a consecuencia de ello.

11) Es articulad@; es capaz de comunicarse apropiadamente a través de la palabra.

12) Tiene una vida sexual satisfactoria.

13) Se encuentra cómodo en cualquier ambiente social.

14) Generalmente encuentra placer y felicidad en las actividades cotidianas.

15) Tiende a expresar sus afectos de forma apropiada, en calidad e intensidad, en la situación que sea.

16) Tiene la capacidad de reconocer puntos de vista alternativos, incluso en asuntos emocionalmente cargados.

17) Tiene principios éticos y morales, e intenta vivir de acuerdo con ellos.

18) Es creativ@; tiene la capacidad de ver y abordar problemas con soluciones originales.

19) Tiende a ser meticulos@ y responsable.

20) Tiende a ser activ@ y extrovertid@.

21) Tiene don de gentes; es capaz de entender las interacciones entre el «yo» y los «otros» de forma inteligente y sutil.

22) Es capaz de encontrar sentido y satisfacción en la persecución de fines y ambiciones a largo plazo.

23) Es capaz de formar y mantener relaciones amistosas a largo plazo, basadas en la comunicación y el apoyo mutuo.

PS, en el caso hipotético de que haya alguien que considere que tiene una salud mental normal, de acuerdo con esta definición, ruego dé señales de vida (el mundo necesita un líder).

La venganza de los bajitos

¿Se imaginan que se pudiera eliminar de un plumazo en cáncer y la diabetes? Estas dolencias figuran entre las 5 principales causas de mortalidad en el mundo. La posibilidad de que ambas enfermedades (que en realidad comprenden docenas de patologías diferentes) pueden relacionarse con cambios en un único gen abre la puerta aun tratamiento en el futuro, si bien esta posibilidad es todavía remota, de acuerdo con un artículo reciente publicado en Science Translational Medicine.

Esta investigación se ha centrado en individuos que sufren una rara enfermedad genética, el síndrome de Laron, que produce -en primer lugar- enanismo. En zonas remotas de Ecuador existen poblaciones donde esta enfermedad es relativamente frecuente, lo que ha permitido hacer un estudio de estos pacientes en comparación con parientes cercanos que no la sufren. Durante décadas, el Dr Guevara-Aguirre, del Instituto de Endocrinología, Metabolismo y Reproducción de Quito, ha estudiado a una muestra cercana a cien pacientes con este síndrome. Evidentemente, el síntoma más importante es la baja estatura; el hombre más alto medía 1,40 y la mujer más alta 1,24. Sin embargo, y esto es sorprendente, los afectados por el síndrome de Laron rara vez desarrollan cáncer o diabetes. Desde los años sesenta sólo uno ha tenido cáncer; una mujer desarrolló un tumor en el ovario, pero éste remitió del todo después de un tratamiento con quimioterapia. Y ninguno de ellos ha padecido diabetes, a pesar de que su enfermedad favorece la obesidad. Estos datos contrastan con los de la población general y los de los 1.600 parientes que se incluyeron en el estudio a modo de control.

Los investigadores han encontrado la relación entre el síndrome de Laron y la baja frecuencia de estas dos enfermedades. Al parecer, los enfermos tienen niveles bajos de insulina en sangre y sus célular responden a glucosa en mucho mayor medida que las normales. Ambas condiciones fisiológicas explicarían la ausencia de diabetes. La ausencia de tumores es evidentemente más difícil de explicar, pero parece ser otra consecuencia indirecta de la enfermedad.  Los afectados sufren una mutación recesiva en el receptor de la hormona del crecimiento . Por ello sus células no pueden responder a esta sustancia, lo que explica su baja estatura. Pero la hormona del crecimiento tiene otros muchos efectos fisiológicos en el cuerpo humano, incluso cuando el periodo de crecimiento ha terminado. Esta hormona estimula la producción de otras sustancias reguladoras, como el «factor de crecimiento similar a adrenalina 1» (IGF-1 del inglés Insuline-like growth factor 1) y existen indicios de que elsta sustancia está puede favorecer el desarrollo de cáncer. En estudios genéticos en ratones mutantes que no producen hormona del crecimiento se ha visto que, además del pequeño tamaño, se observa una baja frecuencia de cáncer: perfecta concordancia entre los datos del modelo animal y las investigaciones en humanos.

Pero esta resistencia al cáncer y a la diabetes tiene un alto precio. Además del pequeño tamaño, los Laron son más susceptibles a enfermedades infecciosas y tienen mayor tendencia a sufrir accidentes (en buena parte porque tienen que vivir con un mobiliario urbano que no ha sido diseñado para su tamaño). En conjunto, su esperanza de vida no es superior a la población normal. Sin embargo, este descubrimiento abre la posibilidad de encontrar una forma de modificar las consecuencias fisiológicas de la hormona del crecimiento de una forma positiva. Según los expertos, esto no una tarea fácil. Incluso en adultos, eliminar por completo dicha hormona puede tener numerosos efectos indeseados. Aunque tal vez sea posible modificar de forma selectiva algunar rutas metabólicas que se activan por la hormona del crecimiento.

Tal vez.

El abstract aquí

La mujer sin miedo

Podemos llamarla Sara Martin. Es unamujer de mediana edad y por su aspecto diríamos que es una persona completamente normal. Excepto por un importante detalle: Sara es incapaz de tener miedo.

Sara padece el (rarísimo) síndrome de Urbach-Wiethe. Durante su adolescencia esta enfermedad destruyó dos estructuras simétricas del cerebro del tamaño de una nuez, denominadas amígdalas. Debido a este daño cerebral,es incapaz de asociar determinadas memorias con emociones negativas, de ahí que estímulos que deberían resultarle negativos (porque son peligrosos) le resulten irresistiblemente atractivos; p.e. insiste en tocar a la mamba del zoo.

El caso de Sara ha sido estudiado por un equipo de neurobiólogos y los resultados se publicaron en el número de enero de Current Biology. En estudios anteriores se había visto que este tipo de pacientes era incapaaz de reconocer emociones negativas en las expresiones faciales de otras personas (p.e. tus invitados están a punto de vomitar y tú crees que les ha encantado la cena). En el caso de Sara, los autores han podido hacer pruebas mucho más variadas e inusuales.

Por ejemplo, Sara declaró que no tenía miedo a hablar en público, de la muerte, de la taquicardia o de ser juzgado negativamente por otras personas. En otro experimento, se llevaron a Sara al parque de atracciones y se partió de risa en la «La Casa Encantada»; asímismo, «visionó» varias películas de terror, con interés pero sin el menor atisbo de miedo.

Estarán de acuerdo conmigo en que el conjunto de cosas que le asustan a uno es algo muy personal. Coincidiría con Sara en cuanto a la mayoría de estas cosas: «La Casa Encantada», las películas de terror, elmiedo a hablar en público, a la taquicardia y a que te juzguen mal. Por supuesto, tengo mi lista personal de terrores, pero obviamente no estoy dispuesto a revelarla.

¿La ausencia de miedo es una bendición o un castigo? Yo diría que, en general, más bien lo último. Algo parecido ocurre con las personas que no pueden sentir dolor y pueden fácilmente freírse la mano en aceite hirviendo sin darse cuenta o sacarse un ojo porque se les ha metido un mosquito. Análogamente, la capacidad de clasificar algunas memorias como emocionalmente negativas nos ayuda o construir un mapa del mundo en el que sabemos lo que tenemos que evitar y a quiénes tenemos que evitar. Es casi seguro, que esta capacidad es adaptativa y que los portadores del gen defectuoso no dejarían muchos descendientes en las sociedades de cazadores recolectores de las que procedemos.

Feinstein J.S et al. (2011) Current Biology 21:34-38

Psicología Evolucionista de «San Valentín»

Factores que predicen cúando y con qué frecuencia se enamoran las personas

A pesar de algunas opiniones contrarias, el amor romántico ocurre en todas (o la inmensa mayoría) de las culturas conocidas, por lo que puede considerarse como una característica de nuestra especie, que no parecen compartir los otros primates antropomorfos. Así pues, si el amor ha surgido en algún momento de nuestra evolución es probable que cumpla alguna función. Teorías no han faltado, pero tal vez la que ha adquirido más relevancia es la «hipótesis de Frank» (Frank, 1988) , según la cual el amor romántico constituye una especie de «dispositivo de compromiso».

Los humanos diferimos de nuestros primos los chimpancés y los gorilas en nuestra tendencia a formar parejas estables dentro de grupos más amplios. Es cierto que existe una enorme variedad de costumbres en lo que respecta al matrimonio y el papel del padre en la crianza de los hijos; también es cierto que más del 50% de las sociedades tradicionales son polígamas en cierto grado. Aún así, la (relativa) monogamia de nuestra es innegable cuando nos comparamos con gorilas y chimpancés. Lo que viene a decir Frank es que el estado psicológico derivado del enamoramiento nos ayuda a enfocarnos en la persona amada y evita (hasta cierto punto) que persigamos otras alternativas.

Es razonable pensar que la monogamia puede ser adaptativa en nuestra especie, dado lo largo y dificultoso de la crianza en humanos. La institución de la pareja debió proporcionar mejores opciones de supervivencia a los hijos, de la misma manera que les ocurre a las aves nidificantes. Con ello no quiero decir que la ventaja evolutiva de la institución esté completamente demostrada (sólo que es plausible) y, por supuesto, no quiero decir que los humanos contemporáneos debamos ser monógamos en aras de la falacia naturalista. Ya saben, cualquier cosa que ocurra entre adultos que consienten…

Según Frank, las alteraciones de la conducta que frecuentemente acompañan al amor romántico servirían para «señalizar» a la pareja potencial nuestra disposición a realizar una inversión intensa y duradera de nuestros recursos. La naturaleza «costosa» del enamoramiento hace que esta señal sea problabemente cierta. Un galán que se pasa las noches en vela junta a la ventana de su dama, probablemente está mostrando sentimientos verdaderos, sobre todo si hace frío y el número de noches en vela es alto.

Al hilo de los argumentos de la Psicología Evolucionista sobre el amor romántico, he encontrado este artículo publicado en 2010, en el que Andrew Galperin, de la Universidad de California, acomete la difícil tarea de contrastar algunas hipótesis sobre diferencias de género respecto al enamoramiento. No puedo decir que el trabajo me haya entusiasmado (encuentro las hipótesis a contrastar un tanto artificiales y farragosas); y para contrastarlas, recurre tanto a la literatura publicada como a la realización de nuevos exeperimentos. Por último, tampoco los datos parecen ofrecer más que un modesto apoyo a las hipótesis, pero en fin…

En esencia, el autor encuentra un modesto apoyo experimental a la idea de que los hombres se enmoran más fácilmente que las mujeres. En cambio, en mujeres (pero no en hombres) encontró una relación entre el interés por el sexo (sex drive) y la frecuencia de enamoramiento.

Frank, R.H. (1988). Passion within reason: The strateguc role of emotions. New YorK: W.W. Norton and Company.

 

El artículo aquí


Premio Nobel afirma que es posible teletransportar DNA

¡Menuda ha armado el Premio Nobel Luc Montagnier con el asunto del teletransporte de DNA! Y no es para menos. Aunque los detalles del trabajo  no son conocidos (todavía no ha sido aceptado para su publicación en una revista), lo que dicen Luc y sus colaboradores, en esencia, es que es posible transportar una mólecula a través de las ondas electromagnéticas y reconstruirla físicamente en otro lugar. De confirmarse, se trataría de un descubrimiento importantísmo y con grandes aplicaciones prácticas (en potencia). Sin embargo, a casi todos los científicos les parece imposible que lo sea. Personalmente, me sumo a la ola de escepticismo.

El experimento de Montagnier es, en principio, bastante simple. Requiere dos tubos, adyacentes pero físicamente separados; el primero contiene una solución diluida de una molécula de DNA de unos 100 pares de bases, mientras que el segundo sólo contiene agua. Los tubos son sometidos a un campo electromagnético de muy baja intensidad durante varias horas. Después, muestras de ambos tubos son sometidas a una reacción en cadena de la polimerasa (PCR) con objeto de amplificar el DNA. En el segundo tubo, que sólo contenía agua, no debía amplificarse nada. Y sin embargo, se obtienen moléculas de DNA del mismo tipo que las del primer tubo. La explicación, según Montagnier y colaboradores, es que la radiación electromagnética forma una «huella» en el agua del segundo tubo, dando lugar a una estructura «fantasma» que refleja exactamente la forma de la molécula de DNA original. En la amplificación posterior,  la Taq polimerasa «confunde» dicha huella con la molécula verdadera y realiza una copia de la misma. A partir de ahí, el proceso de PCR transcurriría normalmente.

Sin embargo, la inmensa mayoría de los químicos argumenta que la dinámica de las moléculas del agua impide que tal cosa pueda ocurrir; la molécula «fantasma», de existir, tendría una existencia efímera en el agua, del orden de picosegundos. Tampoco es fácil explicar cómo la polimerasa sería capaz de confundir al «fantasma» por una molécula real. No obstante, hay que reconocer que el experimento tiene una ventaja: es, en principio, fácil de replicar. Si otros grupos son capaces de obtener el mismo resultado, habrá que admitir que el fenómeno es real, aunque resulte muy difícil de explicar. Como ocurrió con el asunto de la «fusión fría», habrá que esperar algunos meses desde que se publique el artículo para saber a qué atenerse.

Naturalmente, buena parte de este tinglado descansa en la «autoridad científica» de Luc Montagnier, co-descubridor del virus del SIDA y Premio Nobel de Medicina. Pero una de las caracterísiticas de la ciencia es la falta de respeto hacia la «autoridad»  de las personas, tengan el premio Nobel o no. Por otro lado,  no sería la primera vez que un «laureado» sostiene un disparate. Recordemos la «cagada» de Linus Pauling sobre la vitamina C y el resfriado. Si los resultados no se confirman, Montagnier puede haberse fumado su prestigio.

En cualquier caso, habría que esperar a que otros laboratorios repliquen este resultado para empezar a pensar que hay algo serio detrás de todo esto. Como dice un refrán, conviene tener la cabeza abierta, pero no tanto como para que se te salgan los sesos.

Unidos por los genes (un estudio sugiere que los genes influyen en los amigos que elegimos)

¿Qué tipo de razones nos llevan a elegir a nuestros amigos? ¿Son razones puramente circunstaciales (p.e. compañeros de clase) o hay claras afinidades psicológicas? ¿O (seguramente) una combinación de factores? Sin emabrgo, hasta ahora nadie había atribuido a los genes un papel en la determinación de nuestras relaciones amistosas. En constraste, hay pruebas claras de que los genes sí influyen en nuestras «decisiones de apareamiento», aunque tal influencia parece ser pequeña en nuestra especie (más info aquí).

Un estudio publicado en PNAS (el artículo aquí) sugiere precisamente que estas decisiones están influidas (en parte) por algunos genes, en concreto dos. Curiosamente, un gen influye en el sentido de atraer a individuos con la misma versión particular de dicho gen (homofilia), mientras que el otro tiene el efecto contrario: juntar a personas con diferencias en el mismo (heterofilia). En otras palabras, los investigadores han encontrado un ejemplo de «Dios los cría y ellos se juntan» y otro de «los extremos se atraen».

El primero es el gen DRD2, que codifica un receptor de dopamina; variantes de este gen han sido asociadas con una tendencia al alcoholismo y, en general, a manifestar una conducta compulsiva. Los autores señalan que esta tendencia a juntarse de los individuos con la misma variante de DRD2 puede reflejar simplemente el tipo de ambientes que frecuentan. Si, influido por tus genes, te pasas la vida en locales nocturnos, no es raro que tus amigos también frecuenten estos lugares, a su vez influidos por sus propios genes. Es también posible que el tipo de personalidad que se desarrolla a consecuencia de una variante particular de DRD2 resulte poco atractiva para los que no la comparten.

Mucho más misterioso y difícil de explicar es el otro gen, CYP2A6, que codifica una enzima implicada en la eliminación de sustancias tóxicas en el hígado. Alguna variante de CYP2A6 se ha relacionado con una mayor tendencia a fumar, lo que se explica porque esta enzima interviene en el metabolismo de la nicotina. De manera que los efectos de esta sustancia pueden ser diferentes en distintos individuos, por lo que no es difícil pensar que en algunos casos la variante haga más difícil el dejar de fumar. Al parecer, este gen tendría un efecto de «heterofilia»: la atracción se produce entre personas con distintas variantes del mismo. Los investigadores carecen de una explicación a este hecho.

En cualquier caso, conviene destacar que los efectos de estos genes son pequeños y que otros muchos factores, genéticos y culturales, deben estar influyendo en nuestras decisiones acerca de qué amigos hacemos y cuáles conservamos.

Un programa de análisis lingüístico predice el éxito en las relaciones amorosas

En el famoso drama de Edmond Rostand, Cyrano de Bergerac ayuda a su amigo Chistián a seducir a la hermosa Roxana, escribiéndole elocuentes cartas. Irónicamente, el propio Cyrano está perdidamente enamorado de ella, pero éste, carente  de auto-estima debido al tamaño de su nariz, es incapaz de mostrar sus propios sentimientos, incluso cuando se hace patente que es  la elocuencia de Cyrano y no el atractivo físico de Christian, lo que surte efecto.

A pesar de este y otros notables ejemplos literarios, hasta hace poco ha habido poca investigación seria sobre el papel del lenguaje como «herramienta de seducción», aunque esta idea ha sido propuesta seriamente. Por ejemplo, Geoffrey Miller en su interesante y controvertido libro The Mating Mind sugiere que este es precisamente el origen del lenguaje en nuestra especie a través de selección sexual.

Buceando por la red, me he encontrado con este interesante artículo del grupo del profesor  James Pennebaker,  de la Universidad de Texas (el trabajo completo aquí: Ireland_et.al_LSM&relationships). Previamente, los autores habían desarrollado un programa informático, denominado LIWC, que permite medir la «coordinación lingüística» entre dos personas. Aparentemente, cuando existe una «buena onda» entre dos personas que conversan, ambas adoptan una forma de hablar similar que denota, justamente el grado de conexión entre ambas. Ahora bien, se trata de una coordinación sutil que no es fácil de percibir por un observador ajeno. De hecho, esta medida de la conexión entre ambos (denominada LSM: Language Style Matching) se basa en la utilización que hacen los hablantes de pronombres, preposiciones, conjunciones y otros elementos del lenguaje. El uso de palabras «con significado», como los verbos o nombres comunes puede ser muy diferente. Y sin embargo, los hablantes «que conectan bien» adaptan el uno al otro la forma y frecuencia en que emplean estas otras «palabras funcionales».

En resumen, el programa LIWC analiza el texto de una conversación entre dos partes y nos da un índice LSM que mide la sintonía entre ambos individuos. Lo que han hecho los autores de este trabajo ha siso investigar si los LSM podían predecir el éxito de las relaciones románticas en dos contextos diferentes: en las citas rápidas y en parejas ya establecidas de unos tres meses. El primero, las citas rápidas, está siendo objeto de numerosas investigaciones en psicología y ya ha aparecido algunas vez en este blog (p.e. aquí). Y no me extraña, porque parece un entorno planificado para obtener datos sobre el comportamiento de las personas y, al mismo tiempo, se trata de una conducta real y no de un experimento; es decir, los implicados tienen un verdadero interés en ligar. El dispositivo experimental es bastante directo: se graban conversaci0nes en estos eventos; dichas conversaciones son transcritas  a texto y analizadas por LIWC; finalmente se investiga si existe correlación entre los valores de LSM de cada pareja y el hecho de que inicien o no una relación. Y…¡Bingo! la correlación es clara. Por cada aumento del LSM en una desviación estándar, la probabilidad de iniciar una relación se multiplica por 3. En el segundo estudio, 80 parejas en la vida real fueron grabadas y analizadas. Posteriormente se investigó la relación entre los LSM y la estabilidad de la pareja. De nuevo, valores altos predecían parejas más estables.

En definitiva, este método puede resultar muy útil en futuros estudios sobre el comportamiento humano. Hay que señalar que los aspectos no-verbales de la comunicación sí habían sido estudiados en el contexto de las relaciones románticas, en cambio, los aspectos lingüísticos se habían dejado lastimosamente de lado. Para todos aquellos que no nos dedicamos a la investigación en Psicología, supongo que la pregunta es: ¿ podría servirme este programa para conquistar a mi amad0/a?

Efectos negativos de la lactancia materna (exclusiva y prolongada)

No hay duda de que ser padre primerizo es un periodo de constante zozobra. De repente, te encuentras con una pequeña gran responsabilidad para la cual obviamente no estás cualificado. No importa que te hayas preparado concienzudamente y que hayas leído algún libro al respecto (puede ser peor, incluso). Al final, las cosas no son como dicen los libros y siempre te encuentras en la necesidad imperiosa de tomar decisiones en tiempo real sin tener el conocimento adecuado para ello.

Buena parte del problema son los demás. Particularmente, amigos y parientes. Mientras tú te debates en tu ignorancia, parece que a todo el mundo le sobra información y todo el mundo sabe lo que hay que hacer al respecto. Por supuesto, no lo saben. Las opiniones cualificadas suelen venir respaldadas por frases como «Mi abuela lo hacía así» o «Me lo dijo una amiga». Recuerdo que esta proliferación de consejos no pedidos me resultaba particularmente irritante, hasta llevarme al sarcasmo. ¿Y tú en qué Universidad has estudiado pediatría?

Naturalmente, la crianza de los niños está lejos de ser una ciencia exacta y muchos de los consejos y recomendaciones, incluso los procedentes de fuentes cualificadas, no están basadas en la evidencia experimental sino más bien en la experiencia profesional del médico, aunque en la mayoría de los casos no resultan obviamente perjudiciales.  Esto se debe, en buena parte, a que realizar experimentos con humanos de poca edad resulta muy difícil por imperativos éticos y legales. De manera que la evidencia suele ser particularmente escurridiza en estas cuestiones. Y si los padres preguntan al pediatra, éste tiene que contestar con un cierto aire de seguridad (por el bien de todos). Con esto no estoy criticando particularmente a los pediatras, que generalmente lo hacen lo mejor que pueden. Me limito a afirmar sinplemente que un buen número de consejos médicos (en pediatría y otras especialidades) no están basados en evidencia experimental.

Justamente, lo que han hecho los autores de un artículo publicado recientemente en el British Medical Journal ha sido revisar los estudios disponibles acerca de un tema objeto de largas controversias en el pasado: la convenciencia de la lactancia materna (el artículo de BMJ aquí). Me apresuro a comentar que el artículo no pone en cuestión los beneficios de esta práctica en sí. Todo los contrario, los autores insisten que dichos beneficios están bien documentados y no constituyen el tema de su investigación. Lo que sí ponen en duda son los beneficios de la lactancia materna exclusiva y prolongada hasta los 6 meses, frente a la alternativa de introducir otros alimentos de forma paulatina a partir del cuarto mes. Esta segunda opción, en opinión de los autores del artículo, es más favorable.

La cuestión es que la OMS recomienda oficialmente la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses y esta es también la recomendación oficial en Reino Unido, aunque el 65% por de los países occidentales (incluido Estados Unidos) decidió no sumarse, al parecer con buen criterio. Después de revisar los estudios disponibles, los autores señalan que los niños en lactancia exclusiva tienen un mayor riesgo de anemia debido a que el hierro es un elemento relativamente escaso en la leche;  y la falta de hierro tiene efectos adversos en el desarrollo del infante. También señalan un mayor riesgo en el desarrollo de alergias y de enfermedad celiaca. Al parecer, existe una ventana en el desarrollo (4-6 meses) en la que la exposición paulatina a alergenos disminuye la posibilidad de padecer alergias en el futuro.

Más frecuente (pero también generalmente menos grave ) es el hecho de que generalmente la madre no produce suficiente leche para satisfacer las necesidades calóricas del bebé durante tanto tiempo. Típicamente, los bebés protestan enérgicamente por esta situación y los padres suelen llegar a la conclusión de que necesitan más comida.

Los autores proponen, por tanto, la introducción paulatina de otros alimentos a partir del cuarto mes, aunque reconocen que las circunstancias pueden ser muy diferentes en distintos países. Por ejemplo, puede ocurrir que los alimentos disponibles para los bebés no resulten seguros desde el punto de visto microbiológico o nutritivo. Si el agua puede provocar disentería en adultos, quizá sea mejor que el bebé siga con lactancia materna el mayor tiempo posible.

Si algún padre primerizo y acongojado lee esto lamento no poder darle más información que la del propio artículo. Para bien o para mal no soy pediatra y mis hijos dejaron de tomar biberones hace bastantes años. Entiendo su zozobra y me solidarizo con  su «típico estado de confusión», pero por desgracia no puedo ayudarles. Léanlo y apliquen su criterio.

 

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Voulez-Vous Coucher Avec Moi (Ce Soir?): El extraño experimento de Clark & Hatfield

A finales de los ochenta los psicólogos R. Clark y E. Hatfield [1]realizaron un experimento muy poco convencional. Contrataron a una serie de jóvenes con notable atractivo físico (chicos y chicas) con la misión de pasearse por un campus universitario y, de forma aleatoria, abordar a un desconocido/a y decirle: ‘te encuentro muy atractivo/a’, y después una de las siguientes frases: 1) ‘¿quieres quedar conmigo esta noche?; 2) ‘¿quieres venir a mi apartamento esta noche?; o 3) ‘¿quieres acostarte conmigo esta noche?’. Naturalmente, el propósito consistía en estudiar si los hombres y las mujeres respondían de forma distinta a las tres preguntas. Y por supuesto, así fue. Más o menos el 50% en ambos casos respondió afirmativamente a la primera. En la segunda, sólo el 6% de las chicas dijeron que sí, frente al 69% de los chicos. En la tercera pregunta las diferencias fueron abismales: ninguna de las mujeres aceptó la proposición, frente al 75% de los hombres. Lo más gracioso es que el 25% de los chicos que se negaron a semejante proposición parecían muy ‘cortados’ y balbucearon excusas. El experimento se repitió en diversos campus con resultados semejantes. Los autores concluyen que los hombres son más proclives a tener relaciones sexuales a corto plazo. En cierto modo este experimento va a contracorriente; lo normal es que los científicos se esfuercen en averiguar cosas que nadie conoce y en este caso el objetivo era demostrar algo que todo el mundo sabe. Tenemos toneladas de evidencia anecdótica al respecto: los hombres son más promiscuos y menos selectivos que las mujeres. Reconozco que esto último es un tópico, pero considero que el tratamiento correcto con respecto a los tópicos consiste en no creer que son necesariamente ciertos, ni tampoco necesariamente falsos. Supongo que la razón de este pintoresco experimento era justamente obtener una evidencia experimental y cuantitativa sobre el tema, o sea el tipo de resultado que uno puede publicar en una revista científica. Admitiendo que el experimento estaba justificado, creo que la metodología tal vez no sea tan adecuada como parece. Es posible que las personas entrevistadas estuvieran tratando de defender su ‘reputación’. Después de todo, el comportamiento de los atractivos experimentadores resultaba inusual; así, los entrevistados debían estar preguntándose de qué iba el asunto. Por ejemplo, se me ocurre que los hombres podían pensar que se trataba de una broma de sus amigos o de un programa de cámara oculta o de una ‘trampa’ organizada por su esposa. Imagino que al entrevistado podía preocuparle que su novia se enterase de que había aceptado la proposición o (aun peor) que sus amigos se enterasen de que no la había aceptado.

No obstante, otros estudios confirman la idea de que los hombres tienen mayor interés por las relaciones de corto plazo. Por ejemplo, Buss y sus colaboradores abordaron la cuestión haciendo un gran número de entrevistas a estudiantes universitarios en Estados Unidos[2].  En todos los casos, los hombres manifestaron un mayor deseo por mantener relaciones de ‘una noche’ y por tener mayor número de compañeras sexuales. Para ellos, la media del número ideal de amantes en un año era de seis y para ellas, dos. Cuando se preguntaba por el mínimo tiempo de relación previa necesario para considerar la posibilidad de tener relaciones sexuales (con personas consideradas como atractivas) ambos grupos dieron respuestas muy diferentes. Para las mujeres, la media era un tiempo mínimo de seis meses, mientras que para los hombres fue de una semana. Hay que señalar que para los hombres, un tiempo de relación previa tan corto como una hora fue considerado como ligeramente inhibitorio; es decir, el factor tiempo disminuía algo, pero no mucho, las posibilidades de que estuvieran dispuestos a practicar el sexo con una pareja atractiva. En cambio, la mayoría de las mujeres manifestó una clara repulsa a acostarse con cualquier individuo si la relación previa era menor de una semana. En cualquier caso, creo que no necesitamos una publicación científica para aceptar que los hombres tienen más interés por el sexo rápido y por un mayor número de compañeras sexuales. El hecho de que los consumidores de ‘servicios sexuales’ y pornografía sean mayoritariamente hombres constituye una prueba abrumadora en este sentido. No estoy negando que las mujeres puedan comprar favores sexuales en ocasiones, pero es evidente que lo hacen en una proporción mucho menor que los hombres.

Esta diferencia es concordante con la conducta de apareamiento de la mayoría de las restantes especies de mamíferos, lo que sugiere una base biológica para esta diferencia. Es posible, sin embargo, que esta diferencia se deba exclusivamente al condicionamiento cultural y que desaparezca a medida que dicho condicionamiento diferencial termine. Veremos.


[1] Clark, R.D. and Hatfield, E. (1989) “Gender differences in recepeptivity to sexual offers” Journal of Psychology and Human Sexuality 2:39-55

[2] Buss, D.M. and Schmitt, D.P. (1993) “Sexual strategies theory: an evolutionary perspective on human mating” Psychological Review 100:204-232

Los números de 2010

Los duendes de estadísticas de WordPress.com han analizado el desempeño de este blog en 2010 y te presentan un resumen de alto nivel de la salud de tu blog:

Healthy blog!

El Blog-Health-o-Meter™ indica: Wow.

Números crujientes

Imagen destacada

El Museo del Louvre tiene 8,5 millones de visitantes al año. Este blog fue visto cerca de 210,000 veces en 2010. Si el blog fuera una exposición en el Louvre, tomaría 9 días para verla.

 

En 2010, publicaste 37 entradas nueva, haciendo crecer el arquivo para 308 entradas. Subiste 52 imágenes, ocupando un total de 14mb. Eso son alrededor de 4 imágenes por mes.

Tu día más ocupado del año fue el 14 de noviembre con 4 visitas. La entrada más popular de ese día fue Fleming no descubrió la penicilina.

¿De dónde vienen?

Los sitios de referencia más populares en 2010 fueran meneame.net, alt1040.com, google.es, search.conduit.com y c.microsiervos.com.

Algunos visitantes buscan tu blog, sobre todo por fiesta, gordos, www, the far side y gary larson.

Lugares de interés en 2010

Estas son las entradas y páginas con más visitas en 2010.

1

Fleming no descubrió la penicilina noviembre, 2010
16 comentários

2

Los últimos “hombres primitivos” febrero, 2008
16 comentários

3

GORDOS noviembre, 2007
8 comentários

4

Serotonina y control de las emociones julio, 2008
33 comentários

Bin Laden no existe

Esta es la sorprendente revelación de Wikileaks (aunque el archivo todavía sigue encriptado, lo siento chicos). Al parecer, el famoso terrorista es el producto de un elaborado fraude perpetrado por la CIA, el FBI y por la Central Anti-terrorism Control Agency (una institución tan secreta que nadie había oido hablar de ella). Esta última filtración de Wikileaks se ha producido como consecuencia de la detención de su director, Julian Assange, el cual ha enviado el archivo encriptado a diversos servidores de Internet ante la más que probable eventualidad de su asesinato (he tenido acceso al contenido gracias a un amigo de la Facultad de Informática que lo ha «hackeado»).

Pero, empecemos por el principio. El origen de la filtración está en Edward J. Teverga, un ex-agente del FBI, la CIA y la ya mencionada CACA, y que tiene un larguísimo curriculum vitae en todo tipo de operaciones oscuras. Inició su carrera en los sesenta, ayudando a organizar los asesinatos de J. F. Kennedy y Martin Luther King, así como el fiasco de la llegada a la Luna en 1969 (más info aquí).

A finales de los setenta, a Teverga se le encargó la tarea de fabricar un virus de contagio sexual, por encargo del Vaticano. Sorprendemente, y a pesar de voces disidentes como  Wangari Maathai , la mayoría de la gente sigue pensando que el sida es una enfermedad «natural».

A finales de los ochenta, le pidieron que echara una manita al M16 británico para cargarse a Lady Di (véase las declaraciones de Richard Tomlinson ).

Dada su extensa carrera, resulta imposible dudar del informe de Wikileaks, acerca de la inexistencia de Bin Laden y el consiguiente fraude del atentado de las Torres Gemelas (que ya se ha sido denunciado por muchas personas independientes, como Thierry Mayssans). Sin duda, en esta conspiración ha participado mucha gente. Por ejemplo, se sabe que son numerosos los que han contribuido a «impersonar» a Bin Laden, como el actor británico Rowan Bean (Mr Bean),  el político español, Gaspar Llamazares o incluso el propio ex-presidente George Bush.

Así mismo, Teverga ha confirmado la famosa teoría (aunque ya sospechámabamos que era cierta) según la cual, la familia real inglesa y el ex-presidente George Bush pertenecen en realidad a una raza de alieniégenas de aspecto reptiliano, aunque su apariencia se oculta tras una sofisticada careta. Lo que no sabíamos es que el ex-ministro español Moratinos también pertenece a esta raza (aunque en este caso sin ningún tipo de careta).

Al parecer, Teverga realizó estas declaraciones en el mismísimo Aeropuerto Intenacional de Denver (Colorado), centro neurálgico de la Conspiración Mundial y avalado por el mismísimo David Icke, seguramente su cronista más afamado.

Pero, por sorprendente que todo esto pueda parecer, ¿acaso no sabíamos ya que el mundo es una Gran Conspiración?

Feliz 2011 a todos y en particular a los conspiracionistas del Mundo, habidos y por haber.

Descubierta una nueva «especie» afín al Neanderthal

Denisovianos (o denisovanos). Ese es el nombre que se ha asignado a esta nueva especie? descubierta en la cueva de Denisova (en la foto), en las montañas Altai, al sur de Siberia. El hallazgo ha sido publicado en la revista Nature por el archiconocido equipo de Svante Pääbo (y otros colaboradores) del Instituto Max-Planck. Según este trabajo, los denisovianos fueron una especie cercana al Nenderthal que habitó en zonas del centro y este de Eurasia hasta una fecha tan cercana como 30.000 años.

Muy pocos restos han sido encontrados hasta la fecha; tan sólo un molar (de un adulto) y un meñique (de una niña), así que de momento es imposible ponerle cara a este nuevo miembro de nuestra familia. Sin embargo, se ha podido purificar DNA a partir del dedo y se ha obtenido una secuencia del genoma completo, que tiene una calidad bastante buena. Los análisis genéticosindican que la poseedora del meñique tenía una cercanía genética con el neaderthal mayor que la nuestra. El árbol filogenético de la figura adjunta nos muestra a los denisovianos como una especia hermana del Neanderthal

Sin embargo, el descubrimiento más sorprendente se produjo al comparar cuidadosamente las secuencias comunes entre el genoma denisoviano y los humanos modernos. Los datos indican sin lugar a dudas que se produjo un intercambio de material genético entre éstos y algunas poblaciones de humanos modernos, cuyos descendientes habitan en la actualidad en Nueva Guinea. Esta situación es paralela a la que ocurrió con los neanderthales, los cuales también tuvieron intercambiaron material genético con los humanos modernos en Europa Occidental. Se calcula que una pequela parte del genoma de los europeos (1-4%) proviene del neanderthal.

En definitiva, la hipótesis out of Africa, según la cual se produjo un desplazamiento de las especies humanas que habitaban Eurasia por los humanos modernos procedentes de Africa, parece que es un poquito más complicada. Al menos en dos ocasiones, los humanos modernos pillaron genes de dos especies pre-establecidas en Eurasia. No puede descartarse que haya otros parientes en nuestro álbum de familia por descubrir.

Los autores del trabajo prefieren no entrar en la polémica de si se trata de una especie diferente del neanderthal o no, amparándose en que ya hay bastante discusión sobre si los neanderthales constituyen una especie diferente a la nuestra.

¡Démos la bienvenida a nuestros primos denisovianos!

Nuestra bacteria interior

En general, los humanos pensamos que pertenecemos a una especie (Homo sapiens) y que por tanto, nuestro cuerpo está formado exclusivamente por células humanas. Ocurre que esta idea, sin ser totalmente falsa, tampoco es totalmente cierta.

En realidad, sería mejor que nos visualizásemos como un pequeño ecosistema andante, ya que los microorganismos son habitantes inevitables en nuestro intestino, boca, piel, estómago y (si aplica) vagina. Desde el punto de vista numérico, alrededor del 90% de las células que acarreamos son bacterias; las células humanas están en franca minoría en nuestro organismo.

Lo más importante, es que nuestros microbios no son un mero accidente, ni un resultado indeseable de la falta de higiene. Son parte de nosotros. Y tratar de librarnos de ellos no sólo es imposible sino también una mala idea.

La vieja idea «nosotros somos buenos y ellos malos» nos ha llevado a pelear contra las bacterias (con éxito variable) usando antibióticos, vacunas, jabón y todo tipo de desinfectantes. De nuevo, no digo que la idea no tenga una buena parte de razón, aunque me temo que la hemos llevado demasiado lejos. Pero permítanme que desarrolle este tema con algunos datos.

En la última década han surgido nuevas y poderosas técnicas para estudiar la diversidad microbiana. Así se ha visto que el número de especies bacterianas que llevamos encima es muy superior al que se pensaba. En nuestro sistema digestivo se han encontrado 395 tipos de bacteria (dos tercios de los cuales eran totalmente desconocidos). En conjunto, estos microorganismos aportan una ingente información genética. Los productos de estos genes parecen tener un papel fundamental en los procesos digestivos, ya que nos ayudan a romper las moléculas d elos alimentos, a asimilarlos y nos aportan vitaminas.

El tipo de bacterias que albergamos tiene consecuencias sobre la salud. Por ejemplo, la tendencia a la obesidad está relacionada con el tipo de bacterias intestinales (más info). Asímismo,  el grupo de Jeffrey Gordon ha encontrado que ratones «axénicos» (desprovistos de microorganismos) mejoran en su desarrollo cuando se les proporciona bacterias.

Por otra parte, el sistema inmunológico necesita interaccionar con los microorganismos para su correcto funcionamiento. Un exceso de higiene se ha relacionado con el aumento de las enfermedades alérgicas en las ultimas décadas. Análogamente, se ha visto que una bacteria abundante en el intestino, Faecalibacterium prausnitzii tiene actividad anti-inflamatoria y parece proteger frente a la enfermedad de Crohn.

Tal vez el caso más dramático es el de Helicobacter pylorii. En los años ochenta se descubrió que este microorganismo era el agente causal de las úlceras pécticas y de muchos casos de cáncer de estómago, pero recientemente se ha descubierto que su total ausencia del estómago también tiene efectos negativos bastante serios (más info). De modo que su estatus ha pasado de villano al un viejo amigo con un lado oscuro.

Al conjunto de microorganismos que habitan en nuetro cuerpo se conoce como microbioma, un concepto inexistente hace 10 años, pero que hoy es objeto de muchísima investigación. Es seguro que el microbioma juega un papel fundamental en la salud y enfermedad de los humanos. Tal vez en una fecha no demasiado lejana seamos capaces de modificarlo en nuestro beneficio y en vez de tratar de evitar a las bacterias a toda costa, intentemos interaccionar con microbios que no nos hagan daño.

Para eso todavía tendremos que aprender unas cuantas cosas de nuestra bacteria interior.

Bacterias que utilizan arsénico: algunas precauciones

La noticia ha salido hoy a bombo y platillo. Científicos de la NASA (y de otras instituciones) descubren una bacteria que emplea arsénico en lugar de fósforo. En algunos medios de comunicación se habla del descubrimiento de «un nuevo modo de vida». Esto último es un pelín exagerado, ya que la bacteria en cuestión pertenece a una familia bien conocida (Halomonadáceas).

He podido echarle un vistazo al artículo publicado en Sciencexpress y, aun reconociendo que se trata de una bomba periodística, creo que todavía es pronto para echar las campanas al vuelo. No porque el descubrimiento no sea interesante, sino porque los autores tendrán que presentar bastante más evidencia experimental para convencer a la comunidad científica de que realmente las cosas son como ellos dicen. Pero vamos por partes.

Todos los seres vivos dependemos de 6 elementos básicos: carbono, hidrógeno, nitrógeno, oxígeno, azufre y fósforo. Algunos elementos adicionales son también necesarios pero tan sólo en pequeñas cantidades (oligoelementos), como el calcio, hierro, zinc, cobre, magnesio o manganeso (básicamente, lo que contienen los complementos nutritivos minerales). En algunos casos se ha visto que es posible sustituir un oligoelemento por otro, pero el intercambio de algunos de los «seis grandes» se consideraba imposible.

El arsénico (As) es un elemento químico relativamente parecido al fósforo y  ambos ocupan posiciones contiguas en la tabla periódica. Ambos tienen un radio atómico y una electronegatividad similar, por lo que su comportamiento químico también es parecido. En particular, la forma más abundante del P en los seres vivos, el fosfato (PO4 3-), se comporta de manera muy parecida al arseniato (AsO4 3-). Precisamente en esta similitud química se basa la toxicidad del arseniato, el cual puede incorporarse en muchos procesos biológicos dado que no es distinguible del fosfato, pero las pequeñas diferencias químicas entre uno y otro hacen que muchos procesos biológicos acaben siendo inhibidos, dado que los compuestos de arseniato son mucho menos estables que los correspondientes compuestos de fosfato.

En el trabajo publicado por Felisa Wolfe-Simon y colaboradores, se describe una bacteria procedente del lago Mono de California, cuyas aguas contienen altos niveles de arsénico. Los invetigadores muestran que esta bacteria, denominada cepa GFAJ1, contiene asímismo, cantidades elevadas de este elemento. Más importante, la bacteria no crece en un medio carente de fósforo y arsénico y crece bien cuando el medio contiene fósforo. Lo novedoso es que si al medio carente de los dos elementos  se le sumisitra solo arsénico, la bacteria es capaz de crecer, aunque 10 veces menos que en presencia de fósforo.

Utilizando otras técnicas, estos investigadores demuestran también  que el arsénico está presente y es abundante en las principales moléculas orgánicas de las bacteria: DNA, proteínas y lípidos. A pertir de estos datos, los autores concluyen que la cepa GFAJ1 está utilizando arsénico en todas aquellas moléculas en las que normalmente se emplea fosfato, como el ATP o el NADPH.

Bien. Es posible que sea así y en tal caso se trata de un descubrimiento realmente importante. Sin embargo, hay muchas preguntas que deben ser abordadas antes de aceptar esta conclusión. Por ejemplo, habrá que ver si realmente las células emplean tri arseniato de adenosina en vez de su equivalente (tri fosfato de adenosina) y si este compuesto es realmente capaz de cumplir su papel esencial en el metabolismo energético.  Análogamente, habrá que excluir la posibilidad de que los compuestos se encuentren unidos a arsénico pero que la célula esté empleando el fósforo para sus reacciones bioquímicas. También habrá que excluir la posibilidad de que la alta concentración de arsénico active un transportador de fosfato que permita a la bacteria asimilar de forma muy eficiente pequeñas cantidades de este elemento. La lista de posibilidades es larga.

Me gustaría aclarar que no estoy personalment en contra de los «descubrimientos extraordinarios» y que estoy razonablemente dispuesto a cambiar de chip cuando lo exigen los datos. La «carga de la prueba» es de los autores.

Breve Historia de la enfermedad infecciosa

Esta semana pasada he estado en Granada invitado por el Instituto de Astrofísica de Andalucía, dentro de las actividades de divulgación científica que organiza esta institución para la Semana de la Ciencia 2010.

Quiero agradecer a los organizadores, particularmente a la Dra. Matilde Barón (CSIC) por su amable invitación y felicitarlos a todos  por el excelente trabajo que están haciendo.

La charla está disponible aquí

(tarda un rato en arracar hasta que se llena el buffer)

Fleming no descubrió la penicilina

 

Supongo que esto suena un poco raro, ya que todo el mundo sabe que Fleming descubrió la penicilina, haciendo un gran servicio a la humanidad, y que por eso tantas ciudades del mundo han dedicado un calle al gran benefactor. Sin embargo, investigadores fiables han señalado sin lugar a dudas que la figura de Fleming es en realidad un mito creado por los medios de comunicación. Lo que sí descubrió Alexander Fleming es que una cepa del hongo Penicillium notatum era capaz de inhibir en una placa de Petri el crecimiento de espafilococos; un descubrimiento importante y necesario para que años después un equipo de investigadores de Oxford descubriera realmente este antibiótico, haciendo con ello (ahora sí) un gran servicio a la humanidad.

En julio de 1929, Alexander Fleming se encontraba en su laboratorio del Hospital St Mary en Londres, estudiando las propiedades de una proteína con porpiedades moderadamente antibacterianas: la lisozima. Todo indica que su laboratorio no cumplía los requisitos de limpieza y orden necesarios para la investigación microbiológica y de aquí que se produjera una contaminación de una placa de Staphilococus con una rara cepa de Penicillium procedente de un laboratorio vecino. Fleming observó la placa contaminada e, indolentemente, la dejó encima de la mesa (en vez de destruirla como dice el protocolo) y abandonó la ciudad durante unos días. En ese periodo, las temperaturas en Londres fueron al principio inusualmente bajas, lo que favoreció el desrrollo del hongo, el cual resulto ser capaz de producir grandes cantidades de antibiótico. Más adelante, las temperaturas subieron y cuando la bacteria empezó a crecer los efectos del antibiótico se hicieron patentes. A su regreso, Fleming observó el fenómeno y dedujo, acertadamente, que había una sustancia producida por el hongo capaz de matar a la bacteria. Sin duda, una buena observación pero difícilmente una proeza intelectual.

Sin embargo, Fleming no fue capaz de purificar y estudiar dicha sustancia. Durante unos meses, estuvo investigando con los efectos antisépticos de los lisados del hongo, útiles como antiséptico . Publicó un trabajo, pero pronto abandonó esta línea ya que la idea prevalente entoces es que las sustancias antibióticas eran demasiado tóxicas para ser empleadas directamente en humanos. La pencilina tendría que dormir el sueño de los justos durante 10 años para ser descubierta.

Howard Walter Florey era un joven y brillante Professor of Pathology en la Universidad de Oxford. En plena GuerraMundial,  Florey y sus colaboradores estaban estudiando la muy candente cuestión de encontrar sustancias que pemitieran controlar las infecciones y se interesaron por los trabajos de Fleming sobre la lisozima. Esto los llevó al trabajo de la penicilina. ..y decidieron que era una idea prometedora. Probablemente el gran mérito de Florey fue el de crear y mantener unido a un gran equipo. En él se encontraba Ernst Boris Chain, un experto en química orgánica alemán refugiado en Inglaterra, así como Norman George Heatley, sin duda el más olvidado de los descubridores del antibiótico. Estos tres investigadores, Florey, Chain y Heatley fueron los que acometieron la tarea. Chain era el experto en purificar moléculas orgáncias. Heatly tenía el cometido de cultivar grandes cantidades del hongo y Florey estaba a cargo de los experimentos biológicos y de conseguir fondos para la investigación. A estos tres hay que añadir un pequeño ejército de ayudantes, estudiantes y becarios, los cuales convirtieron el laboratorio en una especie de fábrica en la que trabajaban, haciendo turnos, las 24 horas. La penicilina no es un compuesto demasiado estable y la tarea debió resultar realmente difícil.

En mayo de 1940 consiguieron una cantidad  suficiente para hacer un ensayo con 8 ratones a los que se había inoculado previamente el estreptococo. A pesar de lo limitado del ensayo, los resultados fueron lo suficientemente prometedores como para continuar la investigación. En febrero de 1941 realizaron el primer ensayo en humanos: un policía de Oxford, Albert Alexander, gravemente enfermo de septicemia, al haberse infectado la herida producida por una espina de rosal. Albert se encontraba en un estado lamentable y sufría enormemente. Pero al quinto día de tratamiento la fiebre desapareció y su estado era francamente mejor. Por desgracia, para entonces la reserva de penicilina se había agotado y la salud de Albert volvió a empeorar, muriendo poco después. Irónicamente, esta tragedia personal puso de relieve la correlación entre tratamiento antibiótico y mejoría, por lo que se redoblaron los esfuerzos por purificar más penicilina. A los pocos meses, otros cuatro pacientes recibieron en tratamiento exitosamente. Después, Florey viajó a Estados Unidos y convenció a una compañía farmaceútica para iniciar la producción a gran escala. La era de los antibióticos acaba de iniciarse.

En 1945, al acabar la Guerra, Florey, Chain y Fleming recibieron el Premio Nobel por el descubrimiento de la penicilina. Dado que este premio sólo se adjudica a un máximo de tres personas, parece lógico que la academia sueca quisiera reconocer el trabajo inicial de Fleming. Hasta aquí no hay problema. Pero a partir de ese momento, los nombres de Florey, Chain y su equipo desaparecen como por arte de magia y el mérito del descubrimiento se asigna exclusivamente al que menos había hecho: Fleming. Y así hasta ahora. Todo el mundo ha oido hablar de Fleming y muy pocos de Florey.

¿Por qué razón? Lo ignoro. Es posible que la imagen de un «verdadero» doctor trabajando en un hospital para salvar a sus pacientes resultase más reconfortante que un equipo de académicos armados de matraces y columnas de vidrio ¿Acaso el propio Fleming tuviera algo que ver en el «borrado» de los otros descubridores aprovechando una mejor «conexión» con la prensa?

Personalmente, encuentro que la imagen de un equipo de personas comprometidas en un trabajo ferozmente exigente es terriblemente atractiva (a parte de real en este caso). La ciencia moderna es un labor de equipo.

Más sobre esto en el libro «The Mould in Dr. Florey’s Coat» de Eric Lax. aquí