Factores que predicen cúando y con qué frecuencia se enamoran las personas
A pesar de algunas opiniones contrarias, el amor romántico ocurre en todas (o la inmensa mayoría) de las culturas conocidas, por lo que puede considerarse como una característica de nuestra especie, que no parecen compartir los otros primates antropomorfos. Así pues, si el amor ha surgido en algún momento de nuestra evolución es probable que cumpla alguna función. Teorías no han faltado, pero tal vez la que ha adquirido más relevancia es la «hipótesis de Frank» (Frank, 1988) , según la cual el amor romántico constituye una especie de «dispositivo de compromiso».
Los humanos diferimos de nuestros primos los chimpancés y los gorilas en nuestra tendencia a formar parejas estables dentro de grupos más amplios. Es cierto que existe una enorme variedad de costumbres en lo que respecta al matrimonio y el papel del padre en la crianza de los hijos; también es cierto que más del 50% de las sociedades tradicionales son polígamas en cierto grado. Aún así, la (relativa) monogamia de nuestra es innegable cuando nos comparamos con gorilas y chimpancés. Lo que viene a decir Frank es que el estado psicológico derivado del enamoramiento nos ayuda a enfocarnos en la persona amada y evita (hasta cierto punto) que persigamos otras alternativas.
Es razonable pensar que la monogamia puede ser adaptativa en nuestra especie, dado lo largo y dificultoso de la crianza en humanos. La institución de la pareja debió proporcionar mejores opciones de supervivencia a los hijos, de la misma manera que les ocurre a las aves nidificantes. Con ello no quiero decir que la ventaja evolutiva de la institución esté completamente demostrada (sólo que es plausible) y, por supuesto, no quiero decir que los humanos contemporáneos debamos ser monógamos en aras de la falacia naturalista. Ya saben, cualquier cosa que ocurra entre adultos que consienten…
Según Frank, las alteraciones de la conducta que frecuentemente acompañan al amor romántico servirían para «señalizar» a la pareja potencial nuestra disposición a realizar una inversión intensa y duradera de nuestros recursos. La naturaleza «costosa» del enamoramiento hace que esta señal sea problabemente cierta. Un galán que se pasa las noches en vela junta a la ventana de su dama, probablemente está mostrando sentimientos verdaderos, sobre todo si hace frío y el número de noches en vela es alto.
Al hilo de los argumentos de la Psicología Evolucionista sobre el amor romántico, he encontrado este artículo publicado en 2010, en el que Andrew Galperin, de la Universidad de California, acomete la difícil tarea de contrastar algunas hipótesis sobre diferencias de género respecto al enamoramiento. No puedo decir que el trabajo me haya entusiasmado (encuentro las hipótesis a contrastar un tanto artificiales y farragosas); y para contrastarlas, recurre tanto a la literatura publicada como a la realización de nuevos exeperimentos. Por último, tampoco los datos parecen ofrecer más que un modesto apoyo a las hipótesis, pero en fin…
En esencia, el autor encuentra un modesto apoyo experimental a la idea de que los hombres se enmoran más fácilmente que las mujeres. En cambio, en mujeres (pero no en hombres) encontró una relación entre el interés por el sexo (sex drive) y la frecuencia de enamoramiento.
Frank, R.H. (1988). Passion within reason: The strateguc role of emotions. New YorK: W.W. Norton and Company.
El artículo aquí
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Dicho de otro modo que en las mujeres con «sex drive «alto son de esperar enamoramientos tan frecuentes como en los hombres, pero falta algo qué guia a las mujeres con «sex drive» bajo?
Hola pacotraver,
Yo creo que faltan muchísimas cosas en este trabajo
Pienso, en cuanto al artículo, que de un aporte experimental que expone una posibilidad razonable no pasa (así es, no dije nada).
Del post, me resulta interesante, es la primera vez que paso por este blog y sí la intención es involucrar al lector en una reflexión conmigo lo han logrado. Seguiré leyendo, muchas gracias.
Qué interesante. Felicitaciones por el blog!
Creo recordar que en la archiconocida obra de Desmond Morris «El mono desnudo» se explica el origen del enamoramiento y la fidelidad conyugal (la monogamia, en suma) como una ventaja adaptativa, ya que, de un lado, facilitó el cuidado de la prole y, de otro lado, evitó las continuas peleas entre machos homínidos para disputarse continuamente las hembras con que aparearse. Además, permitió que los machos pudieran ir a cazar con la «tranquilidad» de que su hembra (que quedaba al cuidado de los hijos) no se aparearía con otro. A todo ello podría añadirse la seguridad de que los hijos son descendientes del macho de la pareja, y no de un tercero. Por todo ello, los grupos o clanes que practicaron la fidelidad tuvieron ventaja frente a aquéllos donde prevaleciera la promiscuidad sexual. De todos modos, el propio Morris dice que la fidelidad y monogamia nunca se han impuesto del todo a la tendencia biológica a aparearse con otros individuos. Que se lo pregunten, si no, a Bill Clinton o a Madame Bovary (entre tantos otros).