Why We Make Mistakes. Joseph T. Hallinan. Broadway Books, New York.
Un estudio post-mortem realizado sobre pacientes de cáncer de pulmón mostró que un porcentaje elevadísimo de los tumores ya eran claramente visibles en radiografías que habían sido tomadas meses antes y que los especialistas habían pasado por alto. En otro estudio sobre la eficacia de los anestesistas, hecho en Estados Unidos en los años 70, se vio que los errores en la mesa de operaciones eran frecuentes, a veces con consecuencias letales para el paciente. Las cifras mejoraron muchísimo cuando se tomaron medidas tan elementales como utilizar válvulas «a prueba de errores» o adoptar la costumbre de emplear un «check-list” antes de iniciar el proceso.
Es evidente que los humanos cometemos errores con frecuencia, ya sean leves o catastróficos, en todos los ámbitos de nuestra existencia. Errar es humano. Sin embargo, reconocer este hecho es un pobre consuelo cuando sufrimos las consecuencias de los errores propios o ajenos ¿Por qué cometemos errores? ¿Y hay alguna forma de evitarlos (o al menos minimizarlos)? Estas son las dos preguntas que aborda el periodista, ganador de un Pulitzer, Joseph T. Hallinan y con las que nos introduce al fascinante mundo de la “errorología” científica. Para ello no duda en utilizar fuentes tan diversas como la Psicología, la Neurobiología, la Economía e incluso la Aviación Civil.
Según Hallinan, existen diversos factores que tienen una gran influencia a la hora de hacernos meter la pata. El primero de ellos es lo que los psicólogos denominan “sesgo perceptual”: la manera parcial y sesgada con la que observamos el mundo que nos rodea y que deriva sencillamente de la forma en que está organizado nuestro sistema nervioso. Aunque nos parezca que la vista es una especie de cámara de fotos, en realidad se parece más a un gigantesco software de reconocimiento de imágenes, no superado hasta el momento por los verdaderos ordenadores. Pese a su enorme potencia, nuestro sistema visual es susceptible de ser engañado, como demuestran las ilusiones ópticas. Miramos pero no vemos y vemos menos de lo que creemos ver. En un experimento ya clásico, realizado en la Universidad de Cornell, un investigador preguntaba a un (involuntario) sujeto de la investigación cómo llegar a cierto sitio; mientras éste se explayaba, unos falsos operarios que transportaban una enorme mampara se interponían entre ambos. En esos segundos, el experimentador que había preguntado era sustituido por otro individuo, sin que hubiese un parecido especial entre ambos. En la mayoría de los casos, la persona a la que se preguntaba siguió dando explicaciones al nuevo, sin percatarse de que se trataba de una persona diferente.
Otra fuente de errores se debe a nuestra tendencia (difícil de superar) a aferrarnos a nuestras primeras impresiones y a dejarnos llevar por nuestra intuición. Además, las circunstancias que nos rodean y el estado fisiológico en el que nos encontremos parecen tener una importancia mucho mayor de los que solemos pensar. Por ejemplo, en un divertido estudio sobre hábitos de consumo se vio que la música de fondo que sonaba en el supermercado tenía una notable influencia sobre el tipo de vino que los clientes tendían a comprar: p. e. si sonaba música francesa compraban vino francés con mucha mayor frecuencia, a pesar de que los sujetos negaron vehemente esta conexión cuando fueron preguntados. Otra investigación (nada tranquilizadora) realizada en Israel mostró que la severidad de la condena que imponían los jueces de un tribunal estaba relacionada con el tiempo que quedaba para la hora de comer (jueces hambrientos solían ser más severos que cuando sus señorías estaban bien desayunados).
La imagen que tenemos de nosotros mismos tampoco ayuda. Numerosos estudios muestran que la mayoría de nosotros nos consideramos por encima de la media (algo estadísticamente imposible) y que tendemos a sobrevalorar nuestras capacidades y probabilidades de éxito. Curiosamente, algunas investigaciones apuntan a que las personas diagnosticadas con depresión tienen parámetros de realidad mejor calibrados que personas sin esta condición. Al parecer, esta tendencia a minimizar los riesgos está más acentuada en hombres que en mujeres y, sin duda, el exceso de confianza es la fuente principal de error en nuestras vidas.
¿Qué podemos hacer? Hallinan no duda en “mojarse” y dar algunos consejos, bien apoyados por la literatura científica. Podemos hacer algunas cosas, aunque nunca eliminaremos por completo la posibilidad de cometer errores. Tratar de ser consciente de nuestros sesgos y limitaciones; comer y dormir bien antes de tomar una decisión importante; intentar que alguien compruebe lo que hacemos; incluso adoptar protocolos de actuación, como hacen los pilotos de avión antes del despegue.
En definitiva, se trata de un libro ameno y riguroso a la vez, que trata de ayudarnos a manejar nuestras vidas con la ayuda de las últimas investigaciones en este campo. En este sentido, “Why we make mistakes” se encuentra en la misma línea que el famosísimo “Freakconomics”. Irónicamente, el libro no está libre de error. Un lector de Chicago señaló una falta de gramática, ¡en el mismo título!, debería llamarse “Why we do make mistakes”. Ni el autor ni los editores se dieron cuenta.
Pingback: Por qué cometemos errores
Hola, solo una pequeña anotación. La mayoría puede encontrarse por encima de la media. No es estadísticamente imposible. Basta tan solo con que algunos casos sean lo suficientemente bajos, o bien, que la distribución de altos sea muy uniforme.
Ej. 0 7 7 7 (media 5)
Ej. 8 8 9 5 (media 7)
Sin embargo, donde no es posible que la mayoría de la población sea superior a la media, es cuando asumimos que está distribuida normalmente.
Un saludo.
Hola Pablo,
que bueno que hayas vuelto.
Interesantisima reseña literaria nos envias. Trataremos de adquirir el interesante libro de Hallinan.
Un abrazo desde Arica, Chile,
Hola don Pablo, nuevamente en las lides divulgadoras. Bienvenido. Este artículo pone bien el punto sobre la falibilidad del Hombre, pero quiero destacar a sus antídotos, a los cuales no cuidamos como se debiera. Desde las épocas de las cavernas se han ido conformando las instituciones y las reglas, por encima de las individualidades, que permiten nuestra convivencia pacífica y evitan, lo más posible, nuestras falencias y maldades. Pero todavía falta mucho para que estos antídotos sean sustentables y universales. Es, por tanto, una imperiosa necesidad que una mayor cantidad de intelectuales evolucionistas, se involucren en las llamadas ciencias sociales y hagan su inestimable aporte para acelerar la sustentabilidad y universalidad de instituciones rectoras, como p.e. la Democracia Republicana y reglas o principios, como p.e. los Derechos Humanos. Saludos.
Touche. Debería haber dicho «mediana»
Un saludo
Gracias Gustavo. Nunca estuve en Arica pero recuerdo mi (hasta ahora) único viaje a Chile con verdadero cariño.
Un saludo
Gracias, Néstor.
Un saludo
Errare humanum est, sí… aunque fallamos menos desde que nos lo recuerdan y nos obligan a autoevaluarnos cada día y en cada procedimiento.
A este respecto, siempre me viene a la memoria aquel tan lacónico como sublime aforismo de Beckett:
Ever tried.
Ever failed.
No matter.
Try again.
Fail again.
Fail better.
Buscaré ese libro.
Hola Pablo:
el título del libro no tienen ningún error; lo tendría si fuera una pregunta directa, terminada en un signo de interrogación, pero no es el caso. Las preguntas indirectas no llevan verbo auxiliar ((p.ej., «I wonder why we make mistakes»)
Saludos
Curiosamente en el post también encontramos errores.
Cito: «Irónicamente, el libro lo está libre de error.» Supongo que quería decir: ‘No está libre de errores’.
Estamos ante las muñecas rusas del error. La corrección de un error, encierra, en si misma, otro error.
Bueno, eso es lo haa dicho el propio autor
Sería en un ataque de modestia.
En todo caso, sea una cosa o la otra, tienes razón en que ha cometido un error 😉
Los errores que se pueden modificar son pecata minuta. Los importantes son aquellos que no se pueden modificar en el tiempo.
Por cierto, Jesús y otros, la frase «Hola Pablo», lleva una coma en medio. «Hola, Pablo», sería. En un error en el caemos cada vez más. Puede que con el tiempo modifiquemos la regla y no sea un error. Es lo que tiene un lenguaje arbitrario sujeto a reglas convencionales.
Mea culpa
Hola Liki Fumei,
Sé que es bueno el aforismo de Beckett.
Un saludo
Muchos de nuestros errores no son errores aveces somos victimas de las sircunstancias o de una situacion, para poder desifrar cuando cometemos errores y cuando no, los humanos emos creado las leyes y los sistemas de gobierono y son muy necesarias para que no temamos los unos a los otros, pero estas leyes y sistemas tambien estan llenas de errores, tambien se dan muchas malas interpretaciones, aunque no vivimos en un mundo perfecto vivimos mejor que antes. Esto por un ejemplo tambien podemos aplicar este concepto a otras ciencias como la literatura, y demas.
SALUDOS
Los abismales errores y minimos aciertos que tenemos en el proceso de vida, son el motor para el aprendizaje y función del hombre.
Los errores de una persona funcionan de manera acertiva para otra, sin ellos no habria un desarrollo en el pensamiento.
Saludos!
Hay errores muy productivos. El error en el cálculo del tamaño de la Tierra posibilitó el descubrimiento de América. De otro modo Colón no se habría atrevido a atravesar el Atlántico.
Si Fleming no hubiera sido un pelín «guarringuis» con el bocata en el laboratorio, no habría descubierto la penicilina. (Bueno, si no fue así fue algo parecido).
Creo que otros errores o desaciertos permitieron inventar los post-its, la fotocopiadora y otras utilidades.
O sea, que se trata también de sacar partido a los errores, pues muchos de ellos sirven para cosas imprevistas.
Como dice el refrán, «Busca buscando, no sabía una calle y ahora sé cuatro».
Hola Emilia,
Estoy de acuerdo en que siempre podemos mirar al lado bueno de las cosas, pero la verdad es que yo prefiero evitar meter la pata y hago un esfuerzo razonable (aunque asumo que no funcionará al 100%).
Un saludo y enhorabuena por tu estupendo blog.
Por cierto me encantó este poema
digamos que ganaste la carrera
y que el premio
era otra carrera
que no bebiste el vino de la victoria
sino tu propia sal
que jamás escuchaste vítores
sino ladridos de perros
y que tu sombra
tu propia sombra
fue tu única
y desleal competidora