Los desgraciados hijos de las peluqueras

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Pues sí. Al parecer, las peluqueras que estén embarazadas y sigan trabajando, podrían estar exponiendo a sus hijos no-nacidos a sustancias nocivas y que pueden ocasionar defectos congénitos en los genitales (denominados hipospadias). Esto es lo que se deduce de un trabajo publicado on-line por Paul Elliott y sus colegas del Imperial College London. Este equipo investigó las posibles causas ambientales de este tipo de malformaciones, en las que la abertura urinaria está situada debajo del pene (en general, estos problemas se arreglan con una cirugía no demasiado difícil, pero no deja de ser una gracia).

El trabajo en cuestión aquí

Después de una encuesta exhaustiva a los padres de estos niños, apareció una relación estadísticamente significativa con la exposición a sprays de laca para el pelo. De las 74 mujeres que sufrieron esta exposición en los primeros tres meses de gestación, 50 tuvieron hijos con hipospadias. En resumen, este estudio sugiere que las probablidades de esta malformación aumentan 2.3 veces debido a la exposición al spray.

La sustancia culpable podría ser el ftalato, un compuesto empleado en la fabricación de plásticos, perfumería, disolventes y ¡ojo! algunos juguetes sexuales. Estudios anteriores en roedores mostraron que el ftalato puede alterar los niveles de hormonas implicadas en la gestación.

Las “buenas noticias” son que la dieta vegetariana no parece aumentar el riesgo de esta patología, como habían sugerido otros estudios. Además, el consumo de ácido fólico (que se prescribe de forma rutinaria durante el embarazo), parece disminuir el riesgo en un 36%.

¿Qué hacer en estos casos? Yo de usted procuraría no ir a la pelu en los tres primeros meses.

Seguimos topando

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Nuestro colega bloguero Tay

ha destapado esta «perla» en forma de libro, titulado «El hombre y el animal. Nuevas fronteras de la antropología» del Padre Leopoldo Prieto, sacerdote de los Legionarios de Cristo. El texto de la entrevista contiene una sarta de disparates de tal calibre que producen vergüenza ajena. Entre ellos, que «es el mono el que desciende del hombre y no al revés, como se creía» (una interpretación surrealista de la teoría neoténica); la «inespecialización» morfológica de los humanos (un concepto tan erróneo como sacado de la manga) y la afirmación de que «el humano no tiene instintos» (otra vez la «tabula rasa», pero ahora sin paliativos).

Lean y opinen

La entrevista en cuestión:

http://www.upra.org/archivio_pdf/entrevista_zenit.pdf

¿La primera familia nuclear?

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Una excavación arqueológica en Eulau (Alemania) ha desenterrado lo que probablemente constituye el primer vestigio de “familia nuclear”. El hallazgo en cuestión contiene los esqueletos de una pareja y dos niños, los cuales fueron enterrados juntos hace unos 4660 años, como puede verse en la foto.

Los análisis de DNA han demostrado que los niños eran hijos biológicos de la pareja. Al parecer, sufrieron una muerte violenta. Se encontró una punta de flecha incrustada en una vértebra de la mujer y otras fracturas que no habían cicatrizado, por lo que debieron producirse justo antes de la muerte. Los investigadores sospechan que esta “tragedia” pudo ocurrir en el contexto de luchas por la posesión de la tierra. En concreto, la zona en que se encontró posee uno de los suelos agrícolas más fértiles de Europa. La guerra no es un concepto reciente.

Otras pruebas, basadas en la cantidad de estroncio en el esmalte dental, sugieren que el hombre y los niños se habían criado en la misma zona, pero la mujer procedía de otro lugar. Lo que nos habla de una organización social de tipo “patrilocal”.

La noticia ha sido recogida por numerosos medios de comunicación y presentada como la primera evidencia de organización en familia nuclear. Es posible que esto sea un pelín exagerado. Lo que nos muestra estrictamente este hallazgo es que los niños posiblemente estaban con sus padres en el momento en que llegaron los “asaltantes”. No indica la ausencia de un grupo familiar más amplio.

Otros medios han ido un poco más lejos, señalando que la “familia nuclear” es la forma “natural” de organización en nuestra especie. Demasiado lejos tal vez. Los estudios de antropología nos muestran una gran diversidad de formas de organización, en general, con sistemas más amplios que la familia nuclear.

En cualquier caso, en estos tiempos en los que los modelos de familia se multiplican (monoparental, reconstituida, padres/madres del mismo sexo), conviene señalar que independientemente de los descubrimientos en Biología y Arqueología acerca de la forma en que nuestros antepasados se organizaban, nosotros haremos lo que consideremos mejor para nuestros intereses como individuos.

Y haremos bien

Ancient DNA, Strontium isotopes, and osteological analyses shed light on social and kinship organization of the Later Stone Age by Wolfgang Haak, Guido Brandt, Hylke N. de Jong, Christian Meyer, Robert Ganslmeier, Volker Heyd, Chris Hawkesworth, Alistair W. G. Pike, Harald Meller, and Kurt W. Alt. PNAS 18226-18231 vol105 no.47

Descubierto un gen que predispone a la adicción a la cocaína

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Entre los mitos más fuertemente engranados en nuestra psique colectiva está el del determinismo genético. No es mi culpa; la culpa es de mis genes malos. Una parte importante del problema es que el mito es, en parte, cierto. Aunque queda mucho por descubrir, puede afirmarse que nuestros genes ejercen una influencia sobre nosotros. La cuestión es: ¿cuánta influencia? ¿La suficiente como para eximirnos por completo de responsabilidad?

Es verdad que hay personas que comen como limas y no engordan y otros que “engordan con el aire” ¿tienen los genes la culpa de mi sobrepeso? Yo creo que no (en este caso). Por desgracia, tendré que hacer una mayor esfuerzo que otros para mantenerme delgado. Así son las cosas. A cambio, es posible que me resulte muy fácil resolver problemas de matemáticas o aprender a tocar el piano.

En los tiempos, no lejanos, en que sólo se admitía el “determinismo ambiental”, éste era utilizado con igual descaro. “Mi marido me maltrataba por su difícil infancia; yo le maté por la mía”.

Todo esto viene al caso por un artículo publicado esta semana en la revista PNAS (Bilbao et al., 2008) y viene al hilo del post de la semana pasado sobre genes y conducta

El gen en cuestión se llama CAMK4 y codifica una kinasa dependiente de calcio y calmodulina. En esencia, su función está relacionada con la regulación de la expresión de otros genes. Estos investigadores inactivaron dicho gen en una estirpe de ratón y encontraron que a estos animales les afectaba más esta droga y se hacían adictos a ella más rápidamente que los animales de control, donde este gen no se había modificado.

Bueno, pero del ratón al humano hay un trecho, pensarán. Por ello, este equipo se dedicó a estudiar este gen en una muestra muy amplia de humanos (adictos y no-adictos) y encontraron que una variante particular del mismo se correlacionaba con el uso frecuente de la coca. Sin embargo, no parece que este factor sea el único implicado y también aparecía en no-adictos, aunque en menor proporción.

Estudios anteriores, realizados con gemelos idénticos sugerían que la adicción a esta droga tiene una heredabilidad alta.

Me parece prematuro concluir si los adictos a la cocaína son totalmente responsables de su adicción. En todo caso, el hecho de encontrar un factor genético asociado no implica necesariamente que no existe responsabilidad personal.

Bilbao, A., Parkitna, J.R., Engblom, D., Perreau-Lenz, S., Sanchis-Segura, C., Schneider, M., Konopka, W., Westphal, M., Breen, G., Desrivieres, S., Klugmann, M., Guindalini, C., Vallada, H., Laranjeira, R., de Fonseca, F.R., Schumann, G., Schutz, G., and Spanagel, R. (2008) Loss of the Ca2+/calmodulin-dependent protein kinase type IV in dopaminoceptive neurons enhances behavioral effects of cocaine. Proc Natl Acad Sci U S A 105: 17549-17554.

Ambiente degradado, conducta degradada

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En los años 80, George Kelling, de la Universidad de Rutgers, lanzó la idea denominada (más tarde) el “efecto ventana rota”. La idea es bien simple: el hecho de ver una ventana rota u otro signo de vandalismo nos predispone a cometer otros actos incivilizados. Dicho y hecho; el entonces alcalde de Nueva York Rudi Giuliani inició una vigorosa política de tolerancia cero con respecto a los delitos menores o actos vandálicos con la esperanza de disminuir el número de delitos (grandes o pequeños).

La idea aparentemente funcionó. Al menos, los niveles de delincuencia en Nueva York disminuyeron notablemente en esos años y otras muchas ciudades han tratado de seguir este ejemplo. Sin embargo, no todo el mundo está convencido de que exista una relación causa-efecto entre un ambiente degradado y una conducta degradada. Otras causas son posibles y se han propuesto varias: mejor situación económica, nuevas leyes, incluso la eliminación del plomo en la gasolina; todos estos factores también concurrieron al mismo tiempo que la disminución de la delincuencia en esta ciudad.

Personalmente, estaba convencido de que el efecto ventana rota funciona, desde que empecé a trabajar en el laboratorio para mi tesis doctoral. Descubrí que si una poyata estaba inmaculadamente limpia tendía a permanecer así; mientras que si estaba desordenada y sucia los usuarios siguientes solían aumentar la suciedad y el desorden. Naturalmente, no se me ocurrió ponerle un nombre ni generalizarlo a la conducta anti-social en las calles, así que no puedo clamar ningún crédito por ello.

No obstante, una cosa es “estar personalmente convencido” de algo y otra es tener evidencia experimental al respecto. Análogamente, la policía no sólo tiene que estar convencida de la culpabilidad del acusado, tiene que presentar pruebas ante un tribunal. Y esto es justamente lo que ha hecho un equipo de la Universidad de Groningen (Holanda), en una interesante publicación aparecida el pasado viernes en la revista Science (Keizer et al., 2008).

Los investigadores idearon una serie de ingeniosos experimentos, en cierto modo parecidos a las situaciones de “cámara oculta”, en las que incitaban a los transeúntes a cometer delitos menores, mientras observaban su comportamiento. Lo más importante es que la situación podía transcurrir en un ambiente “normal” o “degradado”, según lo preparasen los científicos. En un experimento colocaban panfletos de propaganda en las bicicletas aparcadas en un callejón. Como no había papeleras, los infortunados ciclistas sólo tenían dos opciones: o tirar el panfleto o llevárselo. En condiciones normales, un 33% lo tiraron al suelo (nunca hubiera pensado una cosa así de los civilizados holandeses); pero cuando el callejón estaba cubierto de graffitis el porcentaje ascendió al 69%.

En otro experimento colocaron un billete de 5 euros asomando claramente en el buzón de una casa. En condiciones ordenadas, el 13% se llevó el billete. Cuando el buzón estaba cubierto de graffitis, lo hizo el 27%. Incluso si el buzón estaba limpio pero había basura alrededor, el porcentaje de ladrones llegó al 25%.

Una golondrina no hace verano y un paper no suele zanjar una cuestión, pero se diría que las decisiones morales pueden estar muy influidas por el entorno.

Al menos en Holanda.

Keizer, K., Lindenberg, S., and Steg, L. (2008) The Spreading of Disorder. Science.

La píldora de la eterna juventud

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Vivimos más que nunca. Muy cierto. La esperanza de vida al nacer está alrededor de los ochenta y tantos en algunos países ricos, pero ¿es esto una ventaja para las personas? ¿tiene sentido llegar a una edad avanzada en una “residencia”, sin poder valerse por sí mismo y –en muchos casos- con la cabeza perdida?¿merece la pena estar vivo en esas condiciones? No son preguntas retóricas, sino que genuinamente ignoro las respuestas. Por una parte, casi todo el mundo, llegado el caso, prefiere no morir. Por otra parte, cuando estás realmente mal ya no estás en condiciones de tomar una decisión así, y lógicamente es muy difícil que otros la tomen por ti.

Parte del problema se debe a que los increíbles progresos de la medicina moderna no son realmente aplicables al proceso de envejecimiento. Los médicos pueden ponernos parches con los que vamos tirando, pero no existe ningún tratamiento eficaz que ataje el proceso. Para ello, seguramente tendríamos que resolver una difícil pregunta biológica: ¿por qué envejecemos?

La pregunta puede, en realidad, descomponerse en dos distintas pero relacionadas. La primera sería ¿cómo envejecemos?, es decir, cuáles son los procesos fisiológicos subyacentes. Si pudiéramos contestarla tal vez encontraríamos una forma de aplazar el proceso. La segunda pregunta –mucho más teórica- sería, ¿por qué envejecemos?, es decir, qué proceso evolutivo lleva a que cada especie tenga un “tiempo de vida” característico; ¿por qué las tortugas viven tanto y las mariposas tan poco?

Lo cierto es que no tenemos una buena respuesta para ninguna de las dos preguntas. Lo que sí tenemos es una larga lista de hipótesis, ninguna totalmente satisfactoria. Sería muy largo hacer una exposición detallada de todas. Entre los presuntos responsables del envejecimiento se encuentran los radicales libres, el exceso de calorías, la muerte de las mitocondrias y las secuencias teloméricas. Estas últimas han recibido mucha atención últimamente y pueden considerarse como una de las teorías favoritas de este campo.

Los vertebrados tenemos la secuencia de DNA 5′-TTAGGG repetida muchas veces al final de cada cromosoma. Dicha secuencia se une a proteínas específicas formando una estructura condensada que aumenta la estabilidad de los mismos[1]. Estas secuencias “teloméricas” juegan un papel esencial, ya que si no estuvieran presentes los cromosomas se acortarían en cada ciclo de replicación, perdiéndose información genética valiosa. Las secuencias teloméricas constituyen una especie de “tampón” contra este proceso de acortamiento, ya que pueden ser repuestas por la acción de una enzima llamada “telomerasa”. La telomerasa alarga los cromosomas añadiendo sucesivamente unidades de la secuencia repetida. Como en el tapiz de Penélope, lo que la telomerasa cose, el proceso de replicación celular descose.

Existe una serie de síndromes en los que se produce un envejecimiento acelerado y parecen estar relacionados con la actividad telomerasa. Algunos científicos piensan que este proceso constituye una especie de “contador de tiempo” que desencadena un proceso de senescencia. No obstante, no está claro que el hecho de aumentar la actividad telomerasa alargue la vida de los humanos.

Sin embargo, en un trabajo reciente, dirigido por Rita Efross, de la Universidad de los Ángeles, han obtenido unos resultados muy prometedores. Estos investigadores emplearon TAT2, una sustancia procedente del extracto de una planta del género Astragalus con objeto de incrementar la respuesta inmunológica de leucocitos T-killer frente a la infección por el virus del SIDA. Encontraron que TAT2 aumentaba la actividad telomerasa, alargaba los telómeros e incrementaba la respuesta inmunológica. Hay que decir que algunos estudios previos habían demostrado que los individuos infectados por el virus pero que no desarrollan SIDA suelen tener mayor actividad de esta enzima y telómeros más largos.

Curiosamente, el extracto de estas plantas se ha utilizado en la medicina tradicional china, justamente para combatir infecciones; de manera que no parece que haya efectos negativos a largo plazo. Los autores de este artículo también creen que TAT2 puede ser útil para tratar otras enfermedades e incluso para ralentizar el proceso de envejecimiento. La mala noticia es que no parece que estas aplicaciones vayan a estar disponibles a corto plazo.

He aquí la ironía: llegaremos a viejos y entonces encontrarán un tratamiento para retrasar la vejez.


[1] Por cierto, en otras especies la secuencia es diferente, lo cual es una más a añadir a la montaña de pruebas que sostienen a la Teoría Evolutiva.

¿Con la Iglesia hemos topado?

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Hay que reconocer que -hasta ahora- la «postura oficial» de la Iglesia Católica sobre la cuestión de la Evolución era sumamente razonable. En pocas palabras, creía en la existencia de un Ser Superior anterior al Big-Bang y causante del mismo; a partir de ahí no consideraba necesaria la intervención divina para explicar cómo habían ocurrido las cosas. Dado que esta proposición es indemostrable científicamente, constituye una adecuada «barrera de contención» entre Ciencia y Religión. Los científicos no pueden atacarla ni apoyarla, al menos en términos científicos. Conste que no creo que las creencias religiosas constituyan un problema en absoluto; el problema surge cuando algunas personas se empeñan en presentar sus «creencias» como «hechos».

Sin embargo, existen indicios (sólo indicios) de que esta situación está a punto de cambiar. Al menos, eso es lo que piensan algunos de los participantes en una conferencia sobre «Evolución de la Vida y del Universo», organizada por la mismísima Academia Pontificia de Ciencias (la mera existencia de esta venerable institución dice bastante a favor de la Curia Romana, a diferencia de las sectas Creacionisstas de Estados Unidos).

La polémica surge a raíz de la conferencia que dio el cardenal Schönborn titulada «Reflexiones de Joseph Ratzinger Papa Benedicto XVI sobre la Evolución». Más que por la conferencia en sí, por las opiniones expresadas durante el turno de preguntas. En esencia, el cardenal dijo que creía que existen «saltos» en la Evolución y que Dios actúa en esos saltos. Algunos asistentes afirmaron que «Schönborn tiene la misma intención que Ratzinger: luchar contra la Teoría Evolutiva».

El cardenal Schönborn ya había tenido un encontronazo parecido hace 3 años cuando «espetó» un editorial en el New York Times afirmando que el Papa apoya abiertamente el Diseño Inteligente.

¿Por qué este cambio?¿Por qué ahora? Desde luego, no estoy en condiciones de especular sobre lo que se cuece en los pasillos del Vaticano, pero puedo imaginar que la «postura oficial» de la Iglesia representa un nivel de «retirada» en la tradicional «disputa» con la Ciencia por explicar el mundo, que tal vez no sea del gusto del nuevo Papa. Las religiones siempre han tenido entre sus funciones la de prorcionar alguna explicación sobre el origen del universo y en particular de los seres vivos. Limitar la acción del Creador a provocar el Big-Bang debe saber a poco.

Así que no me resulta extraño que a la Iglesia Católica le asalte la tentación de apoyar una versión mucho más radical y- en esencia- similar al cuento del Diseño Inteligente.

Sólo espero que el Santo Padre no se deje caer en la tentación.

Gracias otra vez

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Acabo de enterarme que «la lógica del titiritero» ha sido seleccionado por el jurado entre los cinco blogs finalistas en el concurso que organiza el periódico 20 minutos. El ganador del premio del jurado se desvelará el próximo 18 de diciembre en la fiesta de entrega de premios.

Por supuesto, quiero dar las gracias de corazón a los miembros del jurado y agradecer su «sensibilidad» para elegir un blog de ciencia, un tema que nunca ha sido demasiado popular en estas tierras.

Naturalmente, la comparación entre blogs (y más si tienen temáticas muy distintas) es un ejercicio muy subjetivo. Me siento muy afortunado.

Genes y conducta social

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Este blog no podía dejar de comentar el hecho de que la revista Science haya dedicado un número especial a la «Genética de la Conducta» (aquí), sin duda uno de «nuestros temas favoritos». Espero que a estas alturas el tema pueda ser tratado con cierta tranquilidad ¿hemos superado ya el determinismo genético y la terriblemente errónea dicotomía Naturaleza-Crianza?

Para empezar, no cabe duda de que los genes tienen una poderosa influencia sobre nuestras vidas, nuestra personalidad, nuestras capacidades y nuestra predisposición a padecer ciertas enfermedades. Multitud de estudios de gemelos idénticos y estudios de adopción, repetidos muchas veces, en muchos países lo atestiguan. Sin embargo, en muy pocos casos la determinación genética pasa del 50% (al menos en los que se refiere a características relacionadas con la conducta social), lo que deja un amplio margen para la influencia del ambiente.

Sin embargo, un descubrimiento inesperado es que la influencia del llamado «ambiente compartido» (lo que solemos llamar influencia familiar) resulta ser muy baja o despreciable en la determinación de muchas características psicológicas. Esto entra en conflicto con las «teorías de socialización» desarrolladas a partir de Freud y que siguen siendo influyentes, sobre todo en determinadas disciplinas. Esto significa que las influencias ambientales operan de forma que los hermanos pueden acabar siendo tan distintos como los miembros de otra familia. Contrariamente a lo que pueda parecer, de aquí no se deduce que la educación no sea importante (es clave) ni que los padres no tengan influencia sobre los hijos (pero tal vez no de la forma que solíamos pensar).

Tampoco se debe olvidar que los genes no determinan directamente la conducta. Los genes fabrican proteínas (en general) que pueden determinar la existencia y propiedades de circuitos cerebrales, los cuales sí intervienen en la conducta. En la mayoría de los casos, un rasgo psicológico parece estar mediado por varios genes y, análogamente, los genes que intervienen en la conducta suelen afectar a numerosos aspectos de la misma. Así que no existe propiamente un «gen del divorcio» o un gen de las «matemáticas», aunque a veces resulte conveniente ( o simplemente cómodo) utilizar este tipo de etiquetas.

Otra idea importante (repetida muchas veces en este blog) es que genes, cerebro
y ambiente constituyen una carretera de doble vía, particularmente en lo que se refiere a la conducta social. Algunos genes pueden influir inicialmente en la personalidad del individuo, pero al mismo tiempo, la información procedente del ambiente social modifica al propio cerebro, cambiando los niveles de neurotransmisores, conexiones sinápticas, etc. lo cual puede cambiar a su vez la expresión de ciertos genes. Esto determina cambios en la conducta del individuo, lo cual -de nuevo-puede modificar su ambiente social. Y así sucesivamente.

Superada la absurda polémica Naturaleza-Crianza, ahora lo que importa son los detalles: ¿cuáles son los genes? ¿cómo funcionan? ¿cómo interaccionan con el ambiente?

Como individuos tenemos que aprender a vivir con los genes que hemos recibido (así como con la educación que hemos recibido) y tratar de sacar el máximo partido a ambos. Eso también significa aceptar nuestras limitaciones. En este sentido, la Genética puede ayudarnos a conocernos mejor.

Sexo libre en Samoa

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De todos los mitos de los años sesenta, uno de los más queridos (y que conste que sentí mucho su derrumbe) es el de la supuesta sexualidad libre en la isla de Samoa, con la bonita implicación de los tabúes sexuales son simples construcciones sociales. Me apresuro a asegurar que cualquier cosa que ocurra entre adultos que consienten me parece bien. No obstante, la frecuencia y universalidad de tabúes sexuales sugiere que éstos derivan de una compleja interacción entre biología y cultura. Así que no es fácil que vayan a desaparecer de un plumazo, ni estoy seguro de que su desaparición indiscriminada suponga un beneficio para todas las personas. Reconozco también que las diferentes culturas difieren mucho en este punto. Sin duda , la Naturaleza Humana es maleable. Pero no infinitamente maleable.

Samoa constituyó el gran ‘patinazo’ de Margaret Mead, una de una de más distinguidas discípulas de Franz Boas y uno de los principales baluartes del ‘ambientalismo’ antropológico. Buena parte de la fama de esta antropóloga se debió al libro “Adolescencia, sexo y cultura en Samoa (Coming of Age in Samoa)[1]” escrito en 1928 y que se convirtió más tarde en un auténtico best-seller. En él describía las costumbres sexuales entre los nativos de esta isla y destacaba la aparente falta de tabúes y la libertad que tenían las mujeres en esta materia. El libro parecía validar completamente las ideas ‘relativistas’ y ‘ambientalistas’ de la escuela de Boas. Seguramente influyó sobre la revolución sexual de los sesenta. Sin embargo, había un inconveniente; digamos, un pequeño inconveniente: la mayor parte lo que decía Mead sobre las costumbres sexuales de las samoanas resultó ser falso.

El trabajo se basaba en las entrevistas realizadas a dos chicas adolescentes (no mucho más jóvenes que la propia Mead, que entonces tenía 23 años). Probablemente, lo que ocurrió es que Fa’apua’a Fa’amu y Fofoa, que así se llamaban, acabaron escandalizadas y ‘agobiadas’ por la insistencia de la investigadora en asuntos sexuales, los cuales constituyen un tabú en Samoa, como en otras partes del mundo. Al parecer, su reacción fue ‘contarle’ un montón de embustes, ya que eso era lo que quería oir. Seguramente, Mead no pretendía cometer un fraude y fue genuinamente burlada por las dos jóvenes. No obstante, es evidente que sus conclusiones fueron muy, muy precipitadas. Sólo pasó unos meses en la isla, no aprendió el idioma local y al parecer, no se le ocurrió la conveniencia de cotejar las historias que le contaron. Sin embargo, este ‘borrón’ no debería impedirnos reconocer que Mead realizó una contribución importante a la Antropología y que muchos de sus trabajos fueron realizados con rigor.

Cuando en 1983 (después de la muerte de Mead) el antropólogo australiano Derek Freeman reveló esta historia en su libro “Margaret Mead and Samoa: The Making and Unmaking of an Anthropological Myth” tuvo que sufrir la ‘persecución’ de muchos de sus colegas de la Asociación Americana de Antropología, los cuales denunciaron su libro como ‘anti-científico’, aunque hoy no cabe la menor duda de que la venerable antropóloga metió la pata hasta el fondo (una de las entrevistadas ‘confesó’ su engaño).

En Samoa todavía se están riendo.

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[1] Mead, M. “Adolescencia, sexo y cultura en Samoa” Editorial Paidos, Barcelona, 1995

Por qué los animales importan

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En mis clases de una asignatura titulada “Bases bioquímicas de la alimentación animal”, suelo hacer un debate con los alumnos sobre la espinosa cuestión del bienestar animal y las incómodas consecuencias que se derivarían (para los productores de carne) de mejorar el tratamiento que habitualmente se da a los animales domésticos. Lo normal es que se forme (espontáneamente) un grupo de “defensores” de los animales (típicamente liderado por una chica de procedencia urbana) frente a los que opinan que el punto de vista del animal nunca debería interferir con sistema productivo (tìpicamente liderado por un chico de procedencia rural). El debate lo repito cada año y generalmente, los pro-animales son más numerosos, al menos nominalmente, y cada año acaba sin que se alcance un consenso. No pretendo que este pequeño “experimento” tenga valor estadístico alguno, pero sí me permite pulsar la opinión al respecto, aunque sea con una muestra de individuos muy reducida y no-aleatoria.

Con frecuencia, los “anti-animalistas” manifiestan una sensación de ultraje: ¿cómo es posible que a alguien le preocupe los derechos de los animales? La idea les resulta obviamente ridícula, sin que sea necesario darle más vueltas. Conviene recordar que los reformistas del pasado también tuvieron que enfrentarse a algo parecido cuando cuestionaron cosas que –en aquella época- eran generalmente aceptadas, como la esclavitud o la negación de derechos políticos a las mujeres. Cuando Mary Wollstonecraft publicó en 1792 su “Vindication of the Rights of Woman”, el académico Thomas Taylor trató de refutar sus argumentos llevándolos un paso más lejos: si el argumento de igualdad se puede aplicar a las mujeres, ¿por qué no a los perros o a los gatos?

Seguramente parte del problema procede de nuestra trayectoria intelectual. En Europa Occidental, la tradición filosófica judeo-cristiana ha tendido a exagerar las diferencias entre los humanos y el resto de las especies, en línea con la creencia de que los humanos tienen alma y los otros animales no. Incluso en la actualidad, las encuestas realizadas revelan que los fundamentalistas cristianos son los que, por término medio, rechazan con más virulencia la noción de continuidad entre las especies y armonía con la naturaleza. En el siglo XVII, Descartes sostenía la visión ‘mecanicista’ de que los animales eran algo así como ‘zombies’ o ‘autómatas’, simples máquinas desprovistas de deseos o impulsos. De esta visión se seguía que era éticamente correcto maltratarlos, ya que no eran ‘seres sentientes’.

Otra razón esgrimida contra los animales es lo que podríamos llamar “el argumento de incompatibilidad”: al preocuparnos por los animales estamos dejando de hacerlo por algunos humanos, lo cual es moralmente repugnante. Personalmente creo que el argumento no es cierto (aunque puede serlo en el caso de algunos extremistas). Simplemente no es cierto que las personas más preocupadas por el bienestar animal lo estén menos por el bienestar humano. Más bien se trata de aspectos diferentes de la misma cosa: la preocupación por el sufrimiento en seres sentientes, independientemente de la especie a la que pertenezcan.

También tenemos el “argumento de inconsistencia”: no tiene sentido condenar las corridas de toros y no la caza en general; no tiene sentido condenar la experimentación animal y seguir consumiendo carne. Creo que la refutación de este argumento es evidente.

La cuestión de los “derechos de los animales” es bastante complicada, por lo que no puede ser tratada en un post con la profundidad que se merece. Así pues, remito al lector interesado a dos libros clave (Midgley, 1984; Singer, 1975). Pero no quiero dejar de señalar que al reclamar derechos para los animales no queremos decir que éstos sean iguales que nosotros, lo cual es patentemente falso. Somos nosotros, y no el resto de las especies, los que podemos tomar decisiones morales. Pero los sujetos de tales decisiones no tienen por qué ser solamente “seres racionales”. Por la misma razón, los niños pequeños o individuos que sufren un retraso mental severo no están desprovistos de protección aunque no se les reconoce los mismos derechos que al resto de los ciudadanos.

Lo importante no es si lo animales piensan como nosotros (cosa que evidentemente no hacen).

Lo importante es saber si sufren.

Midgley, M. (1984) Animals and why they matter. Athens: University of Georgia Press.

Singer, P. (1975) Animal liberation : a new ethics for our treatment of animals. New York: New York review : distributed by Random House.

Hamburguesas doblemente peligrosas

Si una comida tiene mala fama (desde el punto de vista nutricional) esa es la hamburguesa. No sin razón. Una buena hamburguesa con queso, bacon y patatas fritas puede superar las 1000 calorías, así como la ingestión diaria recomendada de grasas saturadas (por otra parte, a la mayoría de la gente no le hace ningún daño zamparse una de cuando en cuando).

Independientemente de que sea buena o mala para el colesterol, la hamburguesa esconde otros peligros; al menos, eso se deduce de un artículo publicado en el mes de octubre en la revista Nature. El problema es que al comernos una hamburguesa podemos absorber un tipo particular de azúcar, el cual facilita la entrada de una bacteria patógena. Lo peor es que la bacteria no tiene por qué estar en la propia hamburguesa y quedamos sensibilizados a este patógeno durante cierto tiempo.

El azúcar en cuestión es el ácido N-glicolil-neuramínico, abreviadamente (en inglés) Neu5G. Esta molécula no es sintetizada por el organismo humano, pero es relativamente abundante en la carne. Se calcula que un ciudadano medio (en USA) consume 10 y 20 miligramos al día. Los investigadores han descubierto que el Neu5G puede acumularse en diversos tejidos humanos incorporándose en nuestras propias proteínas (algunas proteínas -llamadas glicoproteínas- possen unidades azúcares unidas a la cadena proteica). y aunque el mecanismo es desconocido en este caso, de alguna forma este azúcar logra incorporarse a las proteína corporales. Una vez dentro, Neu5G puede persistir en nuestro organismos varias semanas.

Este azúcar no causa ningún daño por sí misma, el problema es que constituye una molécula diana para la bacteria patógena Escherichia coli O57, causante de diarreas hemorrágicas. En concreto, una toxina bacteriana es capaz de unirse específicamente al Neu5G, lo que hace que otro componente de la bacteria entre en la célula humana y desactive un componente crucial del sistema de defensa. Este proceso de reconocimiento inicia la enfermedad. En ausencia de esta molécula, los humanos somos mucho más resistentes al patógeno. Irónicamente, la bacteria puede estar presente en la propia hamburguesa (en general en carne poco cocinada o leche). La buena noticia es que un buen cocinado elimina al patógeno. No obstante, el calor no elimina el azúcar, por lo que nos sensibiliza a la acción de este patógeno.

A pesar de todo, los brotes de coli hemorrágico no son demasiado frecuentes. En mi lista de peligros reales, el hecho de comerse una hamburguesa de vez en cuando, no ocupa los primeros lugares.

Ingeniería genética en el fondo del mar

Algunas especies de peces que viven en aguas muy frías poseen proteínas anticongelantes (AFPs del inglés Antifreeze Proteins), las cuales constituyen un “invento” realmente notable de la Evolución. Estas proteínas son capaces de unirse a los cristales de hielo microscópicos e inhibir su crecimiento. De hecho, proteínas con una función parecida se encuentran en mamíferos y plantas. Las AFPs tienen numerosas aplicaciones potenciales: proteger productos alimenticios de la congelación, impedir el daño por frío a órganos para transplante, tratamiento de la hipotermia… Tal vez la cabeza de Walt Disney se encuentre en estos momentos nadando en una piscina de AFPs.

Parece claro que el hecho de tener el gen que codifica esta proteína puede significar una importante ventaja selectiva. Las ballenas y las focas también pueden vivir en aguas frías pero utilizan una estrategia totalmente distinta: gastan mucha energía para producir calor y tienen una buena capa de grasa como aislamiento. Pero los peces ¡ay! Son animales de “sangre fría” y no pueden hacer lo mismo.

La distribución de las proteínas AFP entre las diferentes especies de peces constituye un verdadero puzzle evolutivo. Por una parte, se ha visto que algunas especies filogenéticamente relacionadas tienen proteínas muy diferentes. Este hecho podría explicarse en función de una rápida evolución de los genes correspondientes como respuesta a las variaciones en el nivel del mar en los últimos 20 millones de años (debida a las glaciaciones). Sin embargo, un equipo canadiense dirigido por Peter Davies ha hecho un descubrimiento sorprendente que no puede explicarse de este modo. Lo que han encontrado estos investigadores es un gen de AFP sumamente parecido en tres especies de peces muy alejadas evolutivamente.

Es imposible que en tres especies diferentes, la evolución llegue a producir un gen con un nivel de parecido tan notable (cerca del 85% de la secuencia). Si se compara el resto de los genes de las mismas tres especies, se observa que las diferencias son por lo general mucho mayores (las detalles técnicos para demostrar esto son un tanto prolijos). La explicación más fácil –y prácticamente segura – es que estas especies han adquirido el gen a partir de otra especie de diferente. Lo que en el argot se denomina transferencia génica horizontal.

La transferencia de genes entre especies distintas es moneda corriente entre las bacterias, sin embargo entre los vertebrados no había sido observado hasta la fecha. Los científicos lo atribuyen al hecho de que la fertilización en los peces es generalmente externa. Por ejemplo, en el arenque (una de las tres especies donde se ha observado el fenómeno), el agua pude volverse turbia durante la época de desove por la abundancia de semen. Es cierto que las DNAsas son también abundantes en el agua de mar. De manera, que en determinadas épocas estas aguas pueden estar rebosantes de fragmentos de DNA. Es posible que algún fragmento se “cuele” en el interior de un huevo fertilizado de otra especie distinta. En la inmensa mayoría de los casos, el DNA foráneo será eliminado, pero ocasionalmente podría integrarse en el genoma. De nuevo, en la inmensa mayoría de los casos la adquisición de un fragmento aleatorio de DNA no tendrá ninguna o casi ninguna influencia sobre el organismo receptor. Pero si se trata de una proteína anticongelante, la cosa cambia. La presencia de este gen puede proporcionar una gran ventaja: la posibilidad de colonizar aguas frías.

Ingeniería genética «natural» en el fondo del mar.

El artículo en cuestión aquí

Muchas gracias

Acabo de ver que este blog ha quedado en primer lugar en la categoría “Ciencia y Medioambiente” del concurso que organiza 20 minutos. Naturalmente, quiero agradecer a todos los blogueros que me han visitado durante estas semanas (y muy especialmente a los que me han votado). He descubierto algunos blogs que a mí me han parecido realmente excepcionales (con independencia de los votos que han obtenido). En las próximas semanas modificaré extensamente el blogroll, para dar cabida a todos los sitios que he descubierto estos días. También quiero felicitar de corazón al ganador absoluto de esta fase, “Lápices para la Paz” (que gusto que hayan ganado los “buenos”).

Aunque parezca un tópico, también creo que el verdadero premio es la comunicación: visitar y ser visitado. Después de todo, ese es el verdadero objetivo de los blogs: la de dotarnos a las personas “de a pie” de una voz, aunque sea sólo un murmullo. Por primera vez en la historia de la humanidad, prácticamente cualquier persona puede llegar a otras muchas, siempre que tenga acceso a Internet y una historia que contar. Es muy posible que esto constituya una verdadera revolución. Que haya tantas voces sin mordaza en tantos lugares diferentes no puede quedar sin consecuencias.

Personalmente, escribir en este blog está siendo una experiencia sumamente gratificante, a la que suelo dedicar la tarde del domingo (aparte de correr 45 minutos y hacer un bizcocho de naranja, soy un animal de costumbres). Sin embargo, esta actividad no está exenta de costes. Que un investigador “en activo” mantenga un blog no está muy bien visto en este mundillo. Pero, después de todo ¿para qué sirve la ciencia? En mi opinión, para cambiar nuestra forma de pensar, para aplicar el espíritu crítico a todas las cosas, para ejercer un escepticismo sistemático (También hay algunas aplicaciones prácticas, qué duda cabe).

Para ello tenemos que incorporar los resultados de las investigaciones a nuestro sistema de pensamiento y esto no es algo que ocurra espontáneamente. Tenemos que currárnoslo y es trabajo de todos. Si puedo poner un granito de arena en esa labor me sentiré muy feliz.

Y gracias a 20 minutos por la iniciativa

El gen del «culo inquieto»

Jaimito no para. No deja de moverse. No aguanta 5 minutos delante del televisor. No soporta las normas. No acaba los deberes. Contesta antes de que termines la pregunta. Pierde constantemente lápices y cuadernos en el cole. Jaimito padece un trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Se calcula que aproximadamente un 5% de los niños lo tienen y lógicamente suele traer de cabeza a los padres.

¿Cuál es la causa? ¿Una educación inapropiada? Como dice el chiste: «Pobre Jaimito, viene de una familia destrozada». «No me extraña, Jaimito puede destrozar a cualquier familia». A riesgo de ganarme la enemistad de algunos profesionales de la Psicología, debo decir que no hay pruebas contundentes de que el «estilo parental» sea la causa (aunque seguramente puede empeorar las cosas). Por el contrario, hay una evidencia considerable que apunta a factores genéticos (Bellgrove and Mattingley, 2008). Curiosamente, si uno navega por páginas de psicología, verá que en la mayoría de los casos esta evidencia se omite o se desconoce. Un ejemplo: aquí

Esta enfermedad probablemente representa la máxima expresión de un rasgo psicológico denominado ‘búsqueda de novedad’. Las personas que dan puntuaciones altas en este carácter suelen mostrar un marcado gusto por la novedad y amor al riesgo. Se trata de personas excitables, impulsivas, a veces desordenadas, incluso extravagantes. Son dadas a explorar y corren el peligro de aburrirse con rapidez. Este rasgo puede expresarse de diferentes maneras; a veces se da una preferencia por las sensaciones físicas, como sucede en los deportes de aventuras y otras actividades arriesgadas. Saltar en parapente, deslizarse por pendientes vírgenes en el esquí extremo o, más modestamente, montarse en la montaña rusa del parque de atracciones. También puede manifestarse en el gusto por los viajes exóticos, la exploración de nuevas culturas o probar diferentes tipos de cocina. Lógicamente, este rasgo afecta marcadamente a la forma en que una persona se desenvuelve en su trabajo. Los `buscadores de novedad’ suelen manifestar una tendencia hacia a la innovación, un periodo de atención corto y gustan de tomar decisiones rápidas. Son ‘hombres’ de acción. En el ejército podrían ser buenos comandos, pero malos centinelas. También les van los trabajos de tipo ejecutivo, pero resultan pésimos contables.

En las relaciones de pareja este rasgo también tiene consecuencias. En general, tienden a ser desinhibidos e infieles. No es extraño que la tasa de divorcio sea más alta entre estos individuos que en la media de la población. Y tampoco es extraño que las parejas en que ambos difieran mucho en este rasgo sean muy problemáticas. “Cariño, no me estarás diciendo en serio que quieres volver a veranear en Murcia, ¿no?”. El famoso estudio de gemelos de Minnesota (y otros similares) indican que la heredabilidad de este rasgo es de aproximadamente el 60% y que el ambiente familiar influye poco o nada (Bouchard, 1994).

Sabemos algo (aunque no todo) sobre los genes responsables de la variabilidad que se observa en las personas y cuáles son los mecanismos que nos predisponen a desarrollar una personalidad de este tipo. Los datos apuntan claramente a un sospechoso: la dopamina. Este compuesto es un neurotransmisor: una molécula que actúa como mensajero químico en el cerebro, y está implicada (entre otras cosas) en los circuitos cerebrales del placer. La dopamina es liberada después de un orgasmo, una comida deliciosa o de ‘esnifar’ cocaína. En la enfermedad de Parkinson, caracterizada por temblores incontrolables, se produce una disminución de las células que producen esta sustancia, y la personalidad de los que la sufren se torna más seria, tranquila y taciturna. Recientemente, se ha descubierto que el gen D4DR, que codifica un receptor de dopamina, puede estar relacionado con este rasgo (Ebstein et al., 1996). El hallazgo es particularmente excitante porque apunta hacia un mecanismo bioquímico que bien pudiera explicarnos su función. La unión de la dopamina con su receptor específico constituye el primer paso para la acción de esta neurotransmisor. En concreto, lo que se ha visto es que la longitud de la proteína del receptor está correlacionada con la intensidad de este rasgo psicológico.

El TADH constituye un inconveniente serio en la mayoría de las culturales actuales, pero ¿siempre ha sido así? ¿Es posible que los alelos largos del gen D4DR y el tipo de personalidad que propicia represente una ventaja en otras condiciones? Hace unos años, un equipo de investigadores se preguntó si los alelos largos serían más abundantes en poblaciones que todavía practican un tipo de vida nómada. Y ¡Bingo! Encontraron una fuerte correlación entre ambas (Chen C. et al., 1999): cuantos más Km recorría una etnia en el estudio, mayor abundancia de alelos largos.

La hipótesis, pues, es que el tipo de personalidad asociado al TDAH podría ser una ventaja en sociedades nómadas, donde no hay escuelas, ni normas rígidas y los individuos se mueven en grandes extensiones de terreno. Para contrastar esta hipótesis, Dan Eisenberg y sus colaboradores, de la Universidad de Illinois, USA, se fijaron en una tribu de pastores nómadas de Kenia, los Ariaal (en la foto). En concreto, en dos poblaciones de esta tribu: una que mantiene el modo de vida tradicional y otra que se “asentó” hace unos treinta y cinco años. Encontraron que aproximadamente el 20% de los individuos (en ambas poblaciones) poseían alelos largos. La diferencia radicaba en que, en la población nómada estos mismos individuos estaban mejor nutridos que el resto de la población, mientras que en la población sedentaria ocurría exactamente lo contrario (Eisenberg et al., 2008) ¿Cuál es la explicación? No está clara. Tal vez, estos alelos permiten utilizar la comida más eficientemente en ciertas condiciones o tal vez, el tipo de personalidad típica de los alelos largos resulta más exitosa en condiciones de nomadismo. En cualquier caso, los datos sugieren que estos individuos podrían estar en ventaja o desventaja dependiendo del tipo de sociedad en el que vivan.

Seguramente, el término conducta apropiada es relativo. Entiendo que los padres de niños con este tipo de problema no tienen fácil reconvertirse al nomadismo, pero quizá hay que pensar que el sistema de escolarización que tenemos (clases, horarios, normas, disciplina) significa una verdadera pesadilla para algunos chicos.

Bellgrove, M.A., and Mattingley, J.B. (2008) Molecular genetics of attention. Ann N Y Acad Sci 1129: 200-212.

Bouchard, T.J., Jr. (1994) Genes, environment, and personality. Science 264: 1700-1701.

Chen C., Burtonb, M., Greenbergerc E., and Dmitrievac J. (1999) Population Migration and the Variation of Dopamine D4 Receptor (DRD4) Allele Frequencies Around the Globe. Evolution and Human Behavior 20: 309-324.

Ebstein, R.P., Novick, O., Umansky, R., Priel, B., Osher, Y., Blaine, D., Bennett, E.R., Nemanov, L., Katz, M., and Belmaker, R.H. (1996) Dopamine D4 receptor (D4DR) exon III polymorphism associated with the human personality trait of Novelty Seeking. Nat Genet 12: 78-80.

Eisenberg, D.T., Campbell, B., Gray, P.B., and Sorenson, M.D. (2008) Dopamine receptor genetic polymorphisms and body composition in undernourished pastoralists: an exploration of nutrition indices among nomadic and recently settled Ariaal men of northern Kenya. BMC Evol Biol 8: 173.

Factores genéticos que predisponen a la homosexualidad pueden aumentar el éxito reproductivo en heterosexuales

Reconozco que escribir este post me ha resultado un poquito difícil. En primer lugar está la cuestión de la naturaleza inflamable del tema. Lo normal es que si empiezas a hablar de las bases biológicas de la conducta homosexual muchas personas se sientan atacadas. En segundo lugar está el problema de la supersimplificación inevitable. Se supone que escribir sobre ciencia para un público no especializado requiere un cierto grado de simplificación, pero ¿en qué momento se pasa uno de la raya? No es fácil saberlo.

Respecto a la primera parte, lo digo alto y claro: la homosexualidad no es un problema, lo homofobia sí.

el tema ya se ha tratado en este blog (aquí). Así que me reafirmo en lo dicho.

Respecto a la segunda, he optado por traducir literalmente el título del artículo que pretendo comentar (y que se publicará próximamente en la revista Evolution and Human Behavior). El trabajo habla de factores genéticos –indicando que los genes correspondientes no han sido identificados. Habla de predisposición a la homosexualidad -no que éstos determinen inevitablemente la orientación sexual. Y sigue afirmando que puede que dichos factores tengan el (contra-intuitivo) efecto de aumentar el éxito reproductivo en individuos heterosexuales. También puede que no lo hagan.

Hechas estas salvedades, vayamos un poco más despacio. Se estima que en los países occidentales, entre el 1 y el 10% de la población es homosexual (Grulich et al., 2003; Johnson et al., 1992). En buena parte, estas variaciones se deben a la forma en que se hacen las encuestas (no es lo mismo tener una conducta exclusivamente homosexual, que de forma ocasional o tener una fantasía de vez en cuando). Obviamente, en países donde la homosexualidad está catalogada como delito, es prácticamente imposible hacer estimaciones. Sabemos, por referencias históricas, que la preferencia por individuos del mismo sexo ha ocurrido en todas las épocas y sociedades. Además, este tipo de conducta ha sido descrita en al menos 63 especies de animales. Ni es una moda pasajera ni una característica exclusivamente humana.

Los estudios de gemelos idénticos sugieren que existen factores genéticos que predisponen a la orientación homosexual (Bailey and Bell, 1993; Kendler et al., 2000; Kirk et al., 2000; Pattatucci and Hamer, 1995). Si un gemelo es gay el otro tiene una probabilidad de (aproximadamente) el 50% de serlo también, mientras que en el caso de los hermanos normales, esta probabilidad es del 22% (con todo, bastante más alta que la de la población general). No sabemos cuáles son los genes responsables de esto, pero sí podemos decir que los genes juegan un papel importante.

Y aquí llega la paradoja. Si hay genes que propician la conducta homosexual, cómo es que dichos genes no han sido retirados por la selección natural, dado que los homosexuales se reproducen poco o nada. Algunos han llegado a ver en esto el “fracaso” de la teoría de la evolución. Pese a la aparente contradicción, no es nada difícil acomodar este hecho a la Biología Evolutiva y, de hecho, se han propuesto varias hipótesis para explicarlo (aunque comentarlas todas ahora resultara demasiado largo). La hipótesis que se han puesto a contrastar los investigadores del mencionado artículo es que puede que los “genes gay” tengan un efecto “negativo”, en el sentido de disminuir el éxito reproductivo de algunos individuos, pero es perfectamente posible que los mismos genes tengan un efecto “positivo” en individuos heterosexuales. La selección natural podría favorecer la difusión de estos genes en la población si el segundo efecto es apreciablemente mayor que el primero.

Para contrastarla, los investigadores examinaron una amplia muestra de hermanos gemelos, a los cuales enviaron una encuesta sobre actitudes y conducta sexual. Lo que vieron es que los hombres con características psicológicas “femeninas” y las mujeres con características “masculinas” tenían más probabilidad de ser homosexuales. Hasta aquí nada nuevo. Pero cuando dichos individuos eran heterosexuales tenían un mayor número compañeros sexuales (de sexo opuesto). También encontraron que los individuos heterosexuales que tenían un gemelo idéntico no-heterosexual, también tenían un mayor número de compañeros. En definitiva, estos resultados sugieren que los mismos factores genéticos que favorecen la homosexualidad, también contribuyen al “éxito” reproductivo en individuos heterosexuales. Este efecto sería el responsable de mantener una elevada frecuencia de estos genes en la población.

La hipótesis es, desde luego, contra-intuitiva. Nos dice que hombres con características femeninas (pero sin ser homosexuales) resultan más atractivos. Y también que las mujeres con características más masculinas resultan más atractivas. O al, menos, que este tipo de individuos tiene un mayor número de compañeros sexuales.

Desde luego, la evidencia que se presenta aquí es “circunstancial”. Podríamos decir que “los datos son compatibles con la hipótesis”, pero falta mucho para tener algo más consistente. Bueno, algo es algo. Como decía Cervantes “para sacar una verdad en limpio es menester dar muchas vueltas y revueltas”.

Bailey, J.M., and Bell, A.P. (1993) Familiality of female and male homosexuality. Behav Genet 23: 313-322.

Grulich, A.E., de Visser, R.O., Smith, A.M., Rissel, C.E., and Richters, J. (2003) Sex in Australia: homosexual experience and recent homosexual encounters. Aust N Z J Public Health 27: 155-163.

Johnson, A.M., Wadsworth, J., Wellings, K., Bradshaw, S., and Field, J. (1992) Sexual lifestyles and HIV risk. Nature 360: 410-412.

Kendler, K.S., Thornton, L.M., Gilman, S.E., and Kessler, R.C. (2000) Sexual orientation in a U.S. national sample of twin and nontwin sibling pairs. Am J Psychiatry 157: 1843-1846.

Kirk, K.M., Bailey, J.M., Dunne, M.P., and Martin, N.G. (2000) Measurement models for sexual orientation in a community twin sample. Behav Genet 30: 345-356.

Pattatucci, A.M., and Hamer, D.H. (1995) Development and familiality of sexual orientation in females. Behav Genet 25: 407-420.

El efecto Genghis-Khan

La historia de Moulay Ismail, apodado “el sanguinario”, se ha convertido en un clásico indiscutible en los libros de Psicología Evolucionista. Este sultán de Marruecos del siglo XVII ha pasado a la Historia (y lo que es más importante, al Libro Guiness) por haber dejado un total de 888 descendientes, de sus numerosas esposas y concubinas. Los científicos suelen citar este caso para ejemplificar las grandes diferencias en el éxito reproductivo en distintos individuos (hombres).

Desde luego, da bastante grima que un tipo apodado “el sanguinario” haya dejado una ración tan generosa de sus genes para generaciones sucesivas. Sin embargo, esta historia es sólo un ejemplo. No nos dice hasta qué punto este efecto (el extraordinario éxito reproductivo de unos pocos hombres) ha influido en la estructura genética de la población presente. No obstante, hace unos años un equipo de investigadores hizo un descubriendo sorprendente: es muy posible que un 0.5% de la población actual (la friolera de 30 millones de personas) sean descendientes directos de un sólo varón, que vivió hace unos mil años. Lo más increíble es que posiblemente ese individuo fuera el propio Genghis-Khan o un antepasado cercano.

En el siglo XIII Genghis-Khan conquistó un imperio – a sangre y fuego- que se extendía desde el Pacífico hasta el Caspio, ocupando buena parte de las actuales China y Rusia. La ley que imperaba en sus tierras era tan tajante que, según la leyenda, “una doncella cargada de oro podía recorrerlas sin temor”. A su muerte, sus seguidores lo enterraron en algún lugar de Mongolia. Su tumba no ha sido encontrada.

Varios siglos después, un equipo de investigadores liderado por Chris Tyler- Smith se propuso estudiar el cromosoma Y en individuos procedentes de Eurasia (Zerjal et al., 2003). Observaron que un tipo particular de cromosoma Y (o pequeñas variaciones del mismo) era muy abundante. Lo más extraño es que dicho cromosoma aparecía en muchas poblaciones diferentes y no en una sola como cabría esperar. Este tipo era extraordinariamente abundante en Mongolia, donde nada menos que el 25% de los hombres analizados eran portadores del mismo (o de pequeñas variaciones). Todas las poblaciones –menos una- estaban dentro de los límites del antiguo imperio mongol. Curiosamente, la única excepción provenía de los Hazara, una etnia de Afganistán que se considera a sí misma descendiente de guerreros mongoles.

Los científicos creen que este cromosoma Y corresponde a la Familia Real mongola, cuyo ascenso coincide bien con la fecha estimada de unos mil años. La explicación más fácil de estos resultados es que el propio Genghis-Khan y otros miembros masculinos de su familia, enviados como gobernadores, engendraran un número ingente de hijos (privilegios del poder). A menos que se descubra la tumba del conquistador no podemos estar totalmente seguros, pero es una hipótesis sumamente probable.

Estoy convencido de que futuras investigaciones pondrán de relieve la extraordinaria influencia genética que han tenido otros guerreros históricos en la población actual. Reconocer este hecho no equivale a aprobarlo. De hecho, me parece fatal que los tipos más violentos y sanguinarios hayan tenido tanto éxito reproductivo. Pero así han sido las cosas. Y creo que es mejor tenerlo en cuenta para evitar males futuros. No es impensable que si desaparecen los condicionamientos sociales habituales, digamos en condiciones de guerra o desaparición del estado, nos salga el Genghis-Khan de dentro.

Sin duda, la solución al problema de la violencia es cultural, pero me temo que (sobre todo) los humanos portadores de un cromosoma Y tendremos que trabajar mucho el tema de la no-violencia.

Al loro.

Zerjal, T., Xue, Y., Bertorelle, G., Wells, R.S., Bao, W., Zhu, S., Qamar, R., Ayub, Q., Mohyuddin, A., Fu, S., Li, P., Yuldasheva, N., Ruzibakiev, R., Xu, J., Shu, Q., Du, R., Yang, H., Hurles, M.E., Robinson, E., Gerelsaikhan, T., Dashnyam, B., Mehdi, S.Q., and Tyler-Smith, C. (2003) The genetic legacy of the Mongols. Am J Hum Genet 72: 717-721.


Isótopos pesados y domesticación del caballo

Sin duda, la domesticación del caballo cambió la vida de los humanos en muchos aspectos. Curiosamente, este animal fue domesticado en tiempos relativamente recientes (comparado con otras especies). Algunos investigadores creen que los primeros jinetes de la historia pertenecían a la cultura Botai, que habitó en las estepas de Kazakhstan entre el 3700 y el 3200 ac. Sin embargo, la idea es controvertida. Es cierto que existen bastantes indicios de que los Botai tenían mucha relación con los caballos, ya que se han encontrado abundantes huesos y algunos artefactos que parecen haber sido desgastados por dientes de caballo. Pero no todo el mundo está de acuerdo de que sean indicios suficientes de domesticación, ya que podrían explicarse por la caza frecuente de este animal.

Natalie Stear, una estudiante de doctorado de la Universidad de Bristol, UK, ha utilizado una original aproximación al problema. Analizando residuos de cerámica Botai datados hacia el 3500 ac, ha encontrado la signatura isotópica característica de la leche de yegua. Este detalle es crucial. Tal vez los Botai podían haberse alimentado de carne de caballo salvaje, pero si emplearon la leche tenían que haberlo domesticado. No resulta fácil ordeñar a una yegua salvaje.

Stear pudo detectar trazas de grasa de caballo en 50 restos de cerámica Botai, pero la técnica empleada no permitía distinguir la grasa procedente de leche o carne. No obstante, otros investigadores habían formulado anteriormente la hipótesis de que la carne y la leche de caballo contenían diferentes proporciones del isótopo de hidrógeno deuterio. Ello es debido a que en Asia Central, el agua de lluvia durante el verano contiene una mayor proporción de deuterio que en las precipitaciones invernales. Así mismo, las yeguas sólo son ordeñadas en primavera, por lo que la leche debe contener mayor contenido en este isótopo. En cambio, la concentración en la carne refleja la acumulación media durante todo el año. Stear y sus colegas pudieron confirmar esta hipótesis analizando la carne y la leche de los actuales caballos de la región. Las muestras procedentes de cerámica coincidían con la huella molecular de la leche y no de la carne. Una elegante demostración.

Estos resultados fueron presentados en el III Simposio Internacional de Arqueología Biomolecular, York, U.K. 14-16 de septiembre de 2008.

La política del chimpancé

Mi amigo y colega bloguero Jesús Zamora Bonilla me envió el otro día una especie de «desafío» consistente en «salvar» un libro entre todos los que haya uno leído. Me he pasado unos días dándole vueltas al asunto y al final opté por hacer una aproximación sentimental al problema. Recorrí con la vista mi biblioteca tratando de analizar los sentimientos que me provocaban los libros. El corazón manda.

Y el ganador ha sido este que ven en portada: «La Política del chimpancé» de Frans de Waals (Traducido al español: «La Política de los Chimpancés. El poder y el sexo entre los simios», de Frans de Waal (Alianza Editorial).

La «política» surge entre los animales sociales cuando 2 o más individuos forman una coalición para lograr -típicamente- comida o ventajas reproductivas. Entre los gorilas no existe la política. Un sólo macho «acapara» a un grupo de hembras y las «defiende» frente a otros machos. Sólo el vencedor se reproduce. Entre los chimpancés las cosas son bastante más complicadas. Los chimpancés forman grupos claramente jerarquizados y los machos dominantes son los que más se reproducen. Pero para alcanzar la (evolutivamente) envidiable posición de macho dominante, no sólo cuenta la fuerza física. Más importante aun es la capacidad de formar alianzas con otros individuos del grupo. El libro cuenta las intrigas de tres chimpancés, Yeroen, Nikkie y Luit para llegar al poder.

Curiosamente, hasta que lo leí pensaba que el libro que más me había influido era «El Príncipe» de Macchiavello. Y, de alguna manera, ambos están relacionados. Cuando lees el de Frans de Waals entiendes el otro en toda su dimensión. No pretendo con esto quitar mérito al genial escritor italiano. Pero las bases de «El Príncipe» llevan millones de años desarrollándose en nuestros linaje.

El libro contiene una maravillosa combinación de dos cosas difícilmente combinables. Por un lado, es un «cuaderno de campo» que resume largos años de investigación etológicas. Nos cuenta los hechos de forma precisa y directa. Por eso resulta tan creíble. Por otra parte, contiene una historia apasionante de amor, odio, poder y celos. Casi diría que es una especie de culebrón. No cuento más para no estropear el final.

He leído críticas al trabajo de de Waals acusándole de antropomorfismo, es decir, interpretar la conducta de los animales atribuyéndolos pensamientos e intenciones humanas. No es así. Los etólogos pueden confundirse al interpretar la conducta de los animales, pero ésta es imposible de entender si no admitimos que los animales tienen «fines». De hecho, el mero concepto de «conducta» no tiene sentido sin esto. El mejillón que abre o cierra su concha tiene «fines» (aunque por supuesto no sea «consciente» de ello).

Lo verdaderamente extraordinario es que los chimpancés tengan fines tan parecidos a los nuestros.


Los creacionistas consiguen cerrar la web de un periódico en Turquía

La página web de Vatan (Patria), un periódico turco de reciente publicación y gran popularidad, ha sido bloqueada por orden judicial. El origen de la disputa está en una denuncia interpuesta por Adnan Oktar (el de la foto), un prolífico escritor creacionista del que ya se ha hablado en este blog (aquí, firma con el pseudónimo de Harum Yahya).

Al parecer, el señor Oktar acusa al periódico de insultos personales. El mismo Oktar consiguió el mes pasado bloquear la web de Richard Dawkins. El año pasado también logró bloquear wordpress.com (ignoro si la causa fue el artículo que se le dedicó en este blog).

¿No resulta demasiado fácil conseguir órdenes judiciales para cerrar una web en Turquía? La buena noticia es que estas prohibiciones pueden sortearse en la práctica utilizando proxys

Esta noticia se publicó en The Guardian el 17 de octubre de 2008.

El Creacionismo es más que una teoría: es Fundamentalismo

El secreto del amor: reirse de uno mismo

La risa (y en sentido amplio, el sentido del humor) parecen ser una característica específicamente humana, presente en todas las épocas y las culturas. Sin embargo, sabemos bastante poco de su origen. Buscar un sentido evolutivo/adaptacionista puede provocar algún levantamiento de ceja en este blog (ya estamos otra vez con la cantarina de siempre), de modo que voy a abstenerme de expresar ninguna opinión vehemente al respecto. Lo que sí me permito resaltar es que si algo es específicamente humano y culturalmente universal, es razonable suponer que ha aparecido en algún momento de nuestra evolución como especie. La explicación «biologicista» al uso afirma que el humor es un «handicap zahaviano», esto es, un indicador de que quien lo posee tiene también otras características deseables y por ello «buenos genes» (como la cola del pavo real). De aquí que el sentido del humor resulte atractivo sexualmente y, por tanto, que se mantenga en nuestra especie.

Personalmente creo que esta explicación (aunque no es imposible) presenta bastantes lagunas. En cualquier caso, las relaciones entre el humor y el atractivo sexual han sido bastante bien estudiadas y, en general, se piensa que efectivamente existe una relación entre ambas. Estos estudios también encontraron que las mujeres prefieren hombres con sentido del humor y los hombres prefieren mujeres que respondan a su sentido del humor (lo que no deja en muy buen lugar al sexo masculino). El tema ha sido tratado algunas veces (aquí) y lo dejo ya para no aburrir.

En un trabajo reciente publicado en Evolutionary Psychology, llevan la cuestión un poco más lejos, al investigar qué tipo de sentido del humor resulta más atractivo. El trabajo se basa en el tipo de diseño experimental al uso: se «engancha» a un grupo de estudiantes universitarios (a cambio de dinero o créditos académicos) y se los expone a diferentes tipos de humor (mediante una grabación realizada por una persona de sexo opuesto). Después se pasa una encuesta para que valoren el grado de «atractivo» de los mismos. La conclusión (no esperada) es que para las mujeres resultan más atractivos los tipos que se ríen de sí mismos (self-deprecating humour). en definitiva, el tipo de humor que utilizaba Hugh Grant para ligarse a Julia Roberts en la película Notting Hill. En los participantes masculinos no se observó dicho efecto. El trabajo en cuestión aquí.

A mí me parece estupendo que se hagan experimentos de este tipo en condiciones controladas rigurosamente. No obstante, en la valoración de esta evidencia es donde creo que debemos andar con pies de plomo y también creo que este es un tema de legítimo debate (con la participación a los que no nos dedicamos a hacer este tipo de estudios). Para empezar, la muestra de población elegida es cualquier cosa menos representativa de la población general del planeta: un país, una edad, un entorno cultural relativamente homogéneo. En segundo lugar, los datos de este estudios (y muchos otros) se basan en encuestas. Así que habrá que contemplar la posibilidad de que estas no reflejen por completo la realidad. Es posible que los sujetos mientan conscientemente (aunque no haya una razón aparente para ello), y también es posible que contesten lo que crean que quieren oír los investigadores. Aunque no se les explique de antemano cuál es la hipótesis a constrastar, tampoco es descartable que los participantes «jueguen» con los experimentadores.

Muy posiblemente, los autores del estudio son conscientes de las limitaciones del método. Cuando el tema se comenta en los medios de comunicación es fácil que las cosas se simplifiquen o se tergiversen. En particular, la conclusión de este trabajo me parece especialmente difícil de generalizar. Hay cosas que resultan graciosas en un idioma y no en otro. Más aún, el efecto «atractivo» del humor contra uno mismo no tiene porque funcionar en otra cultura (incluso, si siguiera teniendo gracia). Todavía más, en el estudio sólo se observa un efecto cuando lo emplean individuos de alto estatus. Y sabemos, a través de otros muchos trabajos, que un estatus alto resulta sexualmente atractivo. De manera que si un individuo de alto estatus es capaz de reírse de sí mismo está demostrando además un notable grado de auto-confianza. Es posible que el mensaje sea en realidad «soy tan guay que incluso soy capaz de reírme de mí mismo».

Por último, invocar a la selección sexual tiene un problema adicional en este caso. No hay pruebas convincentes de que el «sentido del humor» sea heredable genéticamente. De hecho, los estudios de gemelos idénticos que tantas sorpresas nos han dado, en el sentido de mostrar que muchas características humanas tienen heredabilidades altas, indican que el sentido del humor no es una de ellas. Al parecer, esta característica depende puramente del ambiente social, como el idioma que hablamos o nuestros gustos musicales.

Y quiero acabar el post con una pequeña encuesta a los lectores: ¿les parece a ustedes atractivo el sentido del humor (y en particular, el reírse de uno mismo)? Si recibo muchas respuestas igual puedo escribir un artículo y enviarlo a Evolutionary Psychology.

Intolerancia a lactosa y evolución humana

En 1903 el filósofo George Edward Moore le puso el nombre de “falacia naturalista” a la creencia de que “todo lo natural es necesariamente bueno”. Esta creencia sigue teniendo adeptos, con independencia de que resulte difícil saber con exactitud qué es “natural” o “artificial” (incluso qué es “bueno” o “malo”). He oído versiones de la “falacia” en frases tales como “el hombre es el único mamífero que consume leche en estado adulto”, dando a entender que esta costumbre es “anti-natural” y, por ello, perjudicial para la salud.

En el caso del consumo de leche por individuos adultos, las cosas son bastante más complejas, a varios niveles. En primer lugar, hay indicios de que la capacidad para digerir lactosa más allá del periodo de lactancia es una adaptación (una mutación que ha sido objeto de selección natural). En segundo lugar, no todos los humanos tienen esta capacidad. De hecho, los últimos estudios demuestran que la mayoría no la tiene. En cualquier caso, se trata de uno de los pocos ejemplos bien fundamentados de evolución genética (relativamente) reciente en poblaciones humanas y pone de manifiesto las complejas interacciones entre genes y cultura.

La lactosa, el principal carbohidrato de la leche, es en realidad un disacárido (compuesto por una molécula de glucosa y otra de galactosa). Para poder digerirlo es necesaria una enzima, lactasa, que rompe el enlace entre los dos componentes. Para un mamífero lactante, la ausencia de esta enzima equivale (en general) a una condena a muerte. A medida que el animal se va desarrollando, la producción de lactasa en el organismo se va haciendo menos abundante, hasta desaparecer. En general, a los mamíferos adultos les sienta mal la lactosa, provocando una serie de problemas digestivos, relativamente leves, pero lo bastante molestos como par hacer muy difícil el consumo de leche. Estos síntomas (diarrea, flatulencia) es lo que se conoce como intolerancia a la lactosa.

Hasta hace poco tiempo se pensaba que la capacidad de producir lactasa en la edad adulta era una capacidad única de los humanos. Estudios realizados a partir de los años sesenta pusieron de manifiesto que, en realidad, sólo algunos humanos adultos son tolerantes. Este rasgo presenta mucha variabilidad en las distintas poblaciones. La tolerancia es muy frecuente en Europa Central y en regiones cuya población procede en buena parte de esta zona. En Holanda, prácticamente todo el mundo es tolerante y en Japón, prácticamente nadie. El mapa adjunto nos muestra a grandes rasgos la distribución de este rasgo (el porcentaje de intolerancia).

El gen de la lactasa está situado en el cromosoma 2. El alelo dominante LCT*P (lactosa persistente) es responsable de que la enzima se siga produciéndose en la edad adulta. Curiosamente, la enzima en sí es idéntica en individuos tolerantes o intolerantes: la diferencia radica en la regulación del gen (su persistencia más allá de la lactancia). La tolerancia a lactosa es frecuente en poblaciones con una larga tradición en el uso de leche y productos lácteos. Los individuos tolerantes europeos han heredado (de un antecesor común) un fragmento de DNA de tamaño respetable, que incluye al gen de la lactasa y bastantes más. Esto constituye un indicio de selección reciente, ya que de no ser así, los procesos de recombinación génica tienden a disminuir el tamaño de un fragmento de estas características. Los análisis genéticos sugieren que este bloque empezó a ser abundante entre 20.000 y 2.000 años antes del presente. Algunos autores han asociado esta diferencia genética a la denominada “Cultura de los Vasos de Embudo” y que floreció en Europa del Norte y Central entre el 4000 y el 2800 BC. Aunque se sabe poco de esta cultura, no hay dudas de que conocía y practicaba la ganadería.

La hipótesis que se baraja (llamada hipótesis histórico-cultural) (Bersaglieri et al., 2004) afirma que ha habido una fuerte presión selectiva en estas poblaciones a favor del alelo LCT*P. De paso, la selección favoreció a genes que se encontraban físicamente cerca de éste y que seguramente no producen ninguna ventaja al individuo que los posee (a estos genes se los conoce como autoestopistas). En poblaciones no-ganaderas la distribución de los alelos no persistentes puede explicarse por deriva genética. Esta hipótesis está reforzada por los datos procedentes de África, donde en algunas culturas ganaderas (p.e. watutsi) la tolerancia es bastante frecuente, aunque es rara en la mayoría de los africanos. Parece tratarse de una mutación diferente a LCT*P, por lo que estaríamos hablando de un proceso de convergencia.

Este asunto de la tolerancia a lactosa nos sugiere una serie de cosas. La primera es que la evolución de los humanos no parece que se haya detenido en los últimos 50.000 años. La segunda es cambios culturales (el invento de la ganadería) pueden propiciar cambios genéticos y que tales procesos pueden ocurrir en distintas poblaciones de forma independiente. No puede dejar de mencionarse que en algunas culturas con larga tradición ganadera (p.e. Asia Central) la intolerancia a lactosa es frecuente. Esto parece ir contra la hipótesis discutida, pero hay que tener en cuenta que el uso muchos productos lácteos (queso, yogur) no contienen lactosa (ya que ésta es consumida por los microorganismos durante su fabricación). En estas culturas ganaderas, un nuevo invento (el yogur) pudo anular la ventaja que tenían los individuos tolerantes.

Algunas veces genes y memes van de la mano.

Bersaglieri, T., Sabeti, P.C., Patterson, N., Vanderploeg, T., Schaffner, S.F., Drake, J.A., Rhodes, M., Reich, D.E., and Hirschhorn, J.N. (2004) Genetic signatures of strong recent positive selection at the lactase gene. Am J Hum Genet 74: 1111-1120.

Mujeres bellas, hombres generosos

¿Alguna vez le ha dejada una propina a todas luces excesiva a una camarera atractiva? De acuerdo con algunos investigadores, estos actos de «generosidad conspicua» están destinados a impresionar a miembros del sexo opuestos y constituyen un «display» de apareamiento muy similar al del pavo real cuando extiende su prodigiosa cola. No me entiendan mal. La propina no tiene la función de comprar literalmente los favores de la camarera. Aunque el sexo de pago es frecuente en algunas especies (incluida la nuestra), aquí el mensaje es más bien «soy un tipo generoso y guay: elígeme». Según la Biología Evolutiva, estas señales se explican en función de la teoría de la selección sexual (la otra gran idea de Darwin) y que ya ha sido tratada varias veces ene este blog, por ejemplo aquí y aquí.

Un estudio muy interesante publicado en Evolutionary Psychology se ha ocupado de estudiar las diferencias entre la generosidad masculina y femenina. La idea es justamente contrastar la hipótesis de que en los hombres la generosidad suele ir ligada a un deseo de «presumir» y por tanto, actúa como una señal de apareamiento. En este trabajo, realizado por Wendy Iredale y Mark Van Vugt, de la Universidad de Kent, UK, intervinieron 90 voluntarios, 45 de cada sexo. Primero participaban en un juego (un tanto amañado) en el que acababan ganando 24 libras (las ganancias aun siendo modestas eran reales). Al acabar se les pedía que donaran una cierta cantidad para fines benéficos. El punto clave del experimento consistía en que en el momento en que debían tomar esta decisión podía ocurrir (aleatoriamente) que estuviesen solos, en presencia de un observador del mismo sexo o del sexo opuesto. Finalmente, se les pedía que valorasen el grado de atractivo de la persona que estaba en la habitación.

Tal como se maliciaban los científicos, los hombres fueron significativamente más generosos cuando había una mujer en la habitación. Y esta generosidad se correlacionaba con el grado de atractivo de la mujer. Este efecto no se dio entre las mujeres, a las cuales no parecía afectar la presencia de otra persona, del mismo sexo o no, atractiva o no.

El trabajo puede encontrarse aquí.

Estos resultados no implican que las mujeres sean menos generosas que los hombres, pero sugieren que dichas «generosidades» pueden responder a estímulos diferentes.

En otro estudio anterior, Mulcahy[1] observó a las personas que daban limosna a un mendigo y entrevistó a las parejas mixtas en las que el hombre había dado el dinero. Lo que encontró es que los hombres eran mucho más proclives a dar cuando su relación con la chica estaba iniciándose que cuando era una relación bien establecida. Según este investigador, el acto de dar limosna no era sólo una acción altruista, sino que tenía también la importante función de impresionar a la pareja y demostrarle que él era una persona generosa y de buenos sentimientos.

Como dice un proverbio alemán “Tue Gutes und rede darüber”. “Haz el bien y cuéntaselo a todo el mundo”.


[1] Mulcahy NJ (1999) “Altruism toward beggars as a human mating strategy” MSc thesis, University of Liverpool.