La ciencia de la felicidad (2)

¿El dinero da la felicidad? De acuerdo con la información disponible, la respuesta es: sí pero hasta cierto punto. Observemos al mapa (adjunto) de la distribución mundial de felicidad, del instuto Gallup. Está basado en una amplia encuesta mundial en la que se evaluaba el nivel de auto-satisfacción. El mapa coincide, en primera aproximación, con la distribución mundial de la riqueza. Consistentemente, los ciudadanos de los países más pobres declaran ser menos felices que los de los más ricos. Análogamente, dentro de cada país, los ciudadanos más pobres reportan menores niveles de sentimientos positivos y felicidad en general. Esto no puede causar demasiada extrañeza. El hecho de ser pobre está directamente relacionado con mayor frecuencia de enfermedades diversas y menor esperanza de vida y muchas cosas más, en general poco agradables (aunque este tema será tratado en el futuro con el detalle que merece).

Sin embargo, una vez que nuestras necesidades básicas están cubiertas, el dinero no parece tener una contribución importante a nuestra felicidad. Por ejemplo, el siguiente gráfico nos muestra que la renta per capita se duplicó entre 1975 y 2005, pero  el nivel de felicidad se mantuvo constante. Los datos del gráfico se refieren a Reino Unido, pero se han relaizado estudios semejantes en otros países con resultados similares.

Es posible, incluso que el nivel económico esté inversamente relacionado con la felicidad. Jordi Quoidbach, de la Universidad de Lieja, realizó el siguiente experimento: le pidieron a un grupo de voluntarios que probaran una tableta de (excelente) chocolate; resultó que los individuos con mayor nivel económico dedicaron menos tiempo a saborear el chocolate y declararon, posteriormente, un menor nivel de satisfacción con la experiencia. En otro experimento, «primaron» a los voluntarios con imágenes relativas al dinero y luego realizaron la ya descrita experiencia del chocolate; la conclusión fue que la mera explosición al vil metal disminuye la capacidad de gozar los pequeños placeres de la vida (Quoidbach, J., Dunn E.W., Petrides, K.V., & Mikolajczak, M. (in press). Money giveth,
money taketh away: The dual effect of money on happiness. Psychological Science). Como decía Pablo Picasso, me encantaría vivir como un hombre pobre, pero con mucha pasta.

¿Influyen los genes en la felicidad? Eso parece, ya que los estudios han encontrado que aproximadamente el 50% de las variaciones individuales en el grado de felicidad es atribuíble a los genes. Sin embargo, esto no excluye que los facotres ambientales  cuenten. En un estudio muy reciente realizado (doi 10.1073/pnas.1008612107)  por el equipo de Bruce Headey, de la Universidad de Melbourne (Australia), se encontró que había 3 factores que tenían una influencia notable en el nivel de felicidad. El primero es el nivel de neuroticismo de tu pareja, factor definitivamente negativo que al parecer puede amargar la vida de la otra persona mientras la relación dure. El segundo es el hecho de tener fuertes sentimientos religiosos; las personas que atendían regularmente a los oficiosos religiosos se declararon más felices. El tercero es el peso corporal, aunque curiosamente sólo en el caso de las mujeres. El exceso de peso parece ser un factor de tormento psicológico para ellas. En cambio, los hombres gordos resultaron tan felices como el resto (al menos en este estudio). Conviene indicar que los dos últimos factores no están exentos de influencia genética, siendo esta muy alta para el peso corporal y menor pero significativa para el nivel de fervor religioso.

Más info: New scientist, 25 September 2010, p44.

8 comentarios en “La ciencia de la felicidad (2)

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  2. El 11-julio-2010 fue, para muchos españoles, uno de los días más felices de sus vidas. Al menos si felicidad equivale a euforia o entusiasmo. Si pudiera medirse, como en el relato al que aludía mi comentario en la entrada anterior, el «felicímetro» habría estado a punto de estallar. Ese 11-julio nadie vio mejorar su vida en lo material (ni más dinero, ni más poder, ni más placer, ni más éxito social, económico o sexual, ni más…). Simplemente España ganó el mundial de fútbol. Fue, por tanto, una satisfacción inmaterial, sin ventaja o beneficio tangible. Podrá replicarse que fue una felicidad pasajera, efímera, de modo que a los pocos días la gente volvió a su nivel ordinario de satis- (o insatis-)facción. Pero nadie dudará de que, mientras duró, millones de españoles fueron inmensamente felices. Así que ¡qué raro es esto de la felicidad!, ¿verdad?, al menos en cuanto a sus causas y su medición…

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  4. He leído en varios sitios lo de las personas religiosas como felices y siempre me queda la misma duda: ¿son más felices o se sienten obligadas a sentirse así y por tanto a manifestarlo?
    Algo como el «síndrome de Flanders»…
    Cuando yo era pequeña, el sentirse religioso era algo prácticamente universal. Mi familia y entorno lo eran especialmente (y creo que sinceramente). Sin embargo, no les recuerdo especialmente felices por ello, y no recuerdo identificar a las personas más escrupulosamente religiosas de mi entorno con las más felices.
    Ya sé que una anécdota no es significativa de nada, pero a mi la experiencia personal me produce ese escepticismo.
    Tampoco ahora, cuando se trata de una elección particular en mayor medida y no algo casi obligatorio, veo más felices a las personas más religiosas en España. A casi todas las veo más resentidas contra el mundo en general. Tienden a pensar que el mundo y los demás les debemos algo.

    Claro que a lo mejor eso es diferente en Alemania y en España.

  5. Es muy difícil saber si son más felices o dicen serlo. Es también posible que haya diferencias al respecto en diferentes religiones. En los casos donde las manifestaciones religiosas sean de carácter fundamentalmente «social» podría pensarse que no hay un incremento de felicidad. En casos donde la religiosidad sea un proceso más «interiorizado» y se organice en torno a una comunidad, cuyos miembros mantienen vínculos frecuentes, es muy posible que lo haya. Coincido contigo en que las personas religiosas en España no parecen más felices que el resto. Mi impresión en Estados Unidos es, sin embargo, la contraria; aunque en ambos casos estoy hablando de una impresión personal y no de un estudio.

  6. La gráfica de arriba hace preguntarse algunas cosas.
    Por ejemplo, si la mayor desigualdad de distribución de la renta que se ha producido en ese periodo puede tener algo que ver con esos resultados.
    Por una triple vía (al menos): porque las cifras globales escondan el poco o ningún aumento en la renta real de sectores amplios de la población.
    Porque se puedan acompañar de una disminución significativa en algunos bienes no directamente cuantificados disponibles tradicionalmente en la mayoría de los países «verdes», como son la seguridad de tener protección ante la enfermedad, la desgracia o el desempleo.
    Y por la propia desigualdad: dado que la percepción subjetiva de la pobreza (o la situación intersubjetiva de exclusión) va ligada a ésta, y al nivel general de riqueza del entorno donde se vive.

    Me gustaría ver qué gráfica daría un estudio equivalente en una sociedad más igualitaria, o mejor, donde la desigualdad no haya aumentado o haya disminuido en ese periodo.

    Por ejemplo:
    http://www.google.es/url?url=http://www2.lse.ac.uk/geographyAndEnvironment/research/Researchpapers/rp70.pdf&rct=j&sa=X&ei=fO7LTOmNDsPpOerF2IcB&ved=0CGIQ2wQ&q=distribucion+de+la+renta+en+Gran+Breta%C3%B1a+evolucion+temporal&usg=AFQjCNF4EcomL1aG7qvlGMVF5USkV9-Qyg&cad=rja

  7. Sin duda, dejando aparte la extrema pobreza en la que las necesidades más básicas no llegan a satisfacerse, los efectos negativos de la pobreza están ligados a la desigualdad. El problema no es tanto ser pobre (en términos absolutos), sino saberse pobre (en términos relativos). Dado que en las especies más cercanas a la nuestra existe una relación bien establecida entre status y éxito reproductivo, es lógico pensar que hemos adquirido durante la evolución una aversión innata a ocupar los estratos inferiores de cualquier sociedad. Considero que es un tema que merece bastante más atención y que debería ser abordado experimentalmente (bases biológicas de la aversión a ser pobre). Tengo pensado seguir tratando el tema en el futuro.
    Salu2

  8. Muchas cosas se han dicho sobre la felicidad, pero como bien has dicho, poco se ha hecho para verdaderamente comprenderla, y poco hemos hecho para comprender cómo es que funcionamos realmente. Tanto así, que hay quien se lo toma muy a pecho:

    «Se propone que la felicidad se clasifique como una enfermedad psiquiátrica y que sea incluida en futuras ediciones de los principales manuales de diagnóstico bajo el nuevo nombre: desorden afectivo mayor, tipo placentero. En una revisión de la literatura relevante se muestra que la felicidad es estadísticamente anormal, consiste en una agrupación discreta de síntomas, se asocia con un rango de anormalidades cognitivas y probablemente refleje un funcionamiento anormal del sistema nervioso central. Queda una posible objeción a esta propuesta: que la felicidad no se percibe como algo negativo. Sin embargo, esta objeción se descarta por ser científicamente irrelevante»

    Visto aquí: http://rinzewind.org/archives/2010/11/16/la-felicidad-como-una-enfermedad-mental/

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