Reseña de una obra polémica

imagen07003.jpg

Reseña publicada en http://www.madrimasd.org

Naturalezas humanas. Genes, culturas y la perspectiva humana. Ehrlich, Paul R. Editorial Fondo de Cultura Económica. Madrid, 2006. 782 páginas.

El hombre que nunca aprendió de sus errores

En el año 2000 se publicó la primera edición de «Human Natures. Genes, Cultures and Human Prospect» de Paul Ehrlich, que ha sido traducido al español como «Naturalezas Humanas. Genes, culturas y la perspectiva humana» por la editorial mejicana Fondo de Cultura Económica. Entre los propósitos del libro está (cito textualmente) «suministrar un antídoto evolucionista contra el extremo determinismo de la herencia que contamina muchas de las discusiones actuales sobre la conducta humana: la idea de que somos algo así como simples cautivos de unas diminutas y autorreproducibles entidades llamadas genes». Lo primero que podemos preguntarnos es quiénes son esos malvados deterministas genéticos. En el párrafo aludido, Ehrlich cita un oscuro trabajo del año 1987 como ejemplo de esta prevalente concepción del mundo. Sin embargo, los principales exponentes de la psicología evolucionista (Pinker, Cosmides, Dennett, etc… verdaderos objetivos de esta crítica) nunca han negado la importancia de la cultura, el ambiente y la educación para explicar la conducta humana. Se limitan a afirmar que los genes tienen cierta influencia sobre aspectos importantes de nuestra vida, como la inteligencia, la personalidad o la propensión a contraer determinadas enfermedades; y para ello se basan un conjunto de datos bastante extenso que incluye los estudios de gemelos idénticos y de adopción, los descubrimientos sobre genes y conducta en otras especies y, en general, los avances de la biología evolutiva. Más aun, esta afirmación de los psicólogos evolucionistas se hace frente al modelo estándar de las ciencias sociales, que niega toda influencia de los genes en la conducta humana. En definitiva, Ehrlich comienza su libro construyendo un imaginario y conveniente determinista genético radicalizado, que resulte fácil de refutar.

Intercaladas en el libro, podemos distinguir dos partes muy diferentes e incluso contradictorias. La primera ocupa el 95% del mismo y podríamos denominarla como la letra pequeña. En ella, el autor expone con claridad y superabundancia de citas la mayoría de las cuestiones que trata la psicología evolucionista (y de paso, algunas más): la evolución, el origen del hombre, cómo funciona el cerebro, el lenguaje, la sexualidad humana, la guerra, el desarrollo de la agricultura, el estado y el arte. En general, el libro no está mal escrito, aunque no tiene nada de original, y el autor parece asumir muchas de las hipótesis que mantienen los propios psicólogos evolucionistas. La mayor objeción que puede hacerse a esta parte es su enorme extensión, cercana a las 800 páginas. Como libro divulgativo resulta demasiado largo y, como enciclopedia, demasiado confuso y desorganizado. Pero no está mal.

Los problemas surgen con la parte del libro que podría considerarse original, que podríamos denominar como el mensaje, y que ocupa aproximadamente un 5%, aunque intercalado entre la letra pequeña. Lo primero que se observa es una desconcertante contradicción entre ambas. En el mensaje, el autor se posiciona claramente entre los ambientalistas dentro de la polémica genes vs ambiente. El argumento principal empleado por Ehrlich en contra de la influencia de los genes es absolutamente desconcertante (aunque he leído la misma formulación en otros escritos) y se basa en afirmar que el número de genes que se ha identificado en el genoma humano es demasiado pequeño para poder explicar la conducta. Ehrlich utiliza la estimación de 100.000 genes, dato que ya está desfasado. En cualquier caso, el problema no radica en el número exacto sino su vacuidad ¿cuál tendría que ser el número total de genes para que pudiéramos pensar que éstos afectan a la conducta? Erhlich no lo aclara. Siguiendo el argumento, en especies donde los genes sí afectarían a la conducta (todas las demás) el número de genes tendría que ser muy superior, y no es así. Aparentemente, lo que los defensores de este argumento deben pensar es algo así: imaginemos que existe un gen para un tipo de conducta determinada, digamos la inclinación a subir montañas; sería posible hacer una lista verdaderamente larga de conductas para las cuales tendría que existir el correspondiente gen; si el número total de genes es relativamente pequeño no nos salen las cuentas; luego, los genes no pueden explicar la conducta humana.

Evidentemente, los genes no funcionan de esa forma. Esto puede aclararse con un ejemplo. El gen SERT[1] codifica un transportador del neurotransmisor serotonina. Diversos estudios han encontrado correlaciones entre la secuencia de dicho gen y ciertas características de la personalidad, como la tendencia a la depresión, al suicidio, al alcoholismo y a enfermedades como el autismo o el síndrome de hiperactividad y déficit de atención. Pequeñas variaciones en el gen (más correctamente, en el alelo) deben dar lugar a transportadores con diferentes propiedades, lo que se traduciría en diferentes niveles de serotonina en el cerebro del individuo correspondiente. Se sabe desde hace tiempo que esta molécula tiene una profunda influencia sobre los estados de ánimo. Así pues, en el caso del gen SERT podemos postular un mecanismo que entronca genes y conducta pasando por la actividad cerebral. En la mayoría de los casos no tenemos una vía de explicación tan clara, aunque es esperable que la investigación logre llenar bastante huecos en un futuro próximo. El argumento empleado (repetidamente) por Ehrlich está completamente vacío de contenido y denota un extraño desconocimiento de la forma en que funcionan los genes.

El segundo argumento empleado por Ehrlich para explicar por qué los genes no pueden afectar a la conducta humana es igualmente simplista y desconcertante. Cito textualmente:

[Se ha descubierto] en experimentos de selección empleando muchos organismos distintos [que] por lo general, es muy difícil seleccionar para una sola característica. Esto sugiere, entre otras cosas, lo poco probable que es en realidad el hecho de que los rasgos de la conducta humana sean un resultado directo de la selección natural, como suele afirmarse.

En primer lugar, no es demasiado difícil seleccionar para una sola característica. La rápida evolución de las poblaciones de insectos, hacia resistencia al insecticida que se emplea contra ellos sería un buen ejemplo (que Ehrlich menciona varias veces). Lo que resulta difícil, en general, es seleccionar para varias características a la vez, como han demostrado muchas veces los mejoradores genéticos. En todo caso, el argumento proviene de una vieja polémica entre los biólogos evolutivos acerca de los límites de la selección natural, pero no aplica particularmente a la conducta ni a los humanos. Se admite generalmente que la selección positiva o direccional de un carácter (cuando un alelo tiene una influencia muy grande sobre la supervivencia del individuo y por tanto es seleccionado) es un suceso relativamente raro, aunque ocurre. En cambio, la selección negativa o purificadora (cuando una mutación tiene consecuencias negativas para el individuo y por tanto es eliminada) es sumamente frecuente[2]. En la actualidad, los biólogos evolutivos tienen pocas dudas de que la selección natural existe y es determinante, aunque muchos de los cambios genéticos no tienen consecuencias sobre la capacidad de supervivencia de los organismos portadores. La aplicación del argumento de Ehrlich a la posibilidad de que los genes influyan en la conducta humana es del todo inconsistente. Era de noche y sin embargo, llovía.

No puedo dejar de mencionar la principal tesis del libro, sucintamente contenida en el título: naturalezas humanas. Sostiene Ehrlich que no existe una sola naturaleza humana, sino muchas, al igual que no existe un genoma humano, sino que cada individuo es único y difiere en algo con el de otros individuos. Según esta analogía (empleada por el propio autor), el término aludiría al hecho de que existe variabilidad genética dentro de nuestra especie. Sin embargo, no es esto lo que quiere decir, sino algo mucho más farragoso. Por naturalezas humanas entiende […] las diversas evolucionadas conductas, creencias y actitudes que gobiernan, soportan y participan en el singular funcionamiento de nuestra mente. Esta acepción del término es completamente diferente a la que se emplea comúnmente: rango de conductas humanas que se consideran universales en nuestra especie e invariables en amplios intervalos de tiempo, por lo que deben tener una fuerte influencia genética. Ehrlich deja claro a lo largo del libro que en su definición no entran los genes y además niega implícitamente que existan patrones de conducta universales, por tanto el término naturalezas humanas sería equivalente a conductas humanas, tal como lo emplea el autor. Obviamente, no es nada fácil deslindar la influencia de los genes y del ambiente, pero ese es justamente el objetivo de la psicología evolucionista: identificar patrones de conducta universales e invariantes, y establecer hipótesis sobre cómo dichos patrones llegaron a establecerse en nuestra especie. Lo que hace Ehrlich de manera implícita, con su definición de naturalezas es negar que exista una naturaleza humana. Hubiera sido mejor y menos confuso que hubiera hecho esta negación de forma explícita (como han hecho otros muchos autores) y expusiera las razones que le llevan a pensar así.

En cualquier caso, resulta muy difícil valorar este libro sin tener en cuenta el historial previo de su autor, el cual ha sido un personaje muy notorio en los medios de comunicación. En los últimos 30 años, el profesor Ehrlich ha realizado decenas de predicciones catastrofistas sobre el hambre, la producción de alimentos, el precio de las materias primas y otras cuestiones relativas al medio ambiente. A pesar de ser enunciadas con solemnidad y sin el menor atisbo de duda, la inmensa mayoría de las predicciones ha resultado falsa. Sin duda, Paul Ehrlich se ha ganado el apelativo de el hombre que nunca aprendió de sus errores. Por ejemplo, en su libro «The Population Bomb» de 1968 escribía estas palabras:

La batalla por alimentar a la humanidad está perdida. A lo largo de los años 70 el mundo sufrirá hambrunas; cientos de millones de seres humanos morirán de hambre a pesar de los programas de emergencia existentes. A estas alturas nada puede impedir un aumento sustancial de la tasa de mortalidad mundial […]

Evidentemente, la predicción resultó falsa. El problema del hambre no está resuelto ni mucho menos, pero el porcentaje de la población malnutrida ha disminuido notablemente desde 1968 al momento actual.

En 1970 sentenciaba en «Eco-catastrophe Environmental Handbook» (página 174): «hacia Septiembre de 1979, toda forma de vida marina estará extinguida. Grandes áreas de costa tendrán que ser evacuadas […]».

Y otra de sus famosas predicciones (1969): «Apostaría dinero a que ni siquiera Inglaterra existirá en el año 2000».

Lo de apostar no era de boquilla. En 1980 Ehrlich se apostó una buena suma con el economista Julian Simon acerca del precio que alcanzarían las materias primas al cabo de diez años; Ehrlich a que estarían por las nubes y Simon a que no. El primero acabó enviando un cheque por valor de 576.07$.

En 1974, en su ensayo «The end of Affluence» mostraba su preocupación porque el inminente enfriamiento global del planeta sin duda disminuiría los rendimientos de las cosechas (los cuales aumentaron aproximadamente un 70% entre 1970 y 2000).

En mi opinión (siempre es difícil adivinar los motivos de otras personas), las predicciones no estaban motivadas por datos, modelos u otro tipo de evidencia disponible, sino que estaban destinadas a llamar la atención del público y lograr notoriedad. No eran predicciones de verdad sino mera retórica. Seguramente, Ehrlich pertenece al nutrido grupo de personas que piensa que la mentira es aceptable si se hace por una buena causa y ésta (la salvación del mundo) lo es. El fondo del problema es que lo que Ehrlich lleva décadas haciendo es mentir o (lo que viene a ser lo mismo) llevar sus conclusiones mucho más lejos de los que permiten los datos. Esto es algo inexcusable en cualquier persona pero mucho más tratándose de un científico profesional.

El fin nunca justifica los medios; además, no creo que las mentiras del Dr Ehrlich hayan favorecido a la causa ecologista ni al medio ambiente. Al contrario, la repetición de predicciones fallidas ha provocado una reacción de tipo «pastorcillo mentiroso». Como el lobo no apareció cuando se dijo muchas personas han llegado a creer que el lobo no existe. Y eso tampoco es cierto. Hay buenas razones para creer que los problemas ecológicos son graves y acuciantes -como es el caso del calentamiento global- pero estas razones tienen que estar fundadas en la mejor evidencia disponible y no en meras opiniones o consignas (el fundamentado informe del panel internacional de expertos en cambio climático (IPCC) constituye un modelo a seguir). Así, hay algunas personas convencidas de que el petróleo no se va acabar en mucho tiempo porque las predicciones catastrofistas llevan muchos años incumpliéndose. Mientras tanto, Paul Ehrlich se ha convertido en un icono del movimiento ecologista y el inevitable fallo de sus predicciones no parece que le haya perjudicado demasiado, ya que conserva su trabajo en la Universidad de Stanford.

[1] Serretti A, Calati R, Mandelli L, De Ronchi D. Serotonin transporter gene variants and behavior: a comprehensive review. Curr Drug Targets. 2006 Dec;7(12):1659-69.

[2] Futuyma, D.J. (1998) Evolutionary Biology. 3th Edition. Sinauer Associated, Inc. Sunderland, Massachusetts

Pablo Rodríguez Palenzuela
Universidad Politécnica de Madrid

Anuncio publicitario

14 comentarios en “Reseña de una obra polémica

  1. «En definitiva, Ehrlich comienza su libro construyendo un imaginario y conveniente determinista genético radicalizado, que resulte fácil de refutar»

    ¡Qué curioso! Algo parecido, pero a la inversa, hace Pinker con su libro The Blank Slate. Construye una caricatura falsa de los supuestos partidarios de la «tabula rasa», un saco de «ambientalistas» en el que mete, por ejemplo, a Gould (defensor de la base genética del lenguaje o de la atracción instintiva por los rasgos «infantilizados»).

  2. El truco del «hombre de paja» es un clásico utilizado por muchos. Evidentemente, la trampa consiste en atribuir al «contrario» afirmaciones que no hace, por lo que es indispensable analizarlo caso a caso. En el caso de Erhlich, es indudable que hace trampas.
    El caso de Pinker es otro caso y debería analizarse independientemente si atribuye a Gold cosas que éste no dice. Creo que el tema es interesante, sobre todo dentro del debate más general sobre la naturaleza humana que han mantenido los psicólogos evolucionistas (Pinker, Cosmides, Singer, etc…) con Gold y otros muchos.

  3. El adversario de Erhlich bien podría ser un ente real y no un hombre de paja: ese sociobiólogo ubicuo que extrae directamente presuntas causas evolutivas de cualquier rasgo de conducta humano (o peor aún, «fines» de eficacia evolutiva, como si maximizar el número de descendientes fuera un objetivo para la mayor parte de los humanos), sin intermedios de neurotransmisores ni de leches.

    Precisamente una de sus encarnaciones comenta tu post «patos vs. patas» en dicho sentido, intepretando la ablación femenina como estrategia evolutiva, así a pelo y sin cortarse un idem. También me parece dicho enfoque muy presente en otros libros de divulgación culta, como «El mono desnudo», y en escritos más técnicos, aparte de en el propio padre del invento, Wilson. Lo que está claro es que ese hombre de paja es de una paja resistente, porque pulula mucho por todas partes. Dada la proverbial falta de cultura evolutiva y biológica en general de nuestras clases cultas, filosóficas y eruditas (que tú señalas con más razón que un santo), quizá la pretensión del libro tiene sentido, aunque no lo tenga para ti, mejor informado.

    Me pregunto además si es lo mismo «afectar a la conducta» que «explicar la conducta». Pones como sinónimas ambas cosas, que no lo son. No parece que Erhlich niegue la primera, como tú le achacas, puesto que a ella dices que dedica el 95% del libro, sino la segunda. «Explicar la conducta» sin más matices, entiendo que quiere decir «explicar completa o exhaustivamente la conducta», y eso es evidentemente incierto.
    Todo tiene una base en nuestros genes, a ver donde la va a tener si no, pero hay varias «capas» explicativas intermedias. Es un problema de nivel de explicación, creo yo, más que de porcentajes de cada variable. (Relacionado con eso de los «sistemas emergentes» o como te guste a ti llamarlo).
    Lo del numero de genes como argumento me parece que es de nuevo una mala interpretación: para lo que no hay bastantes genes es para explicar cada rasgo concreto de conducta como producto concreto y directo de un gen (o de varios). La comparación con otros animales no me vale: su repertorio conductual (repertorio dentro de cada especie) es muchísimo menor, su cultura acumulada es rudimentaria en el mejor de los casos (rudimentaria por comparacion con la humana), y la variabilidad de su conducta según la cultura local va de pequeñisima a inexistente.

    También en el caso de los otros animales hay al menos una «capa» intermedia de explicación: los genes conforman el cerebro y el sistema hormonal, y estos conforman la conducta. Supongo que por ahí va tu objeción, porque si eso mismo es postulable de humanos y de otros animales, y no tenemos problema en adjudicar causas geneticas al comportamiento animal, entonces tampoco para el comportamiento humano.
    Pero el cerebro que conforman nuestros genes (los humanos) es diferente en varios aspectos de los otros cerebros. La conducta resultante es mucho más variable y compleja, y está mediatizada por al menos otra capa explicativa intermedia -la cultura- que es un producto por supuesto de nuestro peculiar cerebro, y por lo tanto, de nuestros genes, en último término.
    No necesitamos hacer piruetas sociobiológicas para explicar un rasgo de conducta como la mutilación sexual de justificación religiosa en otras especies (como tu comentarista en el tema de los patos), porque otras especies no tienen ningún rasgo como ese. Y si queremos postular un gen para eso, tendríamos que explicar muchas otras cosas, entre otras por qué la mayoría de la población no parece tener esa conducta, por qué la seleccion natural va a favorecer un rasgo que aumenta el riesgo de muerte femenino (empeorando el factor limitativo de la descendencia de los mutiladores) y sobre todo, cuantos genes necesitamos para los miles de rasgos conductuales especificos inventariados, y cómo explicamos su no universalidad. Pero resulta que no nos hacen maldita la falta como explicación, ya lo dejó Occam clarito.
    Esto es solo un ejemplo de lo que quiero decir, aprovechando la oportuna entrada a la que me refiero… pero ejemplos de estos hay a miles por todas partes.

    ¿Estoy haciendo ahora yo parodia de esa posición? ¿El hombre de paja es solo un hombre de paja? Creo que en la versión Vulgata de la evolución, no lo es. E incluso en la versión de algunos profesionales, tampoco. Seguramente esos profesionales no son en efecto psicólogos evolutivos, y estos no sostienen estas tesis simplistas, ni se centran en rasgos de conducta «poblacionales». Pero estas presuntas explicaciones se encuentran, y en abundancia.

    Pido disculpas por comentar tu comentario sobre un libro que no he leído. Lo que haya interpretado mal de tu posición, me lo cargas en la cuenta «Atrevimiento e ignorancia». Saludos

  4. Hola «Pobrecito Parlante», como sabrás soy el el que hizo esos comentarios en el post de los patos.
    Creo que la ablación, aparte de otros motivos que puedan sugerirse, reduce en cierta medida -no toda desde luego- la capacidad de goce de la hembra y por tanto las probabilidades de flirteo extraconyugal.
    También soy de la opinión de que las lapidaciones y las palizas en caso de infidelidad son acciones que se desencadenan a partir de una experiencia interna que puede llegar aser muy muy potente: los celos.
    No es esta una emoción que el hombre se invente, es sencillamente una valoración, una respuesta del cerebro a una determinada situación. Igual que responde con sed a la falta de agua o con calor desagradable cuando las partículas vibran más rápido de lo conveniente a la pervivencia.

    Las acciones resultantes a partir de la dolorosa experiencia de los celos podrán ser primarias o meditadas o de orden cultural, pero el origen en este caso parece claro. Algún motivo habrá para que la naturaleza haya «pintado» de dolor a la infidelidad
    en los humanos.

    Saludos.

  5. «Algún motivo habrá para que la naturaleza haya “pintado” de dolor a la infidelidad
    en los humanos.»

    Mmmmm… algún motivo habrá para que la naturaleza haya decidido que tanta gente en el mundo hable chino.
    Algún motivo habrá para que la naturaleza decretara que varias culturas fajaran a los lactantes.
    Algún motivo habrá para que un monton de gente se afilara los incisivos.
    Algún motivo habra para que la naturaleza haya decretado que el alcohol es una droga razonable aquí, mientras que la marihuana y la coca no lo son, y haya decretado lo contrario en el norte de Africa y el altiplano americano.
    ¿No te parece?

    Además debe haber decretado, para el tema que te interesa, que los celos masculinos son distintos un poco más acá, o un poco más lejos en el tiempo.
    Además debe haber decretado que las mujeres se han vuelto darwinianamente estúpidas, puesto que son ellas las que aplican sistemáticamente la mutilación a sus hijas, vecinas y parientes, tirando así piedras contra su propio tejado evolutivo.
    Que esa conducta forme parte de un complejo de conductas relacionadas entre si de dominio sobre las mujeres es bastante innegable. Que vaya a favor de los celos masculinos, y por tanto tenga menos estorbos para establecerse en igualdad de circunstancias que otra conducta de dominacion que fuera en su contra (por ejemplo, la violación colectiva de una mujer sobre la que un hombre se considera con derecho exclusivo) también. Pero los celos no son explicación de nada, porque no explican por que acá sí y allá no, por qué ahora sí y antes no, etc. Menos aún por que esa conducta ha sido sancionada socialmente y ejecutada por otras mujeres, parientes de las afectadas, y por tanto contra sus «intereses» de «pata».
    Siguiendo por ese camino, estableceríamos que engañar al hombre que es la pareja oficial es practicamente una obligación evolutiva para las mujeres, porque habiendo hombres aparentemente sanos y aptos en el entorno, lo evolutivamente coherente es diversificar los padres de la prole lo más posible, a ser posible garantizando al mismo tiempo la colaboración en la crianza del que comparte un vinculo más permanente en cada momento (y «cada momento» tendería a ser «cada hijo»). Sin embargo, eso no es un comportamiento universal, por lo cual, o la cosa no funciona asi, o el comportamiento es muy moldeable por la cultura, que es lo que yo creo. «Muy moldeable» no es «infinitamente moldeable» ni «moldeable en cualquier dirección», desde luego.
    Las explicaciones ad-hoc, suponiendo una causa en la selección natural para cada rasgo conductual, a menudo culturalmente muy variable, y generalmente formando parte de un complejo de conductas relacionadas entre sí, me parece mear fuera de tiesto: o nos quedamos en explicaciones genericas («los celos») que lo mismo tienen que explicar eso que lo contrario, o empezamos a postular genes específicos sin venir a cuento.

    En resumen: tenemos genes para el lenguaje, no para hablar chino.
    Tenemos genes para el comportamiento de apego y de pareja, no para el matrimonio ni para la ablación.

  6. Hola, parece que consideras que el dolor que siente alguien cuando , por ejemplo, pilla «in fraganti» a su amad@ haciendo el amor con otra persona es un asunto cultural, entrando en la misma categoría que hablar chino o afilarse los dientes, según dices. Me parece forzar demasiado las cosas, tiene pinta de ser algo más primario que todo eso.

    A un nivel básico, sensorial, el organismo sentirá rechazo ante un trozo de carne putrefacta y atracción hacia una manzana. Nuestro organismo, igual que el de un saltamontes o una vaca, está preprogramado en gran medida. El binomio placer-dolor nos guia. Tambien las emociones como el miedo, el amor, el odio, etc. han surgido en el proceso evolutivo enriqueciendo cada vez más nuestro comportamiento (una sucesión de contracciones musculares al fin y al cabo), permitiendo la permanencia del ciclo vital. Yo situaría los celos en este nivel así como la envidia, que surgirían sólo en determinadas situaciones, pero me mantengo abierto a nuevas hipótesis, admito que es una concepción algo simple y nos queda un mundo por aprender.
    Y posteriormente el córtex que permite anticipar y afinar la acción en gran medida; aquí entraría el fenómeno cultural que es donde tú pareces situar el fenómeno de los celos.

    Dices que el comportamiento es muy moldeable por la cultura, no digo que no, pero la cultura parece desarrollarse en el sentido de ofrecernos una mayor satisfacción (aquí cabrían muchas matizaciones), al menos para quien redacta o mantiene sus tradiciones y decretos (en las sociedades democráticas para la mayoría, en teoría). Con esto quiero decir que no vale cualquier cultura.

    Sobre lo de la ablación, dije que los celos podrían influir, no que fueran el único motivo. También las religiones parece que tienden a un cierto control sobre lo sexual, sería interesante analizarlo. El hecho de que lo practiquen las propias mujeres puede deberse a que se haya convertido en una tradición (eso tiene mucha fuerza y se respeta) dictada en un principio por hombres; también lo de los burkas podría obedecer a razones parecidas a las que estamos comentando.

    Saludos

  7. Me debo de haber explicado extrordinariamente mal, o viceversa…
    Los celos tienen seguramente una base genetica, y todos los elementos culturales parten de lo que hay, es decir, no prescinden de las bases geneticas de nuestra conducta. Eso desde luego.
    Pero los celos no pueden explicar una conducta tan mediada culturalmente, tan particular de un tiempo y un lugar determinados como es la ablación.
    También los celos se «tratan» o modelan culturalmente. El dolor por la pérdida o la infidelidad no necesita explicaciones culturales, pero la «verguenza» y la ofensa cuando estos son ataques a la hombría o al honor, sí (a lo mejor la mujer perdida o infiel no le importa mucho al ofendido en este caso, eso es lo de menos). La capacidad para mostrar celos y comportarse según estos, también es muy variable: en nuestra sociedad las mujeres pueden permitirse más celos que en una solciedad poligámica, parece, y no solo en su comportamiento, sino hasta cierto punto en sus sentimientos. Ahora si a un hombre le abandona una novia, la moral social decreta que se aguante, y que no hay verguenza en ello, el dolor de los celos existirá, según lo que le importe puede ser un dolor terrible (el de una mujer también, por cierto), pero no será igual que cuando eso es una ofensa intolerable que hay que lavar o vengar. Y el sentimiento es genuino en ambos casos, por qué no.
    En fin, cosas complicadas. Pero sacar consecuencias de presuntas selecciones naturales ad-hoc porque sí… eso es lo que no estoy de acuerdo.

  8. Pues creo que en lo básico no diferimos demasiado. Los celos están ahí, y la cultura influye en sus manifestaciones y probablemente, hasta cierto punto, en la intensidad del sentimiento. Pero fíjate que en nuestro pais, a pesar de la moral social imperante, se puede llegar al asesinato por celos, y estoy convencido de que no hay muchos más por temor a las consecuencias que impone nuestro particular código moral, que son muy duras.

    Hay culturas como la islámica que apenas tiene en consideración los sentimientos de la mujer. No veo desatinado considerar que lapidaciones y burkas formen parte, sí, de una cultura pero claramente teñida de pulsiones machistas entre las que se encuentran los celos, que son de origen genético y cumplen alguna función nos guste o no.

    Puedo caer en la tentación facilona de valorar la cultura islámica desde mi particular óptica cultural y decir que me repugna sobremanera pero al mismo tiempo he de decir que sé que a ellos les repugnan intensamente algunos aspectos de la nuestra. Quién sabe, puede que algún día la ciencia se encuentre en condiciones de actuar sobre nuestro diseño neuronal adaptándolo de forma inteligente a las circunstancias imperantes y evitándonos reacciones que ya no tendrían sentido dado el alto grado bienestar y de control sobre nuestro entorno.

  9. Creo que la variación individual es lo bastante amplia (tanto en los genes como en el resultado total de la personalidad) como para que *siempre* haya comportamientos de todo tipo, o casi, en un grupo amplio.
    Incluyendo los que, al menos a simple vista, son adaptativamente un fracaso (como matar a los hijos, y se da).
    Hay psicopatas y sociopatas de diversos grados.
    Y también muy distintos umbrales para el comportamiento violento, que varían (parece) tanto según caracteristicas individuales (que serán en parte geneticas), como pertenencia a un sexo (que también se determina geneticamente), como patrones sociales de tolerancia o incitación a cada tipo de violencia (o al contrario, no tolerancia y represión de otros tipos).
    Hemos evolucionado como especie, y eso está en nuestros genes. Seguramente hasta nuestros estilos tanto cognitivos como emocionales, y muchas otras cosas, tanto individuales como como especie, .
    Pero ¿no han determinado también nuestros genes que tengamos «neuronas espejo» y vete a saber qué otras cosas del estilo? ¿Y que nuestro cerebro se siga modificando toda la vida, aunque cada vez más despacio?
    Esas características -genéticas, por supuesto- funcionan, y sirven para eso: para socializarnos desde la raíz, y para permitirnos el aprendizaje desde la experiencia.
    La evolución las ha seleccionado por algo (esas *sí*, porque están en nuestro cerebro, de forma anatómicamente detectable, y son universales de la especie, no un rasgo aislado de conducta).
    Vamos, en todo esto hay especulación y «probabilidades» más que certezas y genes identificados, por lo que muchas cosas las veremos diferentes en diez años más. Razon de más para ser prudente adjudicando «causas».

  10. Creo que tengo una visión algo menos «idílica» que la tuya sobre lo que es el hombre. Por otra parte estoy convencido de que si la humanidad se da a sí misma el tiempo suficiente para seguir aumentando sus conocimientos y, por tanto, su capacidad de transformación -incluso sobre su propia configuración- llegará el día en que «el paraiso» anhelado por las religiones será apenas un primitivo y burdo reflejo del bienestar alcanzado.
    La emancipación del ciclo reproductivo, la inmortalidad, la producción de sentidos y emociones insospechados serían apenas unos primeros pasos hacia un futuro que estaría mucho más allá de lo que nuestra imaginación puede atisbar. De momento ya fluye leche y miel, sólo hay que bajar a la tienda de los chinos 😉

  11. Creo que tengo una visión algo menos «idílica» que la tuya sobre lo que es el hombre. Por otra parte estoy convencido de que si la humanidad se da a sí misma el tiempo suficiente para seguir aumentando sus conocimientos y, por tanto, su capacidad de transformación -incluso sobre su propia configuración- llegará el día en que «el paraiso» anhelado por las religiones será apenas un primitivo y burdo reflejo del bienestar alcanzado.
    La emancipación del ciclo reproductivo, la inmortalidad, la producción de sentidos y emociones insospechados serían apenas unos primeros pasos hacia un futuro que estaría mucho más allá de lo que nuestra imaginación puede atisbar. De momento ya «fluye leche y miel», sólo hay que bajar a la tienda de los chinos 😉

  12. Sin ánimo de polémica, creo que el optimista eres tú.
    La violencia está en nuestros genes y en nuestras culturas. Es bastante probable que nos lleve (junto con otros comportamientos) a la extinción o casi-extinción en los próximos siglos. Al fin y al cabo eso ya ha pasado (muchas veces) a la escala de culturas concretas… y ahora vamos camino de tener una sola cultura humana.
    La evolución no produce perfección. Está por ver si esta especie es viable a largo plazo.

  13. De acuerdo con eso, por eso decía «si la humanidad se da tiempo a sí misma». No hablo de evolución como especie sino de las posibilidades que puede brindarnos el conocimiento y la inteligencia, que incluirían la posibilidad de modificar nuestro propio diseño orgánico.
    Tarde o temprano el hombre se enfrentará a ese reto. Algunos aspectos de nuestra psique, antaño necesarios en un determinado entorno, podrían ser un lastre, dificultando la convivencia, haciéndonos peligrar incluso como especie.
    Pero aún falta mucho para eso.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s