Sexo, hormonas y sentido del humor (2)

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Siguiendo con el tema, un artículo reciente publicado por Van den Bergh y Dewitte (1), de la Universidad de Lovaina (Bélgica), nos trae una nueva y fascinante pieza de información sobre sexo y comportamiento. Una vez más, las noticias no dejan en demasiado buen lugar a los hombres, sobre todo si son muy “machos”. La idea de este trabajo era estudiar la influencia de imágenes de contenido «sexy» sobre la capacidad de tomar decisiones. Los sujetos del experimento, en esta ocasión todos ellos del sexo masculino, participaban en varias rondas del “juego del ultimátum”.

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Para los no iniciados, el “ultimátum” (2) es un juego de simulación que está adquiriendo mucha importancia entre psicólogos, economistas y científicos de otras disciplinas. En esencia, el juego consiste en lo siguiente: a un jugador (el proponente) se le ofrece una cierta cantidad de dinero, que deberá dividir en dos; una parte para sí mismo y otra parte que es ofrecida al segundo jugador (el decisor); éste último debe decidir si acepta o no la suma ofrecida; en el caso de que no acepte, ninguno de los jugadores recibe nada. Los jugadores son anónimos y sólo interaccionan una vez, por lo que no es posible regatear. El juego es real en el sentido de que los participantes reciben de verdad las cantidades que ganan, aunque éstas suelen ser pequeñas (la cantidad empleada es un parámetro de importancia primordial en este caso, y tiene que ser equivalente en los diferentes medios sociales en los que se realiza el experimento).

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Este juego se ha realizado muchas veces (en condiciones rigurosamente controladas) y en diferentes ambientes sociales. La primera sorpresa fue que el comportamiento de la mayoría de los jugadores se apartaba mucho de las predicciones de la teoría económica. Según ésta, los “proponentes” deberían ofrecer cantidades muy pequeñas y los “decisores” deberían aceptarlas, ya que así maximizan su beneficio: cualquier cantidad es mayor cero. Pero no es esto lo que ocurre en realidad. En la práctica, las ofertas bajas tienden a ser rechazadas ya que son percibidas como “injustas”; la mayoría de las ofertas inferiores al 20% fueron rechazadas. Consecuentemente, la mayoría de los proponentes hacía ofertas cercanas al 50%, ante el temor (fundado) de que no fueran aceptadas.

Se encontró alguna interesante excepción a esta regla. Por ejemplo, entre los Machiguenga, un pueblo agrícola que habita en la selva peruana, se hacían con frecuencia ofertas muy bajas, las cuales solían ser aceptadas alegremente. Por el contrario, entre lo Gnau de Nueva Guinea se llegaron a rechazar ofertas muy generosas, incluso del 70%. Los científicos aducen que el sistema social y económico de los Machiguenga se restringe esencialmente al ámbito familiar; por tanto, no esperan nada de un “proponente” anónimo y desconocido, de manera que cualquier cantidad –por pequeña que sea- es bienvenida. Por el contrario, entre los Gnau el estatus de un individuo depende de su capacidad de “dar”, así que ofertas muy generosas eran percibidas como “arrogantes” ¿No os ha pasado alguna vez que os invitan a una copa y os sentís humillados en vez de agradecidos? Esa parece ser la causa del extraño comportamiento de los Gnau. En conclusión, los científicos creen que la mayoría de las sociedades tiene un concepto ( ¿innato?) de que un trato justo es del 50%. Fifty-fifty. Aunque este rasgo también sería susceptible de influencia cultural, al menos en los dos casos citados.

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¿Qué tiene esto que ver con el sexo y las hormonas? A ello vamos. Van den Bergh y Dewitte se preguntaron si la exposición a imágenes de contenido sexy podía alterar la estrategia de los jugadores en este juego ¡Y resultó que sí! Los hombres expuestos a estas imágenes eróticas, aunque no explícitamente sexuales (chicas atractivas en ropa interior fueron suficiente) consiguieron alterar significativamente la estrategia de los hombres en el juego del ultimátum. Interesante: la mencionada exposición provocaba que el sujeto estuviera dispuesto a aceptar ofertas más pequeñas del proponente que en ausencia del provocativo estímulo.

Más interesante aún. Los hombres más “machos” (es decir, con mayores niveles de testosterona) sufrieron un efecto mucho más acusado que los hombres con menos testosterona. Los investigadores midieron la cantidad de hormona de manera indirecta, midiendo los dedos índice y anular y calculando el cociente de las longitudes. Ya se sabía que este conciente (denominado ratio 2D:4D) constituye una buena medida de la exposición del feto a la testosterona y está correlacionado con rasgos de comportamiento “masculino”, por ejemplo, mayor dominancia y tendencia a la agresividad. Cuanto menor sea el cociente del individuo, más testosterona tendrá y más macho será (bueno, la cosa no es tan meridiana, pero hay cierta correlación).
Por cierto, si queréis saber vuestro propio índice lo mejor es hacerse una fotocopia de la mano y medir sobre ella.

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Curiosamente, los individuos con menor índice (los auténticos “machos”) eran los menos dados a aceptar ofertas bajas en ausencia del estímulo. La conclusión de los investigadores es que éstos se “derretían” en mayor medida con la mera visión de las chicas en ropa interior y estaban mucho más predispuestos a aceptar ofertas bajas.

La verdad es que (en mi opinión) todavía es bastante prematuro el tratar de sacar conclusiones de todo esto. En cualquier caso, el dato en sí es interesante, aunque no creo que sea realmente una novedad. Lo cierto es que aunque estos datos sean nuevos para los científicos, no lo son en absoluto para los publicistas y encargados de marketing, los cuales saben desde hace mucho tiempo que las decisiones de compra de los hombres son susceptibles de ser modificadas ante determinados estímulos. De ahí que utilicen imágenes más o menos sexy para vender todo tipo de artículos, desde los coches de gama alta hasta las chocolatinas. En este caso particular, parece que los científicos han sido los últimos en enterarse.

(1) Van den Bergh, B., Dewitte, S. (2006) Digit ratio (2D:4D) moderates the impact of sexual cues on men’s decisión in ultimátum games. Proc R Soc Lond B Biol Sci 273: 2091–2095.

(2) Michael S. A. (2004) «The Ultimatum Game, Fairness, and Cooperation among Big Game Hunters.» In Henrich, Boyd, Bowles, Camerer, Fehr, and Gintis (Eds.), Foundations of Human Sociality: Economic Experiments and Ethnographic Evidence from Fifteen Small-Scale Societies (pp. 413-435), Oxford University Press

15 comentarios en “Sexo, hormonas y sentido del humor (2)

  1. Tengo una explicación má simple para el comportamiento de los sujetos de este experimento: los tíos son basura
    Un saludo
    Pelizia
    Postdata: las fotos, de pésimo gusto, eh!

  2. Saludos, tu entrada en CPI me ha traído por aquí.
    Tu blog está bastante interesante; aunque mi campo sea la técnica, me suelen interesar los documentales acerca de la evolución y de la conducta humana.
    Aunque te diré que he visto algunos documentales en los que termina dándose una versión un tanto lamarkista de la evolución y pienso que esto termina confundiendo al público ¿tú qué crees?

    Veo que tienes un libro editado, ¡enhorabuena!
    Te añadiré a mis favoritos.
    Saludos.

  3. Hola Sophie,
    Gracias por tu interés en este blog.
    Con respecto a la cuestión que planteas, tendría que ver los documentales concretos para formarme una opinión, pero en cualquier caso, se puede decir sin problemas que la teoría lamarckista NO es correcta.
    Existen algunos fenómenos en los que factores ambientales influyen sobre los genes, como es el caso de la epigenética, que tienen un parecido superficial con el lamarckismo. Esto puede matizar un poco al darwinismo, pero no le quita validez a la idea de que el cambio adaptativo es consecuencia de la selección natural. En cualquier caso, la teoría de la evolución ha cambiado en muchos aspectos desde los tiempos de Darwin (aunque se sigue pensando que la selección natural es importante, hay cierto debate sobre qué porcentaje del cambio evolutivo se debe a la SN y cuánto al mero azar).
    Un abrazo

  4. Temprano dices, Pablo, que la teoría lamarckista no es correcta. Habría mucho, pero mucho que matizar.

    Podríamos, p.e., entrar en consideraciones históricas, desarrollando algo acerca de la figura Lamarck, un científico fundamental, que ya fumaba en pipa cuando Darwin jugaba a la pelota, y no siempre bien conocido ni entendido.

    Podríamos entrar en consideraciones personales y sociales, mencionando algo acerca de su mala fortuna personal o la mala fortuna de su reputación. Pero no, al menos no ahora.

    Ahora sólo decir que lamarckista es quien cree en la herencia de caracteres adquiridos. En bacterias, la herencia de caracteres adquiridos es un hecho demostrado a la orden del día. Quizás en plantas pronto lo sea también y, ¿porque no? pronto podría también verse demostrada en animales alguna prueba de ello en relación con el sistema inmunológico. Ya iremos viendo, que no hay prisa.

    Que el cambio adaptativo es la consecuencia de la selección natural, suena bien. Digamos que suena de acuerdo con lo establecido. Lo que no se ve ya tan claro es en qué puede consistir eso cuando esas palabras tan establecidas y biensonantes se intentan traducir al lenguaje de la biología contemporánea.

    Asi como el mero azar nunca podrá ser una explicación científica, la selección natural es una tautología, una verdad de Perogrullo, que ya lleva muchos años en pie, pero que no tiene ninguna base biológica firme, que es lo que hoy, en la época de la biología experimental se le debería haber pedido.

    Como despedida, expresar mi aprecio por Lamarck y también por Pelizia, firmante de un comentario arriba. Ambos han contribuido notablemente a colocar al hombre en su lugar en la escala evolutiva. Además, la segunda ha introducido una nota de colorido en tu blog, que era muy necesaria.
    No deberías banearle sino hacerle un contrato.

    Saludos,

  5. Emilio,
    La teoría de Lamarck, tal como él la formuló, no es cierta. Existen femómenos, como la epigenética, que han sido asimilados «a posteriori» al lamarckismo. Lo que Lamarck decía (entre otras cosas) es que las jirafas tienen el cuello largo porque sus antecesores lo estiraron mucho, cosa que no es verdad.

    Yo no soy ningún seleccionista, pero afirmar que la selección natural es pura tautología me parece exagerar. Desde luego, es difícil probar de forma directa que un carácter ha sido seleccionado, porque eso exigiría entre otras cosas viajar en el tiempo. Sin embargo, la distribución no-aleatoria de las variaciones en la secuencia del DNA constituye una prueba considerable. por ejemplo, el hecho de que las mutaciones en intrones o pseudogenes sean mucho más abundantes que en zonas codificantes, o que determinados residuos de las proteínas estén conservadas en organismos muy diferentes, constituye una prueba indirecta -pero firme- de que la selección natural existe.
    No voy a continuar esta conversación. Si tienes una aportación significativa a la biología evolutiva (y la esta lo sería) te sugiero que envíes un artículo a Nature u otra publicación similar.
    Un saludo

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  8. A Pablorpalenzuela: aunque última// me sorprendo a mí mismo realizando observaciones más típicas y denigrantes sobre los sexos opuestos, admito que su severa amenaza me pareció la mejor respuesta editorial posible y a partir de ahora, la mínima. Intersante página. Un saludo.

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  11. no es comentario es una pregunta, soy una mujer soltera y con muchas fantacias sexuales q me pasan por la cabesa deciaria experimentar muchas cosas, pero vivo en un lugar q todos saven la vida de las persona y me gusta lo oculto, dicen q es lujuria lo que tengo sera una enfermedat eso?

  12. Me parece una perspectiva interesante, que me gustaria discutir con algunas amigas, les dire de tu blog y asi las invito a un cafe para platicar, creo que tienes algo de razon pero es un tema algo controversial, muy buen contenido, Felicidades !

  13. Pingback: El secreto del amor es reirse de uno mismo / Fran Rejón

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