rabietas infantiles y presión social

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A cualquiera que haya tenido hijos le habrá pasado más de una vez.  Estamos en un restaurante, en un avión o en cualquier otro lugar público y, de pronto, el «angelito» o «angelita» se coge una rabieta de mil demonios por cualquier tontería. En seguida empiezan las miradas de reproche de los que están alrededor. Si los llantos se prolongan, las miradas se tornan cada vez más feroces, hasta que la presión social resulta insoportable para el sufrido progenitor. En esas circunstancias, las probabilidades de que los padres cedan al  deseo de la criatura son altas y proporcionales al número de personas que se encuentren alrededor. En cambio, en casa las cosas son diferentes. Aquí nadie puede oírte. Grita cuanto quieras, condenado.

Lo curioso es que este tipo de problemas no son exclusivos de nuestra especie. A las madres macacas les ocurre exactamente igual, y ellas también suelen acabar «derrotadas» por las rabietas en lugares públicos, de acuerdo con un interesante artículo aparecido el mes pasado en los Proceedings of the Royal Society B.

Entre una hembra de macaco y su cría, el motivo de discordia suele ser el acceso a un recurso escaso: la leche materna. Si el pequeño quiere ser amamantado y la madre no le deja, la bronca está garantizada. Por desgracia para la madre, los pequeños tienen un aullido agudo francamente molesto para cualquiera que se encuentre cerca. No es extraño que tanto la infortunada madre como el pequeño tengan una probabilidad de ser atacados por otros individuos 30 veces mayor durante una bronca que en momentos de calma.

Semple y sus colaboradores estudiaron durante largo tiempo a una colonia de macacos en la Isla de Cayo Santiago (Puerto Rico). Observaron que cuando la «bronca» se producía en ausencia de otros animales, la madre cedía a las pretensiones de la cría en un 39% de los casos. Esta frecuencia subía al 54% en presencia de otros individuos; pero si además se trataba de individuos de alto rango que no fueran parientes de la madre (lo que implica una mayor probabilidad de que reaccionen agresivamente a los chillidos), la probabilidad llegaba al 82%.

La mayoría de los primates vivimos en sociedad y es difícil sustraerse a su influjo.

Semple et al (2009)

16 comentarios en “rabietas infantiles y presión social

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  2. Puestos a que el niño llore… que lo haga con algún argumento. Una buena patada en el culo y quizá en vez de presión social lo que se reciba sea una salva de aplausos para el papá o mamá del pequeño dictador.
    Creo que las posibilidades de que el niño siga dando el coñazo se reducirían bastante.
    Solo doy gracias por haber tenido dos hijas que jamás montaron numerito semejante, ni hizo nunca falta ceder a sus presiones.

  3. Me encanta como, por enésima vez, explicas la cotidianidad desde la cientificidad de la etología.
    Felicidades (qué sana envidia)

  4. Deberíamos aprender a soportar la presión social de todos los que nos rodean con paciencia. De esta manera, igual que los niños aprenden que no les vale de nada la pataleta, la gente aprenderá que no debe meterse donde nadie les llama, distinto es ver que un padre maltrata (y digo maltrata, no me refiero a dar un azote) a su hijo. Una vez que aprendes a responder con una sonrisa las miradas inquisidoras de los demás, te sientes francamente bien. Supongo que todos los que miran mal no tienen hijos o, al menos, sus hijos nunca les han hecho pasar un mal rato en público.
    Un saludo.

  5. Espero que ninguno de los que «hacen presión» porque no tienen ninguna paciencia con los cachorros humanos ni con los padres de los cachorros humanos tengan nada de lo siguiente:
    a) moto
    b) perros ni otras mascotas sonoras
    c) la tele alta
    d) costumbre de ir hablando por la calle a las 2 de la mañana cuando salen el finde
    e) asistencia a baretos y antros en general de los que no dejan dormir al vecindario
    f) ni lleven la ventanilla bajada con los 40 principales sonando en el coche.

    Mis encuestas particulares, sin valor científico desde luego, dan que todos los virtuosamente indignados con que los niños pequeños no vayan amordazados incumplen uno o varios de los requisitos o hacen ruido de otras maneras. Así que menos protestas.

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  7. Así que los que tienen la culpa son los que miran inquisitivamente!!!!

    Si eso pasa en un restaurante, lo que tiene que hacer el padre o madre, es coger al niño y sacarlo fuera para que no moleste a los demás comensales, que NO tienen culpa de nada, y están gastando su dinero para tener una comida tranquila, que no debemos permitir que sea arruinada por un niñato enrabietado.

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