Por qué los animales importan

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En mis clases de una asignatura titulada “Bases bioquímicas de la alimentación animal”, suelo hacer un debate con los alumnos sobre la espinosa cuestión del bienestar animal y las incómodas consecuencias que se derivarían (para los productores de carne) de mejorar el tratamiento que habitualmente se da a los animales domésticos. Lo normal es que se forme (espontáneamente) un grupo de “defensores” de los animales (típicamente liderado por una chica de procedencia urbana) frente a los que opinan que el punto de vista del animal nunca debería interferir con sistema productivo (tìpicamente liderado por un chico de procedencia rural). El debate lo repito cada año y generalmente, los pro-animales son más numerosos, al menos nominalmente, y cada año acaba sin que se alcance un consenso. No pretendo que este pequeño “experimento” tenga valor estadístico alguno, pero sí me permite pulsar la opinión al respecto, aunque sea con una muestra de individuos muy reducida y no-aleatoria.

Con frecuencia, los “anti-animalistas” manifiestan una sensación de ultraje: ¿cómo es posible que a alguien le preocupe los derechos de los animales? La idea les resulta obviamente ridícula, sin que sea necesario darle más vueltas. Conviene recordar que los reformistas del pasado también tuvieron que enfrentarse a algo parecido cuando cuestionaron cosas que –en aquella época- eran generalmente aceptadas, como la esclavitud o la negación de derechos políticos a las mujeres. Cuando Mary Wollstonecraft publicó en 1792 su “Vindication of the Rights of Woman”, el académico Thomas Taylor trató de refutar sus argumentos llevándolos un paso más lejos: si el argumento de igualdad se puede aplicar a las mujeres, ¿por qué no a los perros o a los gatos?

Seguramente parte del problema procede de nuestra trayectoria intelectual. En Europa Occidental, la tradición filosófica judeo-cristiana ha tendido a exagerar las diferencias entre los humanos y el resto de las especies, en línea con la creencia de que los humanos tienen alma y los otros animales no. Incluso en la actualidad, las encuestas realizadas revelan que los fundamentalistas cristianos son los que, por término medio, rechazan con más virulencia la noción de continuidad entre las especies y armonía con la naturaleza. En el siglo XVII, Descartes sostenía la visión ‘mecanicista’ de que los animales eran algo así como ‘zombies’ o ‘autómatas’, simples máquinas desprovistas de deseos o impulsos. De esta visión se seguía que era éticamente correcto maltratarlos, ya que no eran ‘seres sentientes’.

Otra razón esgrimida contra los animales es lo que podríamos llamar “el argumento de incompatibilidad”: al preocuparnos por los animales estamos dejando de hacerlo por algunos humanos, lo cual es moralmente repugnante. Personalmente creo que el argumento no es cierto (aunque puede serlo en el caso de algunos extremistas). Simplemente no es cierto que las personas más preocupadas por el bienestar animal lo estén menos por el bienestar humano. Más bien se trata de aspectos diferentes de la misma cosa: la preocupación por el sufrimiento en seres sentientes, independientemente de la especie a la que pertenezcan.

También tenemos el “argumento de inconsistencia”: no tiene sentido condenar las corridas de toros y no la caza en general; no tiene sentido condenar la experimentación animal y seguir consumiendo carne. Creo que la refutación de este argumento es evidente.

La cuestión de los “derechos de los animales” es bastante complicada, por lo que no puede ser tratada en un post con la profundidad que se merece. Así pues, remito al lector interesado a dos libros clave (Midgley, 1984; Singer, 1975). Pero no quiero dejar de señalar que al reclamar derechos para los animales no queremos decir que éstos sean iguales que nosotros, lo cual es patentemente falso. Somos nosotros, y no el resto de las especies, los que podemos tomar decisiones morales. Pero los sujetos de tales decisiones no tienen por qué ser solamente “seres racionales”. Por la misma razón, los niños pequeños o individuos que sufren un retraso mental severo no están desprovistos de protección aunque no se les reconoce los mismos derechos que al resto de los ciudadanos.

Lo importante no es si lo animales piensan como nosotros (cosa que evidentemente no hacen).

Lo importante es saber si sufren.

Midgley, M. (1984) Animals and why they matter. Athens: University of Georgia Press.

Singer, P. (1975) Animal liberation : a new ethics for our treatment of animals. New York: New York review : distributed by Random House.

17 comentarios en “Por qué los animales importan

  1. Interesante tema.

    Te doy la razón, es evidente que los (demás) animales no piensan como nosotros, pero añado que tampoco lo hacemos nosotros como ellos.

    Algo importante es tener en cuenta que no todos los animales son iguales, se encasillan en el mismo grupo a la cucaracha y al cachalote, me parece un problema del lenguaje, quizá derivado de esta tradición judeo-cristiana.

    Lo interesante sería estudiar que entendemos por «sufrimiento» y cuantas variedades de éste podemos llegar a distinguir.
    En mi opinión, por lo que se entiende generalmente por sufrimiento, es una evidencia aplastante que existe en otros animales, y el plantearlo se me hace como el filósofo que se plantea su propia existencia, cuando parte de esa evidencia, un juego de razonamiento, pero en el que conoces de antemano el final.

    Desde la neurociencia mas técnica hasta el otro extremo, el trato mas «humano» con un animal, nos indica esto.

    Así que, en mi opinión, cambiaria la última frase de la entrada…

    «Lo importante es saber si sufren.»

    Por

    «Lo importante es saber que sufren.»

    Un saludo

  2. Los animales sienten y piensan, aunque no como nosotros, y aunque es evidente que somos diferentes, también son diferentes una hormiga y un calamar, nuestra «supuesta» superioridad no nos da derecho a atentar contra ellos; me explico: tienes hambre, te gusta la carne, cazas un conejo y te lo comes; aquí no hay ningún problema moral. Pero hay gente que se divierte torturando animales, quemándolos vivos, destrozando sus nidos y huevos, colgándolos vivos o echándolos a pelear simplemente por ver a otro ser vivo sufrir, agonizar y morir; para mí la gente que es capaz de hacer esto no tiene escrúpulos y podría hacerlo contra un humano si se dan las condiciones para ello.
    Una vez tuve que sacrificar a una ardillita coreana y tardé media hora en decidirme a pincharle el pentotal sódico que me había pasado una amiga veterinaria. No me explico cómo puede haber gente que tiene animales, que se encariña con ellos, y después son insensibles a su sufrimiento.
    Otra cosa que ocurre ahora es que olvidamos las veces que nos sacaron de apuros tantos y tantos animales domésticos, ayudándonos a los humanos en la caza, en las labores más pesadas, en el transporte, etc.
    Un saludo.

  3. Pingback: Por qué los animales importan

  4. Hola Tay/Miski,
    De acuerdo. Parte del problema es hacer una extraña dicotomía racional/irracional, ya que un chimpancé está mucho más cerca de nosotros que un saltamontes.
    Sin duda, los mamíferos pueden sufrir, pero ¿los insectos? ¿las amebas?¿los peces?
    Saludos cordiales

  5. Un saludete,
    Lamento no haber visto tu comentario en mi blog hasta ahora, de haberlo visto tendrías un voto más en el concurso.
    Y no lo he visto porque, la verdad, no creí que nadie lo leyese (y menos comentara), cosa que me lleva a las conclusiones de que: utilizaste un mensaje genérico o que necesitas ratas de laboratorio para tus experimentos secretos con el deseo, el sexo y la reproducción humana y animal.
    En cuanto al tuyo, creo que tiene una mayor consideración con los seres vivos y, sobre todo, con la ciencia y la filosofía. Es curioso que después de tantos datos, ríos de tinta, investigaciones y descubrimientos, sigan pesando sobre nuestros hombros algunas (sino muchas) de las preguntas que ya se hacían hace miles de años. De hecho, si respondemos a Descartes que los animales no son mecánicos, nos surge otra pregunta más. Siempre hay otra más. ¿El átomo? ¿Qué hay dentro? ¿Electrones, protonoes, neutrones? ¿Y dentro de éstos? ¿Quarks? ¿Y…?
    Está claro que el hombre es el más inteligente, pero ¿quién es el más feliz? ¿Es inversamente proporcional?
    Bueno, que se me va la pinza, yo, a lo mío

    Gracias, y un saludo

    Ernest Ribau

  6. Empecé a pensar en este tema a partir de leer otro post relacionado que escribiste sobre la «autodomesticación» de los perros. Pensaba sobre si las mascotas eran «libres», determiné que los perros, si habían sido de verdad «autodomesticados» no podían «exigirnos» la libertad que yo creo que sí merecen otras mascotas, por ejemplo los pájaros, debido a que los perros obtuvieron y siguen obteniendo su beneficio, sobrevivir y además en gran número.

    Es un tema interesante este. Si retrocedemos en nuestra línea evolutiva, seguramente nos encontremos siempre un punto donde nuestro estado de evolución es comparable al del actual chimpancé, si vamos más atrás, comparable al del actual caballo, etc… luego se me ocurre que en esta época de dilemas morales y defensas de lo desconocido ¿no sería lo ético dejarles libres para darles la oportunidad de evolucionar como lo hicimos nosotros? a los humanos «nadie» nos explotó como hacemos hoy día con todas las especies…

  7. Hola Leo,
    Es difícil saber «qué es mejor» para los animales. En el caso de los perros, yo creo que «necesitan» la compañía de los humanos. En otras especies, la cosa cambia. Yo no tendría a un pájaro en una jaula (¿para qué).
    En cualquier caso, la Evolución no se plantea problemas morales (lo que no quiere decir que nosotros no lo hagamos) y la «explotación» es algo corriente: los depredadores explotan a sus presas, los parásitos a sus hospedadores.
    Un saludo

  8. Hola Pablo

    En respuesta (o «intento de…») a tu pregunta.

    En estos casos es necesaria una visión multidisciplinar del tema, pues aunque la neurociencia pueda tener un gran peso, un estudio evolutivo-etológico del tema puede ser muy útil.

    Al valorar esto encontraríamos problemas como puede ser el valorar cuantitativamente el sufrimiento.

    En respuesta a esto, encontré este artículo de Marian Stamp Dawkins, tratando este mismo tema, donde parece dar con una solución científica (no lo he leído aun)

    http://www.animal-rights-library.com/texts-m/stampdawkins01.htm

    Por otro lado, la neurociencia nos puede decir, «vale, tal área cerebral funciona para tal cosa, si cierto tipo de animal posee sistema límbico es capaz de tal cosa», en este aspecto podemos decir que el dolor lo encontramos desde aquel bicho con el llamado «cerebro reptiliano» hasta nosotros. Mientras que el sufrimiento, la versión psicológica del dolor, podemos encontrarlo en cada animal con sistema límbico.

    Pero he aquí a donde quería llegar, somos terriblemente antropocéntricos, y observamos la evolución cerebral como una escalera ascendente, donde cada mejora que aparece en los cerebros animales más nos acerca filogenéticamente a su poseedor.

    Pero la evolución no funciona siempre así, no es raro encontrar elementos con múltiples orígenes evolutivos, por poner un ejemplo, el cerebro de cetáceos, alejadísimo de nosotros, comparte de forma convergente y polifiletica distintas características. Sin poseer una corteza prefrontal como la nuestra realizan tareas como si la tuviesen, y recuerdo un artículo en el que no pude profundizar sobre neuronas de eje en cetáceos que apuntaba hacia algo parecido…

    No por no poseer nuestras estructuras cerebrales para el sufrimiento van a estar incapacitados para experimentarlo, más si tenemos en cuenta el enorme poder adaptativo que tiene.

    Otro punto interesante, y ya no me enrollo mas, es una visión etológica de que animales expresan el dolor y sufrimiento y que animales no lo hacen. Esto lo explica muy bien Temple Grandin, la etóloga autista en su libro «Interpretar a los animales», los animales «presa» no exteriorizan el dolor con la misma alegría que los depredadores, por el riesgo que esto supone.

    Perdón por alargarme tanto, es un tema interesante y que da para mucho.

    Un saludo

  9. Hola Pablo. Desde un punto de vista moral, la cuestión no es si los animales tienen capacidad para sufir física o anímicamente. Lo verdaderamente importante es si es pertinente el trato que se les da. Si tuviesemos a mano un especimen del que nos consta que no sufre ni padece, ¿eso nos daría derecho a ensañarnos con él? ¿Qué imagen se nos forma en la cabeza cuando vemos a un niño descuartizando a un muñeco? ¿Nos preocupamos por el muñeco o por la salud mental del niño? Lo condenable al infringir daño a un animal -o a una persona- no es tanto la cuántificación del dolor producido, sino el ánimo de hacerlo.

  10. Hola Ricardo,
    No se me había ocurrido la imagen del muñeco. De acuerdo que sería algo reproblable, pero quizá más desde el punto de vista estético. Descuartizar una lagartija me parece que está a un nivel diferente de descuatizar a un muñeco.
    Un abrazo

  11. En mi opinión, el sufrimiento animal no crea tanto rechazo por sí mismo como la imagen del ser humano produciéndolo. El animal que sufre conmueve y entristece con éste como único protagonista, creándose una empatía asimétrica y breve. El animal al que se le hace sufrir pasa desapercibido, pues lo que realmente irrita es el ser humano que lo maltrata, el cual es el centro de una empatía directa de incomprensión, odio, e incluso, en algún caso, de envidia inconfesable.

    Por otro lado, el que los animales sufran parece evidente, lo que es más difícil de saber es cómo lo hacen. Un ejemplo de andar por casa: un perro al que le falta una pata y camina como puede produce más lástima que otro en perfecto estado que llora porque se le retrasa la hora del paseo. Yo no estaría tan seguro de afirmar que el primero sufre más. Resulta difícil evaluar el sufrimiento de otras especies conociendo únicamente lo que nos hace sufrir a nosotros.

    En el ámbito de la producción animal observo que las medidas europeas para el bienestar animal empezaron aplicándose para «ser más modernos» y de paso obtener mejores productos (manejo y transporte antiestrés en matadero, accesos a bebederos, higiene…), pero que están tomando caminos difusos y cuestionables que pueden tener un caro impacto económico y medioambiental.

    Por cierto, no sería por mis comentarios al respecto en aquella ¿Z-2? por lo que tuve que ir a septiembre, ¿verdad?, y eso que como hombre de procedencia rural cumplía con su estadística. 😉

    Un saludo.

  12. Hola Airos,
    Como sabes bien, yo siempre hago exámenes de tipo test; suspenden los que no alcanzan la puntuación mínima, de manera que no hay ningún elemento subjetivo.
    Sin duda, el tema del bienestar animal es intrínsecamente opinable. Algunos piensan que todos deberíamos ser vegetarianos y punto. Te doy la razón en que no tiene sentido impedir el maltrato en Europa e importar productos de animales maltratados en otros países.
    Evidentemente, las medidas tienen consecuencias económicas y -probablemente de otros tipo, lo que no quiere decir que sean injustas o inapropiadas.
    lo de que «que están tomando caminos difusos y cuestionables » tendrías que concretarlo un poco más.
    Un saludo
    PS Mis porcentajes de aprobados son francamente altos

  13. Quizá el tono no dejara claro que lo de septiembre era un guiño en tono de broma. Esa asignatura fue la única que tuve con usted y me hubiese encantado que fueran más.

    Saludos.

  14. Pingback: Vegetarianismo y sostenibilidad ambiental « La lógica del titiritero

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