Siempre me resulta incómodo hablar de las diferencias de género. La idea, bien establecida y políticamente correcta, de que todas las diferencias psicológicas entre hombres y mujeres se deben al distinto condicionamiento social recibido a través de la educación me pone en una situación complicada. Parece como si el hecho de reconocer que las diferencias son en parte biológicas equivale a justificar el statu quo. Nada más falso. En el mundo ideal, la cuestión de la discriminación por razón de sexo, simplemente no sería un tema relevante, al igual que ahora nadie se plantea que te puedan discriminar por el hecho de usar gafas o por la afición a comer pepinillos.
Las diferencias entre hombres y mujeres son, desde luego, pequeñas. En lo esencial somos muy parecidos y no venimos de diferentes planetas, sino de África, donde nuestra especie apareció hace relativamente poco tiempo (100-200.000 años). Además, las diferencias psicológicas se dan fundamentalmente en aspectos relacionados con las estrategias reproductivas. La cuestión es que es altamente probable que algunas diferencias tengan una base biológica, aunque siempre resulta difícil deslindar unos factores de otros.
El tema es demasiado amplio para tratarlo en profundidad en un “post”, cuyo objetivo es simplemente comentar los resultados de algunas publicaciones recientes. Sólo quiero hacer constar que el reconocimiento de las diferencias biológicas de género no debería considerarse un obstáculo para las reivindicaciones de las feministas, sino una parte integral de las mismas.
El laboratorio del Dr. Sigal Balshine, de la Universidad McMaster en Ontario (Canadá), se ha ocupado de la relación entre el sentido del humor y el atractivo sexual. Debo mencionar que este investigador ha dedicado la mayor parte de su carrera a estudiar diferentes aspectos de la biología de la reproducción en especies animales; sólo muy recientemente se ha interesado por la conducta humana.
El tema no es exactamente nuevo; existe la hipótesis de que el sentido del humor en humanos pudo haber surgido como una especie de «ornamento» que sirve para atraer a una pareja. Según esto, el sentido del humor sería algo equivalente a la cola del pavo real: un instrumento de seducción. Por tanto, este rasgo habría entrado a formar parte de la humanidad debido a la “selección sexual”, algo que aumenta las probabilidades que uno tiene de aparearse y por tanto de dejar descendientes. Pero ¿qué ventajas de otro tipo podría conferir?
Se ha argumentado que el hecho de tener “gracia” es un buen indicador de diversas capacidades mentales, de manera que la capacidad de producir humor de una pareja potencial nos estaría diciendo –indirectamente- que ésta posee genes de buena calidad (por lo menos en lo que se refiere a cualidades intelectuales), los cuales podrían pasar a la descendencia. En definitiva: un buen partido, o al menos, no totalmente estúpid@.
Sin embargo, lo que no había sido prácticamente estudiado hasta la fecha es la diferencia de género en este aspecto. Lo que se propusieron Balshine y colaboradores era diferenciar entre la apreciación de la capacidad de producir humor de la pareja potencial y la receptividad de ésta a nuestro propio sentido del humor. Lo más interesante es que hombres y mujeres tienen, aparentemente, respuestas muy diferentes ante el sentido del humor de una posible cita (2). Para las mujeres, la capacidad de producir humor es un factor claramente atractivo, tanto para una relación de corto plazo como de largo. En cambio, para los hombres lo que cuenta es la receptividad de la chica al sentido del humor (del chico). Al parecer, que una chica sea divertida no la hace más atractiva como posible pareja (aunque sí la hace atractiva como amiga).
En un trabajo similar (1), los autores mostraron a los sujetos del experimento fotografías de personas atractivas del sexo opuesto; junto a la foto iba una pequeña declaración que podía ser “divertida” o “neutra”. De nuevo, para las mujeres, el sentido del humor (la declaración divertida) hacía a los chicos más atractivos, mientras que los hombres resultaron insensibles a este rasgo. Expresado crudamente: los resultados de estos experimentos sugieren que a los tíos lo único que les importa es que las tías estén buenas y les rían las gracias. Obviamente, esto no deja en buen lugar a los portadores de un cromosoma Y, pero… qué le vamos a hacer.
Personalmente, creo que este tipo de investigación es sumamente interesante y el tema merece un estudio aun más profundo. Pero también creo que es necesario mantener cierta cautela. No es que haya ninguna razón a priori para dudar de estos resultados, pero sería importante que se repitieran en contextos sociales diferentes (los experimentos mencionados se hicieron con un conjunto muy reducido de estudiantes universitarios canadienses).
Feliz 2007 a todos y a todas
1. Bressler, E., and S. Balshine. 2006. The influence of humor on desirability. Evol. Hum. Behav. 27:297-305.2.
2. Bressler, E., R. Martin, and S. Balshine. 2006. Production and appreciation of humor as sexually selected traits. Evol. Hum. Behav. 27:121-130.