Bésame mucho

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Basta escuchar un momento la letra de nuestras canciones para comprobar que el beso –entiéndase, el beso romántico y apasionado- constituye una parte importante de la sexualidad humana. Lo que no es tan corriente es que el beso sea también objeto de estudio de los biólogos; aunque no debería extrañarnos, después de todo, el objetivo de la Psicología Evolucionista es precisamente buscar las bases biológicas y evolutivas de la conducta humana.
“La biología evolutiva del beso” es el tema de un artículo publicado en el último número de la revista Evolutionary Psychology (1) y cuyo título es: “Sex differences in romantic kissing among collage students: an evolutionary pesrpective”. Debo adelantar que en mi opinión este trabajo está un poquito regular. No me entiendan mal. No es que esté en contra de este tipo de estudios. Todo lo contrario. Mis reparos se centran este trabajo concreto. Pero vayamos primero a los hechos.
Los autores se proponen contrastar tres hipótesis. La primera: el beso podría ser un mecanismo para evaluar a las parejas potenciales. Por ejemplo, mediante el intercambio de saliva los hombres podrían percibir sustancias indicativas de la ovulación y esta información sobre la fertilidad de su compañera podría tener relevancia evolutiva (sobre esto, vésase el post anterior “Chicas alegres y psicología evolucionista”). De la misma forma -sugieren los autores- el beso permite inferir algo sobre el estado de salud de la persona besada (al menos de su salud bucodental). Otra posibilidad (aunque esta no la han considerado los autores) es que también proporcionara información sobre el grado de des-semejanza genética de la pareja con objeto de evitar la consanguinidad.
La segunda hipótesis es que el beso podría servir como un mecanismo fortalecedor de los lazos de unión de la pareja (bonding). Los autores llegan a sugerir que esto se produciría mediante intercambio de hormonas a través de la saliva. Es posible que suene un poco raro (y terriblemente anti-romántico) pero la monogamia debe tener una base bioquímica, aunque sabemos poco de cómo funciona en nuestra especie. En cambio sabemos por qué es monógamo el campañol de las praderas, un roedor perteneciente al género Microtus que habita en gran parte de América y Europa. Este animal excava profundas galerías y se alimenta de raíces y tubérculos, causando en ocasiones graves daños en los cultivos, como la plaga que afectó a Castilla y León la pasada campaña. Este roedor exhibe una característica excepcional, y es la de formar parejas monógamas extraordinariamente fieles. Habitualmente, macho y hembra cooperan en el cuidado de la prole, lo que dura varias semanas. En contraste, el campañol de montaña, una especie muy relacionada, exhibe el característico comportamiento polígamo de los roedores, donde los cuidados paternos brillan por su ausencia. Los científicos han podido estudiar la base bioquímica de este comportamiento y resulta depender de dos hormonas: oxitocina y vasopresina.
La tercera hipótesis resulta un pelín trivial: el beso incrementa la excitación y receptividad sexual. De acuerdo. Sí, pero la investigación debe hacerse para contestar preguntas que nadie sabe y no aquellas cuya respuesta es de dominio público. Con respecto a las dos primeras, nada que objetar. Son interesantes y plausibles.
Para contestar a estas preguntas, los investigadores hicieron encuestas a un buen número de estudiantes universitarios de la costa Este sobre sus actitudes y sentimientos en torno al beso. Encontraron que las mujeres dan más importancia al beso que los hombres. Un 85% de ellas manifestó que no estaría dispuesta a practicar el sexo sin besar (frente a un 50% de los chicos). En la misma línea, las mujeres dieron más importancia al beso, antes, durante y después del sexo. Un 66% de las mujeres declaró que en alguna ocasión había perdido interés por un hombre tras besarlo por primera vez. Análogamente, los hombres resaltaron la importancia del beso como un medio hacia el fin último: el sexo.
En mi opinión, estos datos no carecen totalmente de valor científico, pese a parecer horriblemente obvios. El problema es que no sirven para contrastar las hipótesis iniciales de los autores. Éstas siguen siendo igual de hipotéticas después de leer la sección de Resultados. Conste que tampoco creo que las hipótesis carezcan de interés. Simplemente, no están apoyadas por los datos. Los investigadores tendrían que encontrar pruebas de que realmente a través de un beso se puede establecer el momento del ciclo ovulatorio o que se intercambie alguna sustancia relacionada con los lazos de pareja. Naturalmente, demostrar esto es bastante más complicado que hacer encuestas. Así que, mientras no presenten pruebas más sólidas no retiraré una pegatina de mi coche que dice:
El beso no se explica, se practica

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1) Hughes, S., Harrison, M., and Gallup, G.G. (2007) “Sex differences in romantic kissing among collage students: an evolutionary perspective” Evolutionary Psychology 3:612-631.

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7 comentarios en “Bésame mucho

  1. Tres hipótesis y muy poca imaginación «evolutiva». La mía (no recuerdo haber leído por ahí nada semejante) es que para saber el origen y la función del beso, basta observar a los animales y comprobar cuándo y por qué lo hacen. En la crianza, durante millones de años, los infantes recibieron de sus madres agua y comida predigerida de boca a boca y la pedían besando. Los cánidos también lo hacen. Trasladar ritualmente este comportamiento a la vida adulta refleja el establecimiento de un pacto de alimentos. Mi hipóoooootesis…

  2. Salud:

    Con independencia del estudio de referencia, la boca (labios y lengua) es una de las zonas que más sensibilidad tienen. Sea como fuente de «cosquillas» (sugerencia de su praxis) o como fuente de información (sugerencia del estudio), no evitan esa especial sensibilidad. Sin embargo, no nos ponemos unos escarabajos en la boca para que nos hagan cosquillinas o cosas similares, salvo comportamientos extraños de algunos individuos. El beso de tipo sexual se practica en determinados ámbitos y ocasiones, así también con parejas concretas (no se puede besar a más de un sujeto a la vez en ‘sensu stricto’, entre otras razones porque sólo se dispone de una boca y una lengua). Y la especial sensibilidad de la boca, en principio, desde un punto de vista evolutivo, no obedece a una praxis sexual únicamente (o no tiene por qué), sino más bien a una distinción alimentaria, de la temperatura y cosas así. El beso, o el uso de la boca para prácticas sexuales, es una secuencia posterior de la evolución y más cercana a nosotros; muy relacionada con la aparición de las primeras culturas. Y entiéndase el término ‘cultura’ en sentido laxo.

  3. Aunque es innegable que existen elementos culturales, el hecho de que el 90% de las culturas tengan algo parecido al «beso» sugiere una tendencia subyacente de origen biológico. Bien es verdad que de momento no sabemos qué genes podrían estar detrás de esta tendencia (tiempo al tiempo). Análogamente, nuestra forma bípeda de caminar tiene un claro origen biológico y, sin embargo, la forma en que caminamos no está exenta de influencias culturales.
    Es obvio que la sensibilidad en los labios puede obedecer a diversas funciones.
    Salud, igualmente

  4. Una cuestión relacionada (y tampoco bien comprendida) es la de la evolución de las cosquillas. ¿Qué función evolutiva han podido tener? ¿Qué linajes de mamíferos las poseen? ¿Es una derivación del «espulgamiento» de los primates? ¿Qué conexión tienen con la reproducción? ¿Por qué nos dan risa pero nos molestan? (¿Y por qué no puede uno hacerse cosquillas a sí mismo?)

  5. Salud:

    Sobre la cuestión que plantea Jesús, las cosquillas son comunes en muchos mamíferos: en los perros, el ronroneo de los gatos, en los primates…, en general, cualquier caricia que le dispensas a un animal doméstico y que muestra su agrado, se nota que son sensibles a las cosquillas. En tal sentido, pueden considerarse anteriores al hombre en la evolución (véase http://es.wikipedia.org/wiki/Cosquillas). En un artículo publicado recientemente en American Scientist, además de dar cuenta de los experimentos mencionados, Harris planteó una tercera posibilidad: “La gente exhibe movimientos defensivos y generalmente afirma no estar disfrutando las cosquillas –escribió la psicóloga–, pero simultáneamente muestra una expresión facial que dice: ¡Lo estoy pasando bien!… La incomodidad producida por las cosquillas motiva a los niños en crecimiento a desarrollar habilidades para el combate.” (en http://www.pagina12.com.ar/2000/suple/futuro/00-02-12/PAGINA2.HTM).

    En lo relativo a por qué no podemos hacernos cosquillas a nosotros mismos el cerebelo predice la sensación, y esta predicción se emplea para cancelar la respuesta de otras áreas cerebrales a las cosquillas (ver http://www.maikelnai.es/?p=194)

  6. Llego un poco tarde y probablemente no leeréis esta respuesta, pero vale.

    Yo he escuchado la misma hipótesis de Dr Faustus, relacionando los besos con la alimentación y los cuidados parentales.

    Luego, en la evolución se toma eso como base para demostrar a la pareja potencial un comportamiento de 1/ cuidado (demuestra apego en parejas que deben colaborar para la crianza) 2/ capacidad para aportar alimento, es decir, fuerza, salud, pareja optima y 3/ no agresión hacia la pareja potencial

    En muchas especies animales se ofrece alimento como comportamiento de cortejo y creo que el beso nació siendo eso precisamente.

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